mujer y ave

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sábado, 15 de abril de 2017

Decisiones


Destino implacable

Capítulo 14 Decisiones…

─ ¡Cásate conmigo y marchémonos juntas de este lugar! ─ volvió a insistir Marcela.

Sus ojos verdes estaban igualmente inundados de lágrimas y era el resultante de haber escuchado lo que la joven Rangel le dijese al mandamás, mientras estaba a un costado de la garita con su bolso, ya que se iba de regreso a Punta Arenas por ordenes de la jefatura mayor.


Sabía de ante mano que se estaba jugando hasta la vida con semejante petición ante varios de sus compañeros y que se exponían a que fuera señalada e increpada por su orientación. ¡Tal vez fuese la mayor de sus locuras o insensateces! Que un empleado pueda llegar hacer y poner en riesgo su continuidad laboral. Porque es bien sabido que tú, importas como profesional y que poca importancia debiera tener tus gustos personales como orientaciones. Sin embargo, estamos hablando de una empresa que es mayoritariamente conformada por hombres rudos y agrestes en su mayoría y que solo son 4 las Enapinas y las otras 7 eran entre ayudantes de cocina y auxiliares de limpieza, dos profesoras de educación física y  dos enfermeras y pare de contar con mujeres versus 70 varones de diversas áreas y profesiones.

La apuesta era la mayor de todas y era jugarse el todo por el todo o en su contra parte, perderlo todo por nada. Así jugaba sus cartas Marcela Paredes, inspectora en jefe y segunda a bordo después de Alejandro Miranda. Constructora civil en obras viales con 9 años en la empresa petrolera. La balanza estaba muy dispareja en sentidos de conveniencias y expectativas laborales como económicas. No obstante, al amor no se le puede poner un precio y el miedo a perder es bastante grande en su porcentaje.

Por eso el silencio que hiciera el resto de sus compañeros ante la acción de la rubia Enapina. Su mejor amiga y compañera de casa, creyó morir cuando escuchó la petición de Paredes a Rangel y en sus pensamientos supo que ello era sentencia de muerte para ella misma porque intuía que la cosa no iba a terminar nada bien, puesto que en algo había conocido a la joven ingeniera y sabía que amor no había ahí. Un sentimiento sí, pero no amor que permita tomar una decisión tan transcendental como esa.

Por su parte…
─ Marce ─ balbuceó con dolor Bianca, llorando a más no poder y aferrándose con todas sus fuerzas al cuerpo de su compañera y jefa. ─ ¿Por qué?
─ Porque no puedo dejar que cometas semejante locura con esa mujer ─ explicó Marcela con la voz quebrada. ─ Ella no merece estar contigo.
─ No puedes… ─ dijo Bianca, tratando de aclarar su voz entre el nudo que tenía en su garganta.
─ ¿Por qué no puedo? ─ preguntó Marcela, acariciando los cabellos de la joven. ─ No hay nada que me impida hacerlo, proponértelo. Además, no es un capricho ni una locura lo que tú has despertado en mí.
─ ¿Por qué ahora? ─  Contra preguntó Bianca. ─ llevamos meses compartiendo juntas y nunca dijiste nada que indicase que yo te importaba al punto de lo que me estás proponiendo.
─ Un corazón no se enamora de la noche a la mañana, mi querida Bianca ─ señaló Marcela, que suspiró un poco y depositó un beso sobre los cabellos de la muchacha puesto que era más alta que ella. ─ Me tomó un tiempo darme cuentas de ciertas cosas y aceptarlas fue lo más complejo que me ha tocado vivir. Yo no me considero una mujer que tenga predilección por personas de mi mismo sexo. Solo tú fuiste capaz de trastocar mi vida y ponerlo todo de cabeza.

Fue una lucha feroz para mí aceptar los sentimientos que tú estabas despertando y por más que me esforzaba por hacerme la loca, no dejaba de pensarte estando en casa al punto que habían noches en que todos mis sueños los protagonizabas tú.

Guardé en secreto mis emociones y mantuve la conducta apropiada que se debía tener al ser yo de mayor rango que tú y no romper las reglas que existen en la empresa de no involucrarse entre el personal.

Llegué a un punto que tuve que asistir a un terapeuta y psicólogo estando en Punta Arenas porque era mucha la carga emocional que llevaba conmigo. Ello me ayudó a sobrellevar mis emociones ya que mi negación fue muy grande puesto que no me veía ligada sentimentalmente a una mujer. Me aterraba demasiado la situación porque todo es inestabilidad emocional y lo digo porque tengo amigos de infancia gay y ellos han sufrido mucho en la transición con sus familias. Y alguno de ellos, no pudieron con la presión y terminaron por casarse y formar una familia relativamente normal, encubriendo su sentir ante todos.

No es fácil admitir y aceptar una verdad como esa; y fueron mis amigos quienes me aconsejaron de escuchar mi corazón y sopesar las consecuencias. De atreverme a sentir verdaderamente o comenzar a distanciarme de ti. Han sido unos meses duros para mí y logré ocultar mis sentimientos para todos e incluso a ti misma.

Quise continuar con mi vida de la manera correcta según los principios que te inculcan en casa o en colegio y la iglesia, porque mis padres son muy conservadores en ese sentido y cristianos a morir.

Fue una dura lucha para mi corazón porque cada vez que regresaba al campamento, te veía y todo tambaleaba. Era muy difícil mantenerme alejada de ti, de no preocuparme por las cosas que te sucedían y por eso pase muchas horas de la noche conversando contigo de todo lo que se podía. Deseaba conocerte más y más sin que tú te dieras cuenta del verdadero motivo que me llevaba a hacerlo. Era feliz de verte cada día, de compartir contigo y verte lidiar con los obstáculos que se presentaban en el trabajo.

Tu personalidad, amabilidad y valentía fue lo que me enamoró más y más. Me agradaba jugar básquet después de la jornada de trabajo y ser tu oponente. Me brindaba la ocasión perfecta de tener más cerca de mí, de rozar tu cuerpo bajo el pretexto del juego. Adoraba esos juegos de uno contra uno, eran mis momentos más preciados y los anhelaba cada jueves porque sabía que tendría el placer de tenerte solo para mí ya que los otros días era de juego grupal.

Todo perdía sentido para mí si tú no estabas y por más egoísta que fuese, era feliz con tener esas instancias sin poner en riesgo la relación que teníamos porque no podía deducir si tú podías sentir lo mismo que yo estaba sintiendo o corresponder mis sentimientos.

Terminé por asumir que todo sería de ese modo porque no me atrevía cruzar esa línea y preguntarte por tus gustos. Eras muy reservada en ese sentido y por más que un papel dijese que tu estado civil era soltera, nada me garantizaba que pudieses tener novio u alguna relación en secreto.

Quizás esto hubiese continuado sin variación alguna sino hubiese sido por tu encuentro con esa mujer que vino a complicar las cosas con la empresa como a ti.  Mis sentidos se pusieron en alerta ante la conducta de la estanciera y mi sexto sentido me decía que ella iba detrás de ti no como un funcionario a quién quisiera sacar de sus tierras sino que iba tras tuyo como mujer.

Al siguiente día de su encuentro y cuando casi te mata en el camino supe que íbamos a ser rivales por tu corazón. Detesté todas y cada una de sus acciones y movida por mis emociones me llevo a enfrentarla sin más y la amenacé sin rodeos en su casa y solo ahí, demostré lo que sentía por ti y le dije que éramos novias con tal de que te dejará en paz y no se atreviese a quitarme a la persona que yo deseaba para mí.

Creí morir en el retén cuando se jactó que era tu esposa y sentí unas ganas de borrarla de la faz de la tierra. No sabes lo tremendamente feliz escucharte como la rechazabas y mi corazón estaba loco de alegría porque al fin tuve las fuerzas para luchar por ti sin importarme lo que los demás pensasen de mí. ─ confesó su sentir la inspectora, y nuevamente volvió a besar los cabellos de la joven. ─ Ahora puedes entender porque no dije nada antes.
─ ¡Marce! ─ susurró Bianca, moviendo su cabeza en el pecho de la inspectora. ─ Si tan sólo hubiese sabido esto antes, de haberme topado con ella. Todo hubiese sido distinto.
─ ¿Y por qué no puede ser diferente ahora? ─ preguntó Marcela. ─ Nunca es tarde para cambiar las cosas.
─ Lo sé…. ¡Maldita sea que lo sé! ─ protestó entre llanto Bianca. ─ Yo… yo…
─ ¿Tú qué? ─ inquirió suavemente Marcela. ─ dime Bianca.
─ Yo…Yo…hubiese dado todo de mí para llegar amarte ─ admitió sinceramente la joven Rangel y su llanto se hizo más potente, puesto que el dolor era insoportable. ─ Habría entregado mi corazón a ti y corresponder a tus sentimientos. Pero ahora, no es posible.

La inspectora sintió una punzada tan grande y cerró sus ojos ante lo dicho por Bianca, porque supo que ya era demasiado tarde para ella y no podría ayudarle en zafarse de esa odiosa mujer. Esa misma mujer que le estaba robando a la mujer de la que se enamoró en secreto.

─ ¡Perdóname Marce! ─ suplicó entre llantos Bianca. ─ por favor, perdóname.

Paredes, mantuvo cerrado sus ojos a pesar de que lágrimas a raudales caían de sus parpados. No podía ni hablar del nudo en su garganta y asumir el rechazo era más doloroso de lo que jamás pensó. Tragando saliva con dificultad, se armó del poco valor que le restaba para preguntar.

─ ¿Tú la amas? ─ indagó dolorosamente Marcela, mordiendo sus labios con ello. ─ dime si es por eso el motivo por el cual irás a su lado.
─ Es complicado decir que le amo en estos momentos ─ asumió Bianca, despegando su cabeza del pecho de la inspectora y alzando sus ojos para verle el rostro. Doliéndole demasiado verla llorar. ─  Pero ella y yo tenemos una historia pasada que no concluyó bien y ahora por el bien de todos ustedes, yo debo presentarme en su estancia y evitar que las cosas pasen a mayores.
─ ¿Crees que ella cumpliría con su palabra una vez que haya obtenido lo que quiere? ─ preguntó Marcela con fastidio. ─ Nadie puede garantizar que no sea uno más de sus caprichos. Ella siempre ha sido dada a cambiar su postura según sea su conveniencia. Esta no sería la diferencia de otras a las que estamos acostumbrados.
─ Será algo que tendré que asumir porque no tengo alternativa, ya van dos días de que los portones se cerraron y eso afectará muchísimo los intereses de la empresa como el estado. ─ explicó asumida Bianca.
─ ¿Sacrificarte por nosotros? ─ inquirió ya con rabia y despecho la inspectora. ─ No puedo asumirlo tan fácilmente. ¿No será que tú no has dejado de amarla por su historia inconclusa? Dime la verdad Bianca.
─ ¿Qué parte de lo que dije no entendiste? ─ refutó Rangel dolida por esas dudas que surgían en la inspectora. ─ Es algo complejo y difícilmente puedan ustedes comprender porque mi relación con Ariza no viene de ahora sino del pasado. De otra vida, con otros nombres y acabo mal. Ahora puedes hacerte a la idea porque es difícil de asumir para ustedes, de que ha sido doloroso para mí volver a encontrarme en este tiempo con ella y tener que asumir que no podré escapar de ella porque si lo hago, todos ustedes pagaran las consecuencias. Ni siquiera pueden hacerse una idea de lo que realmente es capaz Ariza. No pueden enfrentarse con ella, no vencerán.
─ Sí es así, ¿Por qué no dijiste nada desde un principio? ─ indagó Marcela. ─ Hubiésemos detenido sus acciones y evitar toda esta situación que nos tiene agotados y enfrentados los unos con los otros.
─ Por una simple razón y aunque suene poco creíble es mi verdad. Yo no recordaba mucho de mi pasado ─ explicó tristemente Bianca. ─ Solo tenía recuerdos vagos de lugares y personas. De una mujer que se presentaba en todos ellos, pero no podía ver claramente su rostro. Poco después de conocernos y estando en su casa fue cuando ella misma se encargó de hacerme recordar por medio de unas marcas que ambas tenemos y de una promesa que hicimos en el pasado. Solo aquella mujer del pasado sabía de ese juramento y era algo que yo sí recordaba desde niña. No tengo palabras que puedan hacerles comprender que realmente me lamento haberlos llevado a esta situación. Ustedes no debían estar involucrados en esta historia y ahora me toca asumir los hechos como son.
─ Tú misma nos enseñaste que jamás debíamos dejarnos pasar a llevar por ella o los demás estancieros porque no éramos títeres de nadie. Que teníamos dignidad y que era hora de luchar por ser respetados ─ acusó Marcela. ─ ¿En dónde quedo esa chica que nos abrió los ojos? Porque ahora mismo, ella se deja aplastar por esa mujer. Que no es respetada en sus derechos y es chantajeada por causa nuestra. Dime ¿porqué lo permites tú ahora?
─ Marcela…Sigo siendo la misma joven que lucha por sus derechos. ─ Rebatió de inmediato Bianca, apartándose del lado de la inspectora. ─ ¿por qué no quieres entenderlo? No puedo hacerme la loca e irme sin que me pese la conciencia de saber que perderán sus empleos por mi culpa. Me gustaría ser desalmada e insensible como muchos, pero ¡Maldita sea que no puedo! No puedo…Yo no tengo más opción y mi decisión está tomada. No daré pie atrás.

La inspectora trago grueso porque no podía aceptar que no se pudiese hacer nada al respecto y menos asumir que debía dejar ir  a la mujer de la cual se enamoró.

─ ¿Entonces debo entender que esta es la despedida? ─ preguntó Marcela, asumiendo duramente la realidad. ─ Que mis sentimientos llegaron tarde para ti y que no volveré a verte nunca más.
─ Marce…─ murmuró tristemente Bianca, que se acercó de nuevo a ella y acarició la mejilla de la inspectora, añadió. ─ No tiene porque ser así. Si tú quieres podemos volvernos a ver más adelante.
─ ¿Cuánto tiempo más adelante? ─ inquirió con decepción la inspectora, dejando que esa caricia fuese lo único bello que la confortase en ese momento de pérdida y rechazo. ─ Acabas de presentar tu renuncia y no podremos vernos dentro de la empresa porque a partir de hoy yo también debo dejar el campamento por un tiempo.
─ ¿Tú te irás? ─ fue el turno de preguntar a Bianca que abrió sus ojos llorosos sin poder comprender la situación de la inspectora. ─ ¿por qué?
─ Son órdenes de Punta Arenas ─ respondió Marcela, abatida. ─ Me quieren lejos por un tiempo haciendo trabajo administrativo hasta que la dueña de los pozos pueda quedar satisfecha en sus caprichos.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Bianca, moviendo su cabeza porque no deseaba aceptar los hechos de esa forma.
─ Esa mujer nos hace lo que se le da la gana y nadie puede oponerse ─ señaló Marcela, viendo a un costado. ─ ¡Cómo desearía que las cosas no saliesen como ella quiere! Para que sepa lo que se siente estar atado de manos y aceptar que está fuera de su alcance. ¡Dios como lo deseo de todo corazón!
─ Marce ─ fue lo que balbuceó Bianca, mientras la veía directo a los ojos, escudriñando sus facciones y meditando en sus palabras más allá de toda lógica.

Bianca, sopesó mentalmente aquellas palabras más de la cuenta y sonrío a su pesar, porque con un profundo suspiro más doloroso que de desahogo, acortó en un paso la distancia que la separaba de la inspectora y tomando su rostro entre las manos, la obligó a bajar un poco esa rubia cabeza y viéndola directamente a los ojos, poso sus labios sobre los de la inspectora y los envolvió con los suyos. Buscando confortarla por medio de un beso, tímido y suave que le entregaba un poco de cariño de su parte.

Aquello no se lo esperó Marcela y es aunque no dejo de verla a los ojos a medida que su rostro se acercaba a la joven ingeniera, no creyó capaz de que la fuese a besar dado las circunstancias en que había sido rechazada. No pudo evitar sorprenderse y quedar relativamente inerte, pero la conmoción le duro muy poco porque la tibieza de esos labios sobre los suyos sumado a que su corazón casi se le salió del pecho de sopetón. Cerró sus ojos y se dejo llevar por la calidez de ese beso y correspondió al gesto abriendo sus labios y dejándose querer por la muchacha.

Describir las sensaciones que se despertaron en ambas mujeres pasaría a formar parte de una extensa descripción y solo ellas guardarían en sus corazones lo que les provocó aquel beso. No obstante a sus sensaciones, las olvidaron por completo que estaban rodeadas de otros colegas que las quedaron viendo con tamaños ojos algunos y otros asumidos de lo que estaban viendo. Eso sí, ningún quiso decir algo, oponerse o interrumpir aquella escena porque comprendieron todos que esa era la despedida de ambas chicas por la forma de arriesgarse  y entregarse al final de una historia bastante dolorosa.

No se sabría a ciencia cierta cuánto fue lo que duro ese beso porque el tiempo simplemente se detuvo por largo rato y solo ellas terminaron de romper la magia de esa caricia cuando fueron bajando la intensidad del beso hasta detenerse y abrir sus ojos para verse una a la otra.

─ Debo irme ─ susurró apenas Bianca sobre los labios de Marcela.
─ Lo sé ─ asumió la inspectora y restregando delicadamente su nariz contra la de Bianca, agregó. ─ Gracias. No lo olvidaré jamás.
─ También lo sé ─ respondió Bianca con su voz atascada en su garganta. ─ Estará siempre dentro de mi corazón este momento.
─ ¡No me olvides! ─ suplicó Marcela.
─ Cómo podría ─ indicó Bianca. ─ Si me has dado un regalo tan hermoso como tu amor y eso tan bello no se puede olvidar jamás.
─ No sigas porque de lo contrario no te dejaré ir ─ mencionó a duras penas Marcela. ─ Ella se está llevando la mitad de mi vida y lo más hermoso que me ha sucedido. Ahora vete, o me arrepentiré de la decisión que estoy tomando. ¡Vete ya mi vida!

Bianca, antes de separarse definitivamente de su lado, susurró algo en el oído de la inspectora y se apartó de lleno y rápidamente sin voltear a ver atrás. Tenía un nudo en la garganta y se sentía más miserable que nadie en este mundo. No sintió como fue que las lágrimas simplemente volvieron a emerger de golpe y mientras corría por la calzada cuesta arriba en dirección de la casa I, lloró con todas las fuerzas de su corazón y llegando a la cerca de la casa, se dejo caer sobre ella y su llanto brotó con toda el alma porque ya no tenía consuelo y no era llanto sino un grito de dolor que la atravesaba a morir.

─ ¿Por qué? ─ se preguntó Bianca. ─ ¿por qué todo tiene que terminar así?

Luego de un rato de llorar sin consuelo, se levantó sobre la cerca y caminó los pocos pasos que la separaban de la puerta y entró en busca de sus cosas.

Por su parte y en la garita de estacionamiento…La rubia inspectora vivía su dolor con las pocas fuerzas que le quedaban y su rostro inundado en lágrimas que se dejaban sentir sobre su chaqueta y se humedecía tras caer sobre la tela.

Tan solo Valeria, se acercó y la abrazó fuertemente porque sabía que debía ayudarla más que nunca porque también ella se sentía fatal de haberlas visto despedirse de ese modo. Siempre supo que aquello no iba a funcionar porque intuía que los sentimientos estaban confusos por parte de Bianca, pero jamás pensó que en cierta medida si había cariño y que se podría haber convertido en amor si no fuese por el destino que se ceñía sobre la joven Rangel y su implacable perseguidora.

En eso…

─ Creo que es aconsejable que tú la acompañes en el viaje ─ solicitó Alejandro a la enfermera cuando acortó la distancia para retirarse a las oficinas principales de Obra. ─ Haré que se te recompense esto con un feriado para ti.

La enfermera simplemente oyó lo que el mandamás le ordenase y asintió nada más porque no dejo de abrazar a su amiga.

─ En cuanto a lo que sucedió aquí, nadie dirá absolutamente nada y menos que lleve un rumor a las oficinas principales porque les aseguro que yo mismo me encargaré de hacerle sentir las penas del infierno por alcahuete ─ sentenció Alejandro. ─ Marcela muy pronto volverá con nosotros y voy a ocuparme personalmente que sea a la brevedad posible.

Esta vez hubo consenso completo de parte de todos los presentes en que se guardaría silencio sobre la situación de las chicas. Cobraba valor lo que se decía desde hace mucho que la adversidad hacia que la camaradería reinase entre estos hombres acostumbrados a situaciones complejas y obstáculos mayores. No era un mito sino que se palpaba y que superaba los egoísmos y discrepancias existentes entre el grupo. Se protegían muchísimo entre ellos cuando algo ajenos a ellos los amenazaba.

─ Yo iré con Bianca ─ señaló Fernanda ─ voy a ver si me deja acompañarla unos minutos.
─ Hazlo ─ indicó Alejandro. ─ No es bueno que esté sola en estos momentos.
─ ¿No haremos nada por detenerla? ─ preguntó Pato. ─ ya es mucho ver en cómo está Marcela para dejar que esta cabra se arriesgue por nosotros. ¡Que no somos unos monigotes de nadie!
─ ¡Ya la oíste! ─ mencionó Alejandro. ─ Tomó su decisión y por primera vez no la voy a contradecir, no porque me haya vuelto un maldito cobarde que se esconde en las polleras de una mujer para salvar su pellejo sino que no dejaré que esto se quede así. Le daré el tiempo que necesite para hablar con esa mujer y luego, seré yo en persona quién hable con la dueña de los pozos.
─ ¡Así me gusta oírte hablar! ─ repuso contento Patricio. ─ Te apoyo en todo y que se vayan a la cresta en Santiago por no obedecerles. Me importa un carajo su burocracia. Que se la metan dónde más les quepa. Aquí las cosas las arreglamos de otra forma.
─ Hablando de arreglar cosas ─ interrumpió Ata, con el ceño fruncido al recordar. ─ Debemos ver enseguida lo del soplón. Tengo una idea de quién se trata.
─ Entonces vamos adentro para que nos cuentes quién ese animal ─ sugirió Patricio tomando del brazo al inspector. ─ Le tengo unas ganas que me están quemando los nudillos de las manos por romperle la jeta que se gasta.

Aparte de esa conversación…

─ Marcela ─ llamó Alejandro. ─ No vayas a casa hoy sino por la mañana puedes hacerlo conmigo.

La inspectora no respondió por qué no le salía la voz dado el dolor que sentía e hizo que el mandamás comprendiera que debía ser el mismo que la llevase a otra parte y que no regresase a la casa I.

─ ¡Ven conmigo! ─ suplicó Alejandro, tomándola del brazo. ─ vamos por un trago que nos hará bien a los tres.

Esta vez, la rubia inspectora, asintió porque no deseaba partir en ese estado a Punta Arenas y quería olvidarse de todo y de todos en ese momento.

Miranda la abrazó por un costado y del otro Valeria, juntos los tres enfilaron rumbo al casino privado que estaba sobre el gimnasio y era del uso exclusivo de la plana mayor y gerencia del campamento.

Por su parte los demás partieron a distintas labores no sin antes prometerse entre todos no hablar del tema y guardaron silencio.

Fernanda; profesora y compañera de Marcela, Valeria y Bianca en la casa I, se fue más que rauda la inmueble en busca de la joven Rangel. Al llegar ahí al cabo de un rato, le halló devastada sobre el sofá con el rostro empapado aún en lágrimas e incapaz de decir algo porque se arrojó en brazos de su compañera y siguió llorando como una niña.

─ ¡Deja salir todo mi niña! ─ instó dulcemente Fernanda, acariciando sus cabellos para confortar a la joven.

Pasarían los minutos y estarían abrazadas sobre el sofá sin pronunciar más palabras hasta que el llanto y el cansancio vencieron por completo a la joven Rangel y se durmió en brazos de su compañera de habitación.

Las horas transcurrieron veloces sobre el campamento y pronto todo se oscureció en la tierra de las pampas. El reloj marcaba las 9.30 de la noche. Cuando la puerta principal se abrió despacio y entro la figura de Valeria con Marcela apoyada en su regazo.

Ambas chicas se vieron a los ojos y movieron sus cabezas respectivamente. No podían creer que esto estuviera sucediendo con ellas.

La enfermera terminó de entrar y con cuidado apoyó a la inspectora sobre su costado para cerrar la puerta. Y cómo pudo llevo a su acompañante al living y logró acomodarla sobre el otro sillón, que eran bien amplios.

─ ¿Cómo está? ─ preguntó bajito Valeria viendo a la joven ingeniera.
─ Se lo lloró todo ─ respondió Fernanda. ─ se durmió hace muy poco y no me he atrevido a despertarla y llevarla a su dormitorio por temor que decida irse en ese estado.
─ Comprendo ─ dijo Valeria, viendo por su parte a la inspectora. ─ Ella también dejo de llorar hace poco y los tragos terminaron por adormecerla.
─ ¡Qué historia nos tocó vivir hoy! ─ exclamó Fernanda. ─ Aún no me creo que Marcela se haya enamorado de Bianca sin ponerse en evidencia.
─ Lo que yo no me creo es que Bianca pudiese sentir algo por Marce ─ acotó a ello Valeria.
─ ¿Qué va a suceder mañana? ─ cuestionó Fernanda viendo a su compañera y viendo a las dos chicas dormidas. ─ Porque hoy nada pueden resolver.
─ No sé, pero nada bueno a de ser ─ repuso Valeria cuando viendo a las dos, se le vino algo a su cabecita. ─ Tengo una idea.
─ ¿Cuál? ─ inquirió Fernanda.
─ ¡Ayúdame a juntar los sofás! ─ ordenó Valeria, poniéndose en pie y retirando la mesa de centro. ─ Vamos a regalarse unos minutos más juntas. Que tengan al menos ese regalo.
─ Me parece buena idea ─ concordó Fernanda, rempujando el sofá en que se encontraba la ingeniera. ─ Aquí no podrá venir esa tal Ariza ni nadie de las oficinas principales a molestarlas.
─ ¡Así es! ─ acotó Valeria, terminando de juntas ambos sillones. ─ Vamos asegurarnos de cerrar la puerta con seguro por si viniese alguien.
─ Yo iré a buscar unas mantas para taparlas ─ indicó Fernanda.

Luego de asegurarse que nadie entraría en la casa. La enfermera se regresó a la sala y ayudó a su compañera en poner unas almohadas debajo de las chicas y cubrirlas con las frezadas. Estaba en esa labor, cuando la inspectora  se enderezó un poco y quedo viendo enfrente suyo. Sus ojos verdes se volvieron a inundar de lágrimas y cómo pudo se aceró hasta donde estaba la joven Rangel. Con torpeza se acomodó a su lado y se abrazó a ella.

No dejo de contemplarla unos instantes, hasta que el cansancio volvió asumirla en el manto del sueño, pero antes de caer rendida, entrelazó su mano con la de Bianca y quedo inconsciente por completo.

Luego, sus compañeras sin dejar de observarlas terminaron por arroparlas para que no pasasen frío.

─ ¡En fin! ─ exclamó Valeria. ─ es lo único que podemos hacer por ellas.
─ ¡Es una verdadera desgracia! ─ dijo Fernanda. ─ deberían haberse quedado juntas. Les sienta bien estar juntas. Harían una bonita pareja.
─ ¡Hubieran sido! ─ refutó Valeria. ─ El destino no lo ha querido así.
─ Esa mujer es la que no las dejo ─ contradijo Fernanda, frunciendo el ceño. ─ Ella les privo de esa fortuna.
─ Ariza Pedrales ─ murmuró quedamente Valeria, masticando su nombre con amargura. ─ La supuesta esposa de Bianca.
─ Es lo que ella dice ─ estuvo en desacuerdo Fernanda. ─ Y que yo sepa un matrimonio es de a dos y no de una sola persona.
─ ¡Muy cierto! ─ concordó plenamente Valeria viendo a su compañera y sonriendo al sopesar las palabras de su colega. ─ Eso quiere decir que…
─ Bianca es la que tiene la última palabra en eso ─ señaló sabiamente Fernanda. ─ Aún no está dicho todo en esta historia.
─ Y esta niña ya nos ha demostrado que no es de dejarse pasar a llevar ─ indicó Valeria. ─ No sabemos qué puede suceder cuando Bianca resuelva enfrentarse con Ariza.
─ Te aseguro que lo de hoy va a repercutir mucho en su decisión final ─ agregó Fernanda. ─ ¡Quizás tal vez haya esperanzas para Marcela!
─ ¡Quizás! ─ convino Valeria. ─ pueda haber una salida. ¡Ya veremos qué sucede!
─ ¡Ya veremos! ─ secundó Fernanda.

Ambas mujeres quedaron viendo a la pareja que estaba sobre los sillones y procedieron en apagar las luces y dejarlas descansar. Regularon la calefacción y se fueron a sus respectivas habitaciones.

Muy lejos del lugar y en una habitación tenuemente iluminada, una morena se encuentra sentada sobre el borde de su cama incapaz de poder conciliar el sueño. Sus profundos ojos verdes no dejan de ver una imagen que cuelga sobre una de las paredes y presiente que mañana será un día decisivo.

─ Vendrás a mí libre de esos sentimientos que esa mujer ha despertado en tu pecho ─ murmuró con dolor Ariza, sin dejar de contemplar aquella imagen. ─ No puedo compartirte y menos perderte por segunda vez. No puedo permitirlo.

En el anverso de la moneda…

─ Mi corazón no está a en tus manos todavía ─ balbuceó dormida aquella joven que yacía sobre aquel sofá y que debería proseguir adelante con la decisión que había tomado

Un corazón partido en la mitad y un destino que se torna despiadado pero que no logra someter la voluntad de una mujer que lucha por ser amada por quién es.


3 comentarios:

Saori dijo...

gracias x este gran capitulo espero q las musas sigan llegando a ti para q continúes con tan bellas historia

susanaivette_ dijo...

buena historia, ahora que pasara al dia siguiente ?

Delfi Castillo dijo...

Hay madre mía! lo siento por Marce pero Ariza es Ariza y quieran o no Bianca es de ella.No me puedo imaginar que ira a pasar en el siguiente, siento que va haber más drama.Así que lo esperare con ansias.Saludos....

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