mujer y ave

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martes, 14 de marzo de 2017

Al borde del abismo

 Destino implacable, capítulo 13
─ ¿Por qué? ─ se preguntó Bianca con el corazón doliéndole a mil. ─ Todo lo que hice en el pasado para liberarme de su poder, su embrujo y sus engaños ¿y para qué? Para nada. Y hoy no puedo torcerle la mano al destino. Huí de casa porque había indicios en las cartas, en mis sueños, esa adivina lo predijo que estaba cada vez más cerca de mi pasado, de una mujer que me perseguía y ¿qué conseguí? Correr directo hacia la trampa que ya estaba preparada. ¿Y ahora qué? No sé cómo lidiar con todo esto ¿Hay alguna opción para mí? Me cerró todo los caminos y ahora estoy contra la espada y la pared.


Mi desgracia es tan grande en este momento y para colmo de males no me queda más remedio que elegir. ¡Qué desgraciada es mi vida!

¿Marcela o yo?, ¡mierda!...Esto no puede estar pasando.  Que todo se vuelva en mí contra todo porque el universo conspira a mis expensas y se confabula a favor de ella.


¿Qué rayos estaba pensando cuando acepté seguir el juego y ser la supuesta novia de Marcela? ¡Pobre ilusa! Solo conseguiste desatar que las puertas del infierno se abrieran en tu contra. ¡Jugaste con fuego! Al no recordar lo terrible que se puede volver un gitano ¡Porque eso es ella!...Una gitana aunque hoy allá nacido en el seno de otra familia, país y cultura.

¿Olvidaste que uniste tu vida a ella bajo juramento ante las estrellas? Quise arrancar esa promesa de mi memoria, de mis pensamientos, de mi piel, de mi corazón. Y que solo fuera como la bruma que se disipa sin más ante el sol, sin dejar rastros, ni huellas de su presencia. ¡Así quería arrancar su nombre y su voto! Pero todo fue inútil. ¡Jamás podré librarme de esa promesa! ¡De ese juramento!

¿De qué sirve ahora lamentarme? Cuando ya está casi todo consumado y una vez más debo enfrentarme a ese destino que jure una y otra vez vencer costase lo que costase. ¡Dicen que uno hace su propio destino! ¡Patrañas! No es mi caso, lo intenté en el pasado y ahora. ¿Y todo para qué? Para terminar doblegando mi voluntad y dejarme arrastrar una vez más.

Lejos de casa y sin que nadie pueda siquiera darme un consejo, una palabra, un aliento hasta un mísero ¡Ánimo! Porque hasta esa simple palabra confortaría mi alicaído espíritu. O un abrazo que pudiese vaciar todo mi sentir y llorar hasta que se me secará todo gota de agua que hubiese dentro de mi ser. ¡Así de miserable me siento hoy!, ¡Condenada a muerte! Sin derecho a defensa o queja alguna. No tengo opinión en toda esta historia.

Mi lucha ahora es existencial. No puedo hacerme la loca y simplemente ser una egoísta más en este paupérrimo mundo, que se olvide de la bondad o piedad que se debe tener con el prójimo. ¡Ojala nunca hubiese sabido de valores y principios! Porque no tendría esta dualidad en mí y estaría solo pensando en mí, solo en mí. ¡Que me importase un bledo lo que sucediese con la empresa, su personal y Marcela!
¿A quién quiero engañar? No soy así, no puedo actuar tan cobardemente y salvar mi pellejo sin importarme las consecuencias de las amenazas de ella. Pero no, no y no…Por más que lo trate siquiera de pasar como una opción…No puedo, no puedo ¡Por Dios que no puedo!

¡Son personas! Tienen familia, hijos, esposas, bocas que alimentar… ¡No quiero ni pensar cuántos tendrán que ser despedidos por causa mía! ¿Cómo podría vivir un segundo de mi vida teniendo sobre mi conciencia el futuro de esas familias?... Definitivamente, no puedo ser una cara dura más como tantos los hay en este mundo.

Me gustaría tener un poco de la frialdad con que ella hace todo lo que hace sin importarle nada en absoluto ¿Cómo fue a cambiar tanto?...No la reconozco… No es la misma Arlyn de la que una vez me enamoré perdidamente. Es ahora tan distinta, tan fría, tan calculadora… ¡Tan implacable!

Y de tanto pensar en otros, siento que mi cabeza va explotar en cualquier momento. No puedo cerrar los ojos un momento y dejar mi mente en blanco. Y es que los rostros de todos esos trabajadores me persiguen como fantasma al acecho de mi alma para devorarla sin un ápice de piedad.

¡Mierda! ¿No es justo? Que lleve esta carga tan pesada sobre mis hombros por culpa de un amor que no fue, que se niega a dejarme ir, a que sea libre o que acepte que no deseo volver a pasar por lo mismo que viví en el pasado.

Ni siquiera estas malditas lágrimas consiguen aliviarme… ¿Por qué estoy llorando?, ¿Por ellos? ¿O por mí? No tengo la capacidad para discernir bien en este momento cuál es mi verdad.

Y este frío que inunda más y más esta habitación, como queriendo sepultarme en un ataúd de hielo. ¿Tal vez sería lo mejor? Así nadie sufriría por mi causa y ella no tomaría represalias contra nadie. No habría causal para desquitarse, motivos para seguir con esta encarnizada cacería.

¡Me oigo! Y me da miedo escuchar mis sórdidos pensamientos. Mi vida es un dramón de esos de telenovelas dónde la protagonista se perfila a punta de masoquismo puro. ¡Así de absurda es mi existencia!

¡En fin! No hay nada más que hacer o lamentarse. Para bien o para mal debo decidirme hoy. No tengo más alternativa, ni puerta de escapatoria. ¿Será Marcela junto con Enap o será mi libertad a medias?... ¿Libertad?... ¿No me hagas reír Bianca Rangel? …¿A quién engaño? Nunca seré libre de los deseos de Ariza.

¡Tengo la suerte echada sobre el telón del destino! Mis dados no resultaron ganadores en esta ocasión.

¡Marcela! Es lo único que no puedo decidir tan a la ligera. ¡Tú! A quién en verdad no deseo lastimar porque no te mereces un mal como el que tengo que darte. ¡Creí en tus palabras! Me parecieron tan sinceras y fueron como un rayo de esperanza para mi fatigado corazón y sin embargo, no podré evitar tu dolor y por más que quiera. No tengo opción. ¡Por favor, perdóname Marcela!

No podré mirarte a la cara nunca más después de hoy. Tengo la esperanza que llegues a perdonarme algún día. Es lo único que ruego con vivo interés en este minuto ¡Marcela! ─ Balbuceaba Rangel entre lágrimas y la voz entre cortada producto del dolor que la inundaba.

Toc…Toc…Fueron los golpes que se dejaron sentir en la puerta.

Bianca, ladeó un poco la cabeza y puso atención a ese rectángulo de madera labrada de lenga que las hacía de pórtico.

Toc…Toc…Nuevamente se volvió a escuchar…

─ ¡Sí! ─ dijo Bianca.
─ Bianca, soy Ata ─ respondió el inspector al otro lado. ─ ¿Puedo pasar?
─ Un momento ─ solicitó la joven Rangel.
─ Ok ─ respondió Atalía.

La joven Ingeniera, se llevó automáticamente las manos al rostro y limpio rápidamente aquellas rebeldes lágrimas que se escurrían por su rostro. Se vio por el costado de la ventana y ordenó un poco su cabello para pretender pasar lo más desapercibida que pudiese. ¡Aunque eso estaba muy lejos de ser creído!

En unos cuantos pasos, llegó al umbral y abrió sin demora…

─ ¡Pasa! ─ señaló Bianca.

No hubo que ser muy listo para darse cuenta que la joven lucía horrible en ese momento. Tenía el rostro muy demacrado y unos ojos rojos que no podían desmentir que hubiese estado llorando. Por lo que el inspector bajó su ceja alzada de su parpado y le bajo el perfil de inmediato. No quería incomodar más a la muchacha que se notaba a leguas que lo estaba pasando fatal con todo lo que estaba sucediendo.

─ Mira chiquilla. Vengo a buscarte por órdenes de Alejandro para llevarte de regreso al campamento ─ comentó lo más explicito que pudo Atalía. ─ Así que, recoge tus cosas que debemos irnos cuanto antes.
─ ¡¿Así de simple?! ─ protestó Bianca con el ceño fruncido. ─ ¿Es todo lo que soy para ustedes? Una pieza que mueven de allá para acá cuando se les antoje y a la hora que se le venga en gana.
─ Bianca ─ quiso templarla un poco Ata, restregando sus manos entre sí de los nervios por tanta tensión. ─ No es lo que yo quiera o crea; sino lo que manda los que están a cargo de esta empresa. Nosotros somos solo empleados que aceptamos los términos de un contrato que nos obliga a cumplir con  nuestros deberes nada más.
─ No hace falta que me lo expliques, lo sé perfectamente ─ replicó Bianca. ─ Soy lo suficientemente sensata para saber cuáles son mis obligaciones. Pero no les da derecho a que se me trate del modo con que lo han estado haciendo. Soy un ser humano, no una máquina sin emociones.
─ No deseo discutir ni llevarte la contraria ─señaló Ata, tratando de calmarla. ─ Las cosas son de este modo. Cuando todo esto pase, tendrás esa tranquilidad que tanto necesitas y que mereces.
─ ¿En serio? ─ preguntó seca Bianca. ─ ¿Cuándo?
─ ¡Ya acabará todo esto! ─ replicó Atalía, rascando su barbilla. ─ Solo deja que las cosas se solucionen con las personas que tienen que hacerlo.
─ En otra ocasión yo te hubiera creído a pies juntos, Ata ─ refutó Rangel, con los ojos nuevamente inundados de rabia y lágrimas. ─ Pero no esta vez, porque es mi vida con la que están jugando todos ustedes y les importa un carajo por lo que estoy viviendo. ¿Ustedes no saben cómo me siento? Solo esperan torcerle la mano a la estanciera a costa mía. Dime ¿Qué pasaría si fueras tú el que estuviera en mis zapatos?

Tanto la pregunta como la réplica de la joven, le resultaron dolorosas para el inspector. Le dolía verla en ese estado. Ver como sus ojos estaban conteniendo ese deseo de llorar y no mandarlos a la mierda. Era una muchacha que llegó al lugar equivocado y se topó con la persona equivocada, con quién nunca tuvo que cruzarse. Esa sería la culpa que llevaría consigo, Atalía.
─ No puedo estar en tus zapatos ─ dijo Ata. ─ Porque no soy tú y porque no puedo entender que pasa por la cabeza de esa mujercita con respecto a ti. Porque después de muchos años de relación laboral haya perseguido tan despiadadamente a un funcionario de Enap. No puedo entenderlo por más que me rebane los sesos pensando. Simplemente no puedo.
─ Es mejor que no continuemos hablando inútilmente de este tema ─ repuso Bianca al no ver luz en la conversación. ─ No conseguiremos nada. Déjame guardar mis cosas en la mochila y partimos.
─ Ok. Te espero afuera ─ indicó Atalía.
─ Ok ─ fue la escueta respuesta de la joven Rangel.

No le tomo más que unos cinco minutos en poner unas cuantas cosas y la joven ingeniera salió de ese cuarto con sus manos tullidas aún por el frío y por la tensión. Antes de subirse a la camioneta, se acercó su compañero de San Gregorio.

─ ¡Cuídate Bianca! ─ mencionó Darío, apretando sus manos brindándole su apoyo. ─ No dejes que esto te siga afectando más. ¡Estos son incapaces de ponerse en tu lugar! Cuando puedas salir, te vienes conmigo a casa y con gusto con mi señora te damos hospedaje para que descanses.
─ Muchas gracias por el ofrecimiento ─ respondió la joven, apretando su mandíbula para no romper a llorar. ─ Cuando esto acabé iré a casa o quizás nunca salga de este maldito lugar.
─ No digas eso ─ rebatió conmovido Darío. ─ Verás que todo se va acabar pronto. Eso te lo doy firmado.
─ Bueno ─ repuso Bianca escuetamente para no alargar más un gasto de palabras innecesarias, puesto que nadie sabía el precio a pagar por su libertad.
─ Nos veremos en un rato más ─ indicó Darío y se despidió con la mano de Atalía. ─ Ve con cuidado y no las sigas cagando. Es una mujer que no se te olvide.
─ Que lo sé ─ refutó Ata, cabreado por tanta retadera. ─ Has pronto el informe y lo llevas a Pato.
─ Ok ─ fue la respuesta del encargado de la pequeña refinería.
─ Te espero ─ repuso Atalía y echó andar la camioneta.

El viaje sería muy silencioso porque ninguno de los dos estaba dispuesto a cruzar palabras porque estaba fuera de toda posibilidad y de deseo alguno.

Mientras la camioneta comenzó su viaje con retorno al campamento que sería 1:20 aproximadamente hasta llegar al campamento más apartado que tenía Enap en todo el territorio, que contaba de otros tres lugares más en la región y cuál de todos más inhóspitos, pero éste era el más alejado de todos.

El clima por fin hizo una tregua con toda la zona y cortó de lleno su incesante aguacero. Permitiendo que soplase un viento suave y despejara un tanto ese manto de nubes y unos débiles rayos de sol asomaban más que tímidos sobre aquellas camadas de nubes que eran reacias a disiparse de buenas a primeras. ¡Quizás se compadeció de lo que estaba sucediendo en aquel lugar! Nadie puede asegurar nada en una región tan inhóspita como esa.

Solo Dios podía saber la verdad de todo lo sucedido con un facto climático como ese y los sucesos que se suscitaron en el lugar. Lo único seguro que el silencio era abismal en todos lados y extraño e ilógico o no. Cuando la camioneta rodaba por esos interminables charcos de agua que más parecían diminutos lagos. El viento acallaba su susurro como guardando respeto por la joven, porque al paso del vehículo dejaba de agitarse en complicidad con ese duelo personal que se llevaba en el corazón. ¿Coincidencias? ¡Quizás! Pero por muy extraño que parezca, el universo y el entorno están en una completa armonía y están vigilantes de lo que sucede con toda la creación. Solo nosotros los seres humanos no lo notamos nada más.

Aquellos ojos grises miraban abatidos por la ventanilla de la camioneta sin necesidad de estar concentrados en los parajes; sino que su vista descansaba pululante por todos lados y por ninguno a la vez.

Se podría decir que no había brillo en su mirada, estaba muy opacada su retina y con muchos vestigios de estar cargados de una base líquida que se mantenía detenida más que por una cortina mental, pero a punto de romperse con un solo pestañeo.

Lo que una vez fue motivo de mucha admiración; como lo es el paraje y las sensaciones que sobrecogían su corazón; hoy no lograban causar más que vacío y conmoción. ¡Realmente estaba harta de todo eso! Cabreada de ser utilizada como una pelota de pin pon que va de un lugar a otro.

Si pudiera retroceder el tiempo, jamás hubiese venido aunque le hubiesen ofrecido una millonada por el puesto. No vendería su alma a nadie y mucho menos a una empresa que solo utiliza a sus empleados de una manera poco digna. Al menos en su caso. Le habían faltado tanto el respeto que solo sentía ser una mísera marioneta.

Una pieza de un tablero de ajedrez que sería disputada a muerte entre las dos posiciones que estaban en batalla. Y no deseaba serlo, no quería que la manipulasen de esa forma. De un modo en que no fueran tomadas en cuenta sus opiniones como su sentir.

Como dirían los mismos campesinos u ovejeros. Simplemente ahora sentía en carne propia lo que era ser un cordero al sacrificio. Por muy absurdo que pudiese parecer si lo miras y analizas un poco no estaba muy lejos de parecerse a un episodio muy espiritual en la raza humana. Ella debía sacrificarse, su vida por la vida de otros. Su libertad por la de otros. Su sufrimiento por la estabilidad económica de muchas familias. Sus lágrimas por la paz de muchos. ¡En fin! Son las ironías de la vida. Nadie está exento de vivir su propio calvario a cambio de un bien mayor.

Una mano se poso suavemente por encima de las apretadas de la joven y…

─ Tiene que pasar ─ habló Ata conmovido por el semblante de la joven.

No hubo respuesta de la otra parte tan solo una mirada lastimosa como resignada de los hechos que ya estaban desatados.

Un viaje que sería más incómodo de lo que se esperaría y el sentimiento de culpa que rondaba la mente del inspector por haberla orillado a ir ese fatídico día en que se toparon la joven Enapina y la estanciera. Un día que jamás se olvidaría en la memoria del funcionario de la estatal.

La camioneta rodaba como en cámara lenta entre barrial, piedrecillas y charcos de agua. Se hundía al igual que barco sobre la marejada incesante de olas que lo tiraban de un lado a otro. De ese mismo modo iba aquel vehículo entre los hoyos que se forman, las cuestas y bajadas inciertas que poco denotaban el sendero por estar poco visible entre tanta agua.

Una constante cortina de agua y lodazal caían tanto a los costados y encima del parabrisas del coche se formaba al paso de éste. Entre saltos y golpes duros que se le daba a la caja de cambios para no quedar empantanados. Giros de volante bruscos y ciertas marchas atrás para liberar las ruedas a pesar de ser un vehículo cuatro por cuatro. Lejos estaba diseñado para sufrir todo ese maltrato que estaba siendo sometido. Una vida útil que se reduciría a la mitad con semejante bestialidad con se conducía bajo esa situaciones.

Uno fueron pasando los pasos que delimitaban los accesos y deslindes de los demás estancieros; que sea dicho eran de menos poderío que la dueña de los pozos; puesto que a pesar de 15 en total que eran éstos ni juntos redoblaban la cantidad de hectáreas y poder económico que poseía Ariza Pedrales. Por eso era ama y señora de la comarca. Demás está decir que, era propietaria de casi todos los frigoríficos de la región y cada estanciero debía acudir a ella ya sea para faenar sus animales como facturar su lana (esquila y empaque) para ser exportada a China y otros países. En pocas palabras todo pasaba por sus manos e influenciaba el comercio interno como externo, gracias a sus relaciones comerciales con potencias mundiales. ¡Mucho poder para una sola persona!

A medida avanzaba más el vehículo Enapino, más las nubes se iban despejando y abriendo paso al astro sol que comenzaba a bañar con sus rayos toda esa tierra morena y esteparia. Después de tan atropellado recorrido comenzaban a vislumbrarse la chimenea de la principal planta de Enap junto con el aeropuerto y el reten de carabineros que las oficializaba de fiscalizadores de paz y justicia en la zona.

Unos alicaídos ojos vieron como más y más se acercaban al lugar de esa imponente planta. Antes le daba una alegría inmensa llegar de San Gregorio al campamento porque nunca antes en su vida vio un paraje como ese y se enamoró perdidamente de esa tierra inhóspita. Pero, hoy por hoy, distaba mucho el sentir de la joven ingeniera.

Ya faltando unos cuantos metros por estar cerca, un ñandú cruzó intempestivamente el camino perseguido por un zorro chilla que la daba cacería a todo lo que sus pequeñas piernas le permitían. Pero por esfuerzo no se quedaba.

Aquello provocó que el inspector girase su volante tan bruscamente que casi queda incrustado con el cercó que delimitaba el territorio argentino; solo 5 metros hacia la diferencia limítrofe.

─ ¡Mierda con esos animales! ─ vociferó Ata, tirando la palanca de cambios bruscamente hacia atrás y usar la reversa. ─ Si no es una cosa es otra. Debemos salir de aquí pronto o nos quedaremos pegados.

Dicho y hecho, la rueda quedo dando vueltas en el aire por un momento y el charco de barro saltaba a raudales a los costados. Cosa que molestó en verdad al Enapino, que detuviera el motor y se bajo a ver. Al poco se percató del problema y comenzó a mirar por todos lados una posible herramienta para salir. Camino unos pasos y recogió cuanto piedrecilla mayor encontró y de la parte posterior de la camioneta, saco dos tacos de madera. Con la mano limpio un poco debajo de la rueda, relleno con todas las piedrecillas y encima de ellas colocó los tacos de madera. Movió unos objetos que tenía hacia la cola del coche para ejercer palanca. Volvió a subir y encendió el contacto.

─ Esperemos que resulte ─ murmuró con dientes apretados Ata, puso marcha atrás nuevamente y despacio comenzó a ejercer presión para salir.

Tuvo éxito la solución del inspector y entre giros del volante, consiguieron ponerse en camino una vez más.

─ ¿Puedes creer que hasta los animales nos ponen obstáculos para llegar? ─ preguntó Atalía, más para sí, que para su acompañante.

La joven, no se tomó la molestia en contestar la pregunta al aire que hizo el inspector, porque en su mente había otros pensamientos que merodeaban incesantemente.

─ Como ese ñandú me siento yo ─ balbuceo en voz alta Bianca y apretando sus labios por la desazón que ello le provocó. ─ perseguida sin piedad.

Atalía, ladeó un poco su cabeza para verla y tragó saliva al contemplar como unas lágrimas asomaban ya por las mejillas de su joven compañera. Estaba visto que nada podía hacer o decir para confortarla. No sabía cómo proceder. Aunque la estimaba mucho, no se sentía capaz de hacerlas de padre, menos de amigo porque no salía nada de su interior para levantarle el ánimo a aquella chiquilla devastada.

Lo único que hizo fue apretar fuertemente el volante y hacer vista gorda del pesar de la muchacha. No estaba en sus manos devolverle su libertad. Él no tenía tanta incidencia sobre la plana mayor de Punta Arenas. Por lo que se mordió la lengua y enfrió sus emociones.

Cuando el coche quedo a la altura de las tres edificaciones del lugar…Llámese helipuerto, planta y reten de carabineros. En medio de ellas, mejor dicho; una a la izquierda y dos a la derecha. Sucedieron dos cosas que al mismo tiempo que la camioneta cruzaba ese triangulo. Una de ellas fue que al reten venía llegando un furgón de esa institución y al pasar cerca de ellos, le quedaron viendo con curiosidad. La otra tuvo relación a…

«Ella está llegando en este momento» fue el mensaje que se envió justo cuando ante sus ojos pasaba el coche de la empresa y procedió cerrar todo y apagar el aparato.  Ese fue el segundo suceso que acaeció tras la aparición de la camioneta de Enap.

Al mismo tiempo y a la par, sonaron dos bip fuerte en distinto lugares, advirtiendo de ese mensaje originado a la altura de ese triángulo.

Unas delicadas manos con disimulo deslizan la pantalla de su celular y lee raudamente el mensaje entrante.

Por otra parte… El sonido que vibró dentro de la camioneta hizo tomar conciencia al inspector que la trampa había hecho morder el anzuelo al informante de la estanciera. Clavó la vista en dirección a la derecha y quedo viendo con ceño fruncido al lugar.

─ Solo hay una persona que puede ser ─ masculló iracundo Atalía. ─ ¡Mal nacido! Pronto nos vamos a ocupar de ti.

Los ojos grises vieron por el rabillo al inspector, había escuchado nítidamente las palabras iracundas de su acompañante y dedujo que se le cernían serios problemas para alguien más y es que tampoco paso inadvertido ese zumbido. Ella sabía que era un beeper antiguo y personalizado que se usa para rastreo de celulares. Sin embargo, no quiso preguntar ni tampoco sintió curiosidad por el sujeto que estaban rastreando. Puesto que ella misma sufrió ese tipo de consecuencias al utilizarse un Gps en su jeep.

Suspiró pesadamente y volvió a dejar su vista perdida por la ventanilla de su puerta…

─ Tengo cosas de las que ocuparme y resolver para bien o mal ─ susurró muy despacito Bianca, bajando el perfil a lo escuchado a su acompañante.

El viaje procedió su dirección y al cabo de 15 minutos más de recorrido, la camioneta vio a su izquierda como asomaba el campamento con sus casas, oficinas, galpones, bomba bencinera, teatro, gimnasio, estacionamiento y taller dónde se guardaba maquinaria y piezas de plataforma y perforación, antenas, clínica, etc. Todo lo que puede hallarse en un campamento petrolero o minero.

Todo se veía pequeño a los ojos como si fuesen juguetes para una maqueta. Pero a medida que se acercaban al lugar todo fue tomando su real tamaño y más y más se fueron acercando hasta llegar a la garita de estacionamiento.

Camiones, furgones y camionetas ocupaban gran parte del estacionamiento principal y solo había un claro dónde aparcar.  Y en ese  mismo sitio, había funcionarios esperando la llegada del vehículo. Entre estos estaban varios de la plana mayor del campamento y otros empleados como Valeria y Fernanda, compañeras de Rangel.

Todos veían hacia el interior de la camioneta a sus ocupantes, pero la mayoría apuntaba en dirección de la joven ingeniera.

─ ¡Vamos! ─ dijo Ata, apagando el motor del vehículo.

Otra vez no hubo respuesta y solo, desató su cinturón de seguridad. Tomó su mochila y se bajo sin más. Por su parte, el inspector bajo la cabeza apenado porque todo era infructuoso de su parte por hacer que la joven pudiese hablar un poco.

La joven Rangel, colocó su mochila sobre su hombro y caminó en dirección donde se hallaba su objetivo…Alejandro Miranda.

Poco le importó en quedar como mala educada y no responder a los demás. Iba pasando a su lado solo viendo sus miradas angustiadas y lastimeras. Solo veía entre lo nublado de sus ojos, gesticular labios de unos y otros, porque no los escuchaba. Estaba sorda a todas sus palabras.

Uno, dos, tres, cuatro pasos y quedo enfrente del mandamás de la estatal. Alzo su barbilla y le encaró sin decir una sola palabra. Sus ojos hablaban por sí solos. Estaban cargados de rabia, decepción e impotencia.

La quijada de Miranda se tensó rápidamente al contemplar el rostro de la joven Rangel. Tragó con dificultad ante tal mirada. Sabía que si no cuidaba sus palabras iban a desatar un infierno mayor para ella y para todos. Y tenía órdenes que cumplir, le gustase o no. Tener poder y autoridad no es nada fácil cuando se deben tomar las decisiones más complejas y drásticas que se puedan gestar.

Todos alrededor quedaron impactados ante la escena y guardaron silencio sepulcral, puesto que presentían que se desataría una pelea de proporciones entre ambos. Nunca antes habían visto un enfrentamiento de ese tipo entre un funcionario y un subalterno, porque ahí todo se solucionaba despotricando e insultando al por mayor.

Valeria, asió fuertemente el brazo de Fernanda porque le dio pavor ver cómo se miraban esos dos.  Y más se complicó las cosas, cuando ambos manos de la joven Rangel se recogieron y empuñaron con tal fuerza, que hizo que…

─ ¡Dios, Bianca no! ─ exclamó entre nervios Valeria. ─ no vayas hacer una locura.

Lejos estaba la enfermera de suponer el alcance de las cosas que pasaban por la mente de su compañera de casa. Ese enfrentamiento no iba a ser como suelen serlo los demás. Puesto que las miradas decían más que mil palabras o gestos.

De pronto la joven, abrió su chaqueta y se arrancó la tifa de identificación que colgaba sobre su cuello. Sin dejar de ver los ojos de Miranda, prácticamente casi se la incrustó sobre su pecho y…

─ ¡Se acabó! ─ masculló con toda la rabia contenida Bianca y soltando la tifa, añadió. ─ Ustedes se equivocaron y este juego lo perdieron. ¡Mi decisión ya está tomada! Déjeme  ir por el bien de todos ustedes. No exponga a sus compañeros a una desgracia. No hay nada que ustedes puedan hacer por mí o revertir esta situación. No pueden vencerla.

Las palabras de Bianca fueron como cuchillos cortando a todos los presentes en sus presunciones así como en sus temores. Puñales a sus principios egoístas y maquinaciones. Entre tantas más que encerraban cada uno de esos corazones. Solo ellos sabían que esperaban de la conducta de la joven ingeniera.

La tifa fue a parar directo al piso y su sonido fue como un estallido al final de cuentas por muy diminuto en su proporción y peso, pero fue el impacto lo que provocó esa sensación.

Sin otra palabra que pronunciar, aquellos ojos grises vieron por última el rostro de su jefe y arrastrando la mirada comenzó a moverse a un costado y caminar hacia donde se encontraban el resto de sus pertenencias.

Ni siquiera Alejandro Mirando fue capaz de decir algo, porque quedo impactado y desalmado ante la sentencia que le infringió la joven subalterna.

Patricio que fue el último en quedar de frente con la joven mientras avanzaba al interior del campamento y sintió que dentro de su ser todo se confrontaba y revolvía en una forma casi dolorosa. Por primera vez, sintió remordimiento puro de lastimar a una persona a costa de su seguridad, de su propio beneficio. No era justo y él no era esa clase de persona. Pero ¿Ir contra la corriente y exponer a su familia? ¡Dios, no podía! Clavó la mirada en esos ojos grises y con ellos, le suplicaban que se detuviese que no cometiese una locura. Pero…

─ Piensa en tu familia ante todo ─ murmuró Bianca al ver a su mejor compañero de basquetbol, mirarla con angustia. ─ Y sigue adelante.

No detuvo su andar y pronto despegó sus ojos del encargado de planificación o cop de la estatal. Uno, dos, tres pasos más entre los charcos de aguas presentes en el lugar. Bajo su cabeza mientras continuaba caminando por aquella acera y sin que nadie impidiera su actuar.

Dos, tres, cuatro pasos más y de pronto, otros pies quedaron enfrentados en su trayectoria. Alzó la cabeza y sus ojos quedaron de piedra cuando se percató de quién se trataba.

No supo como esa persona se abalanzó sobre ella y la abrazó tan fuerte como si le arrancasen la vida con ello.

─ ¡Marce! ─ balbuceó con la voz quebrada en ese punto Bianca, al volver a verla.
─ No lo hagas por favor ─ suplicó Marcela y muy cerca de su oído le susurró. ─ ¡Cásate conmigo y olvida todo esto!

Ese fuel colmo de los males que podía soportar Bianca y una estocada letal se dejo sentir en lo profundo de su corazón. Y fue el colapso para la joven ingeniera, que no pudo más con tanta tensión y terminó por ceder a las emociones.

─ ¡Marce! ─ murmuró entre lágrimas Bianca y fue ella quién se aferró a ese abrazo. ─ Yo…Yo…yo (fue incapaz de continuar porque el llanto pudo más)

No hubo más palabras, ni nadie que dijese nada porque todos o casi todos agacharon sus cabezas apenados por lo que vieron y escucharon. Por la vergüenza, por el miedo y el egoísmo que debía primar en sus vidas ante todo.

Solo Alejandro Miranda, mantuvo su rostro alzado y sus ojos de hombre, mantenían una lucha enconada por no dejar salir nada de su interior. Levantó los ojos al cielo y apretó aún más su mandíbula. En cierta forma, era su forma de orar sin que nadie lo notase. Él un hombre que debía mantener el control y serenidad completa.

La suerte estaba echada sobre aquellas tierras y poco se podía hacer para doblarle la mano al destino.

Todo se confabulaba a favor y así, lo sintió dentro de su ser interior porque su corazón dio un vuelco muy grande y sus ojos se desviaron un poco de los demás y quedaron viendo el horizonte.

─ ¡Ahora ven a mí! ─ murmuró para sí, Ariza presintiendo que ya estaba más cerca la hora de la llegada de su Romí. ─ ¡Ven a mí, Anaí!

En medio de toda Posesión, el sol se abrió paso por completo sobre el manto de nubes y se dejo ver en toda su inmensidad y poderío.

Era hora de colocar las cosas en su lugar y gestar una nueva etapa sobre toda la comarca. Un destino que nunca dejaría escapar a sus prisioneros. Quiéranlo o no, somos todos títeres del anfiteatro de la vida y del universo.


3 comentarios:

Saori dijo...

Muchas gracis x este gran capitulo, cada vez me enamoro mas te esta historia

susanaivette_ dijo...

es genial ya esperaba algo asi, pero quien saco a marce de la carcel? aceptara su propuesta? cuando llega la familia de ARIZA? cuantos capitulos faltan ? estoy al borde de la locua

Delfi Castillo dijo...

Pobre Bianca queriendo llevarle la contraria a su destino y más si en su camino esta Ariza.Un maravilloso capítulo y ahora solo queda esperar el siguiente.Saludos..

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