mujer y ave

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sábado, 4 de febrero de 2017

Contra cara


Capítulo 12 Contra cara


─ Ariza ─ Balbuceó a duras penas Héctor. ─ Es…Es… ¡Es Inaudito todo esto!
─ ¡¿Así?! ─ Ironizó la estanciera y viéndolo con un semblante de muy pocos amigos, prosiguió con sus afirmaciones. ─ Aclaremos esto primeramente. De ahora en adelante, te dirigirás a mí, como Señorita Pedrales, se acabaron las confianzas entre nosotros. Segundo, ustedes se convirtieron en mis enemigos al momento de que osaron venir a mi casa y faltarme el respeto con una de sus funcionarias. Tercero, yo no tengo ningún vínculo de amistad con ustedes o relación personales, simplemente son un asunto de negocios nadas más. En los que ustedes me pagan el derecho a suelo por usar mis tierras para hacer su trabajo.


Cuarto, los tratados que se firmaron me facultan de inmediato a cerrarles el paso a mis tierras en caso de ver afectados mis intereses; por lo tanto, no estoy incurriendo en ninguna falta o atropello a sus intereses comerciales.

Quinto, llevan mucho tiempo queriendo pasarme gatos por liebres haciéndose pasar por víctimas cuando han atropellado y matado a varias de mis ovejas dejándolas varadas en la playa y ocultando su delito. ¿Qué se creen ustedes al verme la cara? ¡Qué no me daba cuenta de la pérdida! A mí no se me escapa nada, tengo ojos en todas partes y a diferencia de ustedes, no cubro mis huellas.

Ahora, se piensan que pueden venir aquí como si nada. Exigiendo que les abra los portones o de lo contrario legitimaran la demanda en mi contra que están tramitando en Santiago, ¿porque esa fue la finalidad con que viajó Alejandro a la capital? O ¿Me equivoco? ─ Concluyó el discurso Ariza con una aplastante realidad.
─ Ariza ¡No es lo que tú piensas! ─ trató de bajar el perfil Héctor.
─ ¡Señorita Pedrales para ti! ─ exigió Ariza.
─ ¡Lo siento! Señorita Pedrales ─ corrigió sin más el funcionario de Enap.
─ ¡Ya no entendemos! ─ se jactó Ariza sin una pisca de asco. ─ ¿Decías entonces?

El encargado de relaciones públicas de la estatal, no sabía cómo responder sin alterar a la estanciera y sobre todo que le asombraba de sobre manera saber que la dueña de los pozos estaba al tanto de todo y no había forma de ocultar los hechos.

─ ¿Y? ─ apremió Ariza, viéndolo con una ceja alzada al contemplar el desconcierto en el hombre y su falta de recato en no saber disimular la verdad de los hechos.
─ La verdad, no sé cuál fue la razón principal de que Alejandro viajase a Santiago ─ tapó los hechos Héctor. ─ Por que no se me ha informado nada al respecto, pero oídas de pasillo, se dice que el asunto tiene que ver con la funcionaria nueva. Esa que se contrató hace unos meses y que venía de Iquique. Es todo lo que puedo decirle y lo hago, en nombre de la confianza que una vez hubo entre nosotros.
─ Eres un farsante ─ recriminó Ariza duramente. ─ ¿Piensas que me voy a tragar ese cuento barato de no saber nada? Tú no das puntada sin que seas puesto al tanto de cada orden que la oficina central solicita. Así que no me vengas con esas patrañas y dame una solución concreta con respecto a mi petición.
─ Yo solo tengo permitido negociar con respecto a las plantas y su funcionamiento ─ señaló Héctor.
─ Creo que fui bien clara en decirle a esa tal Valeria que solo negociaría con la estatal a cambio de que se presente Bianca Rangel en mi estancia ─ Zanjó de inmediato Ariza. ─ De lo contrario los portones seguirán cerrados.
─ ¡Es que es absurdo lo que pides! ─ despotricó Héctor de solo oír mencionado el nombre de su compañera de trabajo y se tocó la cabeza de lo exasperado que se puso. ─ ¿Acaso has olvidado que fue esa chiquilla que se atrevió a insultarte y que además, no conforme con ello, te empapó completa ese día de lluvia sin un asco que digamos y no se disculpó contigo ¿para que deseas su presencia? ¿Qué tiene que ver en todo este asunto? Es el futuro de Enap del que estamos hablando y no de una recién aparecida, mal educada; que lo único que ha hecho desde que llegó han sido traer dolores de cabeza de a todos nosotros. Por su culpa, nos enfrentamos a ti por su impertinencia.

Cuando han sido 20 años de relación comercial, profesional y de mi parte amistad que se echan por la borda por causa de una atolondrada como ésa.

¡Por favor recapacita! Son muchos años para tirarlos al tacho de la basura por causa de una inepta como Bianca ─ se descargó con molestia y celos Héctor. ─ No veo por dónde tengas que relacionarte con una pobre diabla como ella. No es de tu mundo. Es tan solo una simple empleada nada. Una subalterna. ¿Qué puedes necesitar de ella?, ¿De qué te sirve a ti, Ariza?
─ ¡Manuel! ─ llamó en un grito Ariza con la cara descompuesta.

En menos de lo que canta un gallo, llegó corriendo el susodicho.

─ ¡Mande Patrona! ─ mencionó éste.
─ ¡Sácame a este hombre de aquí! ─ ordenó furiosa la estanciera. ─ ¡Quítamelo de mi presencia antes que le pegue un tiro!
─ ¡Pero Ariza! ─ Se excusó de inmediato Héctor. ─ ¿Qué hecho yo? Para que me trates de ese modo. Solo he venido en representación de Enap a negociar contigo.
─ Has venido a insultarme a mi propia casa y eso es algo que no voy a tolerar más ─ masculló Pedrales, sacando de su gabinete una escopeta y apuntando la el rostro del Enapino. ─ Ustedes han colmado mi paciencia con sus actos y estoy en todo mi derecho de tomar la justicia en mis manos. Voy a darles motivos para que me respeten de una vez por todas.

No fue más que terminó de concluir de hablar cuando un fuerte estampido se escuchó en toda la casa, llegando a remecer los ventanales de casi toda la planta baja de la mansión de la dueña de los pozos.

Decir que el miedo se instaló de sopetón en todo el lugar fue poco y mucho más para los que estaban con la estanciera porque no solo el sonido de la escopeta haciendo explosión tras el martilleó del gatillo y la ráfaga de fuego que se desprendió del fusil y fue de lleno a dar directamente  entre la abertura que dejaban los zapatos de seguridad del Enapino y el piso, quedando como vestigio un forado humeante dejado al paso del proyectil que terminó incrustado en la pared contigua. Dejando con temblores en la mandíbula de ambos hombres al punto que uno de ellos, llegó a orinarse en los pantalones del pavor de sentir la bala dirigirse a su persona y de ver de frente la cara de la muerte.

La estela de pólvora quemada quedó impregnada en la sala y aún se podía percibir el humo salir del cañón de la escopeta que se mantenía firme en su posición de apuntar directo al funcionario de la estatal.
─ Espero lo piensen dos veces antes de venir a meterse a mi casa y osar faltarme el respeto ─ Advirtió inmutable Ariza sin bajar el arma. ─ La próxima bala no será para amedrentarlos sino la que los lleve derechito al patio de los callados. Dile al imbécil de Miranda que no intente pasarse de listo conmigo porque voy a secarles hasta el último pesos que tengan sino traen de vuelta a Bianca hoy mismo. Tienen hasta las  6 de la tarde como plazo final, de lo contrario mi venganza será terrible y no descansaré hasta llevar a la ruina a la estatal y a ustedes dejarlos en la calle más que con lo puesto. ¡Ahora lárgate antes que cambie de idea!

Luego de sobreponerse al susto, el empleado agarró firme del brazo al Enapino y comenzó a sacar al Enapino…

─ ¡Ya oíste a mi patrona! ─ señaló Manuel. ─ andando o te quedarás a besar el sol de las pampas como mortaja.

Héctor fue incapaz de emitir palabra alguna y es que quedo en shock al punto de tener sus manos tan temblorosas que le dificultó poner las llaves en la chapa de la camioneta y que al percatarse Manuel, mandó a uno de sus subalternos a sacar otra camioneta que los escoltara dado que el funcionario de la estatal no estaba apto para conducir.

─ ¡A ver quítese oiga! ─ reprendió Manuel y lo corrió bruscamente de la puerta principal. ─ será mejor que el mioncito (orinarse) se siente al otro lado porque de  seguro se mata.

Luego de subirse ambos hombres a la camioneta Enapina. Manuel, bajo la ventanilla y le dijo a sus hombres…

─ Carlos, avísale a la patrona que voy a dejar a este pobre diablo a la estatal ─ ordenó a uno de sus subalternos y viendo a los otros en el coche continuo, añadió. ─ Ustedes vayan adelante abriendo portones y cerrándolos al terminar de pasar.
─ Como usted diga ─ fue la respuesta de los peones.

Momentos después ambos vehículos cruzaban el portón provisorio de entrada de la estancia los pozos y se iban de lleno por la senda que los llevaría a la empresa petrolera, mejor dicho al campamento de Posesión.

Serían unos 30 minutos aproximados que les tomó dejar la camioneta Enapina, estacionada frente a la garita de los buses y camiones, que una vez dejado en tierra firme, mejor dicho no movible por el estado psicológico que se hallaba Héctor, el empleado de los pozos, fue recogido por el vehículo de la estancia y salieron raudos.

La presencia de la camioneta de la empresa y la otra, no paso desapercibido por funcionarios, quienes salieron raudos al encuentro del delegado de RRHH y mayúsculo fue la sorpresa que se llevaron al ver como aquel fornido hombre temblaba como coctelera producto de los nervios que aún le embargaban.

─ ¿Qué cresta fue lo que le paso a éste loco? ─ fue la exclamación que brotó de los labios de uno de los enapinos.
─ Será mejor que le avisemos de inmediato a Pato, de que Héctor está de regreso ─ convino otro empleado.
─ ¡Vayan con Alejandro igualmente! ─ saltó otro, mientras sus compañeros luchaban por sacar a Héctor de la cabina.

Tuvieron dificultad de sacarlo entre cuatro al fornido Héctor, que a esas alturas era un manojo de nervios y balbuceaban puras incoherencias, producto del disparo que le dieron en casa de la estanciera.

─ ¡A arrechuchas grandes! ─ despotricó un compañero del Cop, al darse cuenta de algo. ─ ¡este huevón se meo!
─ ¡A ver! ─ saltaron los otros tres y quedaron de boca abierta.
─ ¿Qué fue lo que paso allá? Para que este idiota se halla orinado en sus propios pantalones. ─ inquirió con asombro uno de los empleados.
─ Na pos, esta clarito como el agua ─ señaló otro. ─ La Quintrala le hizo honor a su nombre.
─ ¡Mierda de mujer esa! ─ bufó otro de los funcionarios.
─ Nunca ha sido nada bueno que desafíen a esa diabla ─ musitó otro que llegaba al sitio y era uno de los que había advertido hace mucho del precio  a pagar de encarar a la estanciera. ─ ¡Aquí tienen las consecuencias de las que le había dicho! No les gusto apoyar a esa cabra chica. Ahí tienen su paga.
─ Nada tiene que ver Bianca aquí ─ defendió el primero y amigo de la ingeniera. ─ Tuvo solo la mala suerte y desgracia de toparse con la mismísima Quintrala. No fue su culpa. Además, ella la está pasando peor que cualquiera de nosotros. Es a Bianca la que le llueve sobre mojado.
─ Sí, Quizás tengas razón José ─ habló el enemigo de Rangel. ─ Pero fue la misma niñita que tanto defiendes la que abrió su linda boquita y dejo la cagada con la estanciera o ¿me lo vas a negar?  Esta es pega para hombres, no para pinturitas que no saben ni a dónde están paradas.
─ ¡Ya basta! ─ Se escuchó la voz de Alejandro Miranda que venía en compañía de Ata y Patricio. ─ ¿Desde cuándo un hombre cómo tú, Roberto, habla a espaldas de una compañera? Es una mujer ante todo y profesional, más capaz que muchos aquí o debo recordarle a un huevón como tú, ¡que nació de una mujer también!
─ ¡A mí no me venís a salir con una pachotada como esa! ─ confrontó Roberto, endureciendo sus facciones. ─ Llevo más años que tú en esta empresa y no porque seas jefe, te creí mejor que yo. Gánate el respeto de los demás sacándote la chucha  en terreno como lo hicimos nosotros cuando en este lugar no había un ánima que te hiciera compañía. No porque tenis estudios vienes hacerme callar delante de los demás.
─ No voy a discutir contigo tu antigüedad o la mía en la estatal, pero sí, te vas a guardar tus palabras hasta que todo esto haya pasado y sean en Punta Arenas los que decidan quién tiene razón ─ reprendió Alejandro. ─ Mientras eso ocurra al mando estoy yo, y te guste o no tendrás que agachar la cabeza y hacer lo que se te mande. O los sumarios en tu contra van a correr rápido y no creo que quieras mandar tu jubilación al carajo antes de tiempo o ¿me equivoco?
─ ¡Eres un desgraciado! ─ masculló iracundo Roberto y bufando, agregó. ─ Será hasta que Punta Arenas así lo diga. Pero no te confíes cuando andes por la calle porque ahí, tu y yo vamos arreglar esta hueva como hombres ¿me escuchaste?
─ No me voy a esconder, eso te lo aseguro ─ respondió tajantemente Alejandro. ─ Ahora lárgate hacer tu pega.
─ Me voy para no verte más la cara ─ repuso Roberto con el ánimo encendido. ─ Pero controla a esa mierda de chiquilla para que no nos vayamos a quedar sin pega; porque si no te juro que le voy a dar una pateadura y me importa un pito que sea mujer o no.
─ De Bianca me encargo yo ─ zanjó de inmediato Alejandro. ─ Y vos, no se te vaya a olvidar que te pueden acusar de violencia y discriminación contra una mujer y compañera de trabajo. Así que, muérdete la lengua antes de seguir cagandolas.

Un golpe bajo a uno de sus funcionarios es lo que tuvo que hacer el mandamás de Enap, porque las cosas se habían vuelto bien feas y los ánimos estaban para cortarse con Gillette.

─ Esto también les va para todos. ─ señaló Alejandro viendo severamente a sus demás subalternos. ─ Cualquiera que intente decir o hacer algo contra Bianca Rangel, tendrá serios problemas con la jefatura en Punta Arenas y Santiago. Así que, piénseselas dos veces antes de meter las patas y perder todo los años de servicios por lo que han luchado.
─ ¡Ya hombre! ─ convino Pato, tratando de bajar el perfil al asunto porque estaba hecho un polvorín todo el campamento. ─ entendimos el mensaje. Ahora veamos qué fue lo que paso con Héctor. Mira que es una coctelera andante y está todo miado. De seguro que la bruja esa le echó la foca (jerga chilena para decir, que se enojó) y le dio uno de sus cariñitos de costumbre.

Los 8 hombres ahí, presente voltearon a ver a Héctor, que no dijo nada porque era incapaz de balbucear palabra, aún estaba bajo los efectos del shock.

─ ¡Ya van dos! ─ indicó Pato, rascando su frente. ─ ¿cuántos más deberán sufrir las consecuencias antes de que la estanciera quede satisfecha?
─ Veamos que nos dice Héctor y saber qué sucedió. ─ convino Alejandro. ─ Para informar a Punta Arenas.
─ ¡No te hagaí el loco! Sabes muy bien qué quiere esa mujercita ─ acusó Pato.
─ No pasa por mí y lo sabes bien ─ defendió Alejandro. ─ la decisión es de otros, no mía.
─ Yo lo único que te puedo asegurar con todo lo que estoy viendo, es que muchas cabezas van a rodar antes que la Quintrala tenga lo que pidió ─ mencionó Patricio. ─ Y más mal lo va a pasar esa cabra recluida como una vil delincuente.
─ Dejemos que ese tema lo resuelva la oficina central ─ demandó Alejandro. ─ a nosotros nos toca resolver las cosas aquí. Por lo pronto, llevemos a Héctor adentro y pueda decirnos algo.
─ Oka ─ fue la escueta respuesta de Pato, que no dejaba de mover su cabeza pues tenía un mal presentimiento.
─ Ata, anda a buscarle unos pantalones limpios y calzoncillos a Héctor. ─ ordenó Alejandro. ─ No es bueno que siga así y lo agarren para el tandeo los otros idiotas.
─ ¡No ya está jodido! ─ repuso Ata, ─ A éste no lo van a soltar en varios meses.
─ Eso le pasa por besarle tanto el culo a esa tipa ─ reprochó Pato sarcásticamente. ─ No le gustó ser su marioneta y jactarse de poder con ella. ¡Ahí tiene el pago de Chile! A esa fiera no la doma nadie.
─ ¡Ya oh! ─ protestó Alejandro. ─ ¡Déjalo tranquilo! Que tuvo suficiente y aún no se le pasa el susto.
─ Voy a buscar una muda limpia será mejor ─ repuso Ata, entre sonrisas. ─ Si no se nos enferma.
─ ¡Anda! ─ convino Alejandro.
─ ¡Vamos para adentro hombre! ─ dijo Pato, jalando del brazo a Héctor y poder contener sus temblores. ─ ¡Hace  visto tal cosa que un hombre tan fornido como tú, quedé hecho un escuincle!
─ ¡Hablamos de Ariza Pedrales! ─ refutó Alejandro, ayudando desde el otro lado. ─ no es cualquier mujer, Pato.
─ Es la reencarnación del mandinga hecha mujer ─ profirió con despreció éste.

Al buen rato de luchar por avanzar con el delegado de RRHH  hasta llevarlo hasta una de las oficinas principales del Cop. Y después de pasarle prendas nuevas para cambiarse y de darle una taza cargada de café con una pizca de Brandy. Pudieron conseguir hacer hablar a Héctor, que entre lágrimas y pavor, les confesó todo lo que sucedió en casa de la dueña de los pozos.

─ ¡Por la puta madre que lo pario! ─ vociferó Alejandro apretándose la cabeza con las dos manos. ─ ¡Justo ahora!
─ ¡Qué bestia de mujer! ─ coincidió en asombro y palabrotas Patricio. ─ Nos corre a puro tiro esa hija de la…
─ El problema ahora ¿es qué vamos hacer? ─ planteó Atalía. ─ Sabe todo, lo de Santiago y lo que hemos hecho con Bianca. ¡¿Cómo cresta está al tanto de cada paso que damos?!
─ Es lo que me gustaría saber ─ repuso Alejandro.
─ ¡Aquí hay un hocicón que se está yendo de lengua! ─ mencionó Patricio. ─ ¡Por qué no hay otra explicación!
─ Tiene que tener un informante ─ concordó Ata. ─ ¿Pero quién?
─ ¿Cuánta plata le estará pagando al maricón de mierda para que nos venda de esa manera? ─ inquirió un iracundo Patricio, que daba golpe tras golpe en la mesa.
─ ¡Cálmate de una vez! ─ ordenó Alejandro. ─ No vamos a conseguir nada con despotricar entre nosotros. Es justamente lo que Ariza quiere que hagamos, Dividirnos y sacar provecho de eso para jugar sus cartas.
─ ¿Y qué propones entonces? ─ preguntó Pato.
─ Primero llamar a Claudio a Punta Arenas explicando lo sucedido y luego, ir por Bianca según nos indique él ─ sugirió Alejandro.
─ ¿Y qué vamos hacer con la persona que está informando a la dueña de los pozos? ─ inquirió Ata.
─ Nada por el momento ─ explicó Alejandro. ─ vamos a tener que soltar más información y ver quién está soplando cosas del campamento.
─ Yo mismo me voy a encargar de desenmascarar a ese desgraciado y cuando lo agarre le voy a voltear  todos los dientes de la jeta (Hocico) que se gasta ─ bramó Pato.
─ Has lo que se te dé en gana, pero en la ciudad, no aquí ─ reprendió suavemente Alejandro.
─ ¡Ni cagando! ─ refutó Pato. ─ Yo le voy a correr huasca hasta que se me dé hipo y lo voy hacer aquí mismito. Y si me echan, ¡mala cueva!
─ ¡Qué bestias de compañeros me gasto! ─ recriminó Alejandro. ─ Yo retando al otro zopenco y tú no te quedas atrás.
─ Yo me hago cargo de lo que haré ─ repuso Patricio. ─ Tú a lo tuyo e informa al tiro a Punta Arenas.
─ No te olvides que tenemos plazo hasta las 6 ─ indicó Ata. ─ Estamos contra el tiempo.
─ ¡Mierda! ─ refunfuño Alejandro y sacó su celular y se puso hablar con jefe de operaciones de la plana mayor.

Las cosas se iban a poner mucho más complicadas en el campamento de Enap, porque justo una media hora más tarde. Un helicóptero aterrizaba justo en la pista central de posesión y se bajaba tres funcionarios públicos junto con un civil. Dentro de dichos empleados, se haya uno de registro civil, otro del ministerio del interior proveniente de Santiago y el tercero, un fiscal despachado desde la misma corte suprema y además, con ellos se encontraba un pez gordo en materia de negocios.

─ ¡Buenos días Don Marcial! ─ Saludo el empleado que aguardaba junto al vehículo que les vino a recoger.
─ ¡Buenos días Rafael! ─ correspondió Marcial, hermano de Ariza y uno de los empresarios más fuertes en el rubro de la pesca, minería y agricultura. ─ Tardes diría yo (viendo su fino Rolex) porque son las doce en punto.
─ Toda la razón como siempre Don Marcial. ─ repuso Rafael, invitándolos a subir al coche. ─ Mi patrona los está esperando.
─ Llévanos con ella, entonces. ─ indicó Marcial y viendo a sus acompañantes. ─ No debemos hacer esperar a una dama ¿no les parece caballeros?
─ ¡Así es! ─ contestó Carlos Zañartu, fiscal. ─ Es un asunto muy delicado el que debemos resolver con la señorita Ariza Pedrales, muchas cosas están en juego.
─ Tenemos el embajador de España pendiente de este asunto ─ señaló Campos Oñate, delegado del ministerio del interior.
─ ¡Entonces en marcha! ─ instó sutilmente Marcial y complacido de los hechos como se estaban gestando a favor de su hermana.

No bastó repetir la invitación porque los cuatro subieron raudos al automóvil junto a Rafael que hizo de conductor y les fue poniendo al tanto de los sucesos que sucedieron en las pocas horas del día.

Aquello no fue del agrado de ninguno de los hombres y más aún para el hermano de Ariza Pedrales que palpo sus temores hacerse realidad.

─ Como pueden apreciar por lo dicho por el empleado de mi hermana ─ señaló Marcial en forma implacable y duramente. ─ no solo la integridad de Ariza está en riesgo sino todo su emporio, sus tierras y demás está decir que compromete seriamente las relaciones con España al verse perseguido de esta manera un ciudadano suyo.
─ Es muy lamentable lo que está sucediendo a su hermana ─ expuso Campos Oñate. ─ estoy seguro que podremos solucionar esto prontamente y no afectar los intereses de la señorita Pedrales y mucho menos, una relación con la madre España.
─ Escuchemos primeramente lo que debe decir la afectada, es decir, mi hermana ─ refirió Marcial sin más preámbulo.

Concedieron en ello todos y después, el silencio solo se hizo presente. De muy vez en cuando, asomaba la curiosidad por parte de los forasteros en saber más acerca de las pampas y la forma de sobrevivir en una tierra tan inhóspita.

Por su parte en la estancia…

Un aparato telefónico sonaba en la recámara de la dueña de los pozos y fue cogido por la propia estanciera.

─ ¿Qué novedades me tienes? ─ preguntó de frentón Ariza.
─ Ella se encuentra en San Gregorio ─ respondió su informante de Enap.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Ariza. ─ ¿Sabes si porta su móvil con ella?
─ Tengo entendido que sí, fue el propio Atalía que se comunicó con ella hace una hora aproximadamente. ─ indicó el hombre.
─ Haz los arreglos para comunicarme con mi esposa sin que te vean ─ demandó Ariza. ─ Es necesario que esté al tanto en qué situación se encuentra.
─ La van a trasladar mañana a primera hora Punta Arenas ─ confidenció el informante. ─ la dejaran en labores administrativas hasta resolver los asuntos contigo y luego, la enviaran a la planta de Con-Con. Creo que fue muy breve su estadía por aquí.
─ Eso está por verse ─ aseveró Ariza, molesta por los planes de Enap. ─ Ninguno va a separarme de mi esposa.
─ Tendrás que moverte rápido por ella y por mí ─ repuso el Enapino.
─ ¿Qué sucede contigo? ─ inquirió Ariza.
─ Estoy seguro que están al tanto de que alguien los delató dentro de la empresa y esto es solo un anzuelo para hacerte caer a ti ─ explicó el funcionario. ─ de paso, mi cabeza rodará muy pronto.
─ Descuida antes que eso pase, te sacaré de ese lugar y ya tengo en mente un plan para ello─ confidenció en esta oportunidad Ariza. ─ Deja que hablé con mi hermano y te salvaguardaré como lo prometí.
─ Gracias ─ contestó el Enapino.
─ Ahora, contacta a Bianca con el código que ustedes usan y traspásame la llamada ─ demandó Ariza.
─ De inmediato ─ repuso su informante y cortó la llamada.

Mientras en la fría habitación de la segunda planta. Una joven lleva mucho tiempo sumida en sus pensamientos, pues no la han dejado salir de ese caserón antiguo en todo lo que va ya del día. Es como si estuviese recluida en una celda. No podía hacer trabajos en terreno siendo que ahí, estaba una pequeña planta y la refinería adaptada para recibir el crudo que sería embarcado en ese buque tanques de combustible que cada dos semanas hacia su viaje a la V región. Lugar en que se procesa el crudo para convertirlo en petróleo de primera calidad.

Cuando decimos que era una habitación fría es porque lo era, en ese lugar aún no incorporaban el sistema de calefacción central por ser un inmueble de 1870, construido todo en madera y considerado patrimonio, aunque estuviese a manos de la estatal.

Estaba frotando sus manos y darse algo de calor, cuando el celular que estaba en su comodín comenzó a vibrar.

La joven dirigió sus pasos hasta el lugar, lo tomó en sus entumecidas manos y reviso la llamada, no pudo reconocer el número puesto que estaba con sistema de código privado por lo que se dificultó el reconocimiento de la llamada entrante y sin embargo, contestó de todas formas.

─ Diga ─ fue la voz de la joven.
─…─ silencio en respuesta.
─ ¿Quién es? ─ preguntó la joven.
─…─ nuevamente el silencio se presentó.
─ ¡Mierda! ─ fue la exclamación que brotó de los labios de la joven al tener sus manos muy entumecidas por el frío, su aparato celular resbaló y cayó al piso.

Después de levantarlo del piso, frotó sus manos darse calor y evitar que se resbalara su móvil y de prisa revisó si la llamada se mantenía aún.

─ ¿Está ahí? ─ preguntó la muchacha. ─ ¡Conteste!
─ Bianca ─ susurraron al otro lado de la línea. ─ ¿Qué sucede contigo? Te siento triste.
─ ¡Ariza! ─ respondió la joven Rangel al reconocer esa voz─ ¿cómo diste conmigo?
─ Tengo mis métodos ─ contestó la estanciera─ Pero no aún no respondes mi pregunta.
─ Estoy cansada de todo esto, tengo frio y quiero marcharme de este lugar ─ confesó Bianca.
─ ¡Romí! ─ exclamó con pesar Ariza, que presentía que la joven no estaba bien.
─ Ariza, no sigas más con esto te lo pido ─ suplicó Bianca, ─ sé que me advertiste y ha sido culpa mía, pero no debes desquitarte con gente inocente. Piensa en sus familias.
─ ¿Y qué hay de ti? ─ inquirió la estanciera. ─ ¿Es justo lo que te están haciendo pasar con tal de doblarme la mano?
─ No claro que no, pero aquí soy la única responsable de lo que sucede con Enap ─ refirió una cansada Bianca. ─  Para bien o para mal, en ambos lados debo pagar las consecuencias.
─ ¡Decide entonces! ─ instó Ariza. ─ acaba con tu sufrimiento y devuélveles su tranquilidad. A mi Enap. No me interesa ni lo que suceda con su personal. Lo único importante para mí, eres tú y nadie más.
─ ¿Qué pasará con ellos si decido aceptar tus términos? ─ preguntó Bianca, ya asumida de su realidad. ─ En especial Marcela.
─ En el caso de los demás, seguirán con sus vidas como siempre ─ respondió la estanciera. ─ Pero en el caso de Paredes, es diferente.
─ ¿Qué lo hace diferente? ─ inquirió con vivo interés Bianca.
─ Tú. ─ contestó Ariza.
─ ¿Yo? ─ indagó Bianca. ─ ¿A qué te refieres con eso?
─ Ella irá a la cárcel a menos que tú te sacrifiques por ella ─ respondió sin asco Ariza. ─ Aceptando mis términos antes que nada y firmados ante la ley.
─ ¿Cuáles términos? ─ preguntó Bianca. ─ Creí que bastaría que fuera a tu casa y la dejarías en paz.
─ No querida. Eso no es tan simple ─ aclaró Ariza. ─ Quiero que cortes de raíz cualquier vínculo con ella y solo hay una forma de hacerlo.
─ ¿Cuál? ─ inquirió Rangel.
─ Que aceptes ante la ley ser mi esposa ─ respondió sin rodeos Ariza.
─ ¿No serías capaz de una bajeza como esa? ─ preguntó consternada Bianca. ─ No ha sido suficiente en que esté replanteando las cosas y asumir el marcharme de Enap por el bien de mis compañeros y de la empresa, que tienes que pedir el mayor sacrificio aún sabiendo que no deseo tener relación contigo alguna. ¿Por qué lo haces? ¿De qué sirve forzar algo que ya no está presente en mí?
─ Fui muy clara contigo anoche en decirte que tus sentimientos estaban dormidos y eso lo comprobé muy bien estando en tu alcoba ─ mencionó Ariza. ─ fui testigo de lo que tu corazón y cuerpo trataban de decirme a pesar de la negación y obstinación que tú tienes para conmigo. No puedes negar lo que sientes por más que lo intentes.
─ ¡Estás pidiendo demasiado! ─ expuso Bianca, no queriendo discutir más con la estanciera. ─ Puedo hacer lo que me pides de ir a tu estancia y darle vuelta la espalda a Enap, pero volver a unir mi vida contigo, no. Es mucho, no quiero pasar por eso nuevamente. No quiero que vuelvas a lastimarme como lo hiciste en el pasado.
─ Entonces, Paredes continuara en prisión preventiva ─ resolvió impertérrita Ariza. ─ Hasta que sea condenada por intento de homicidio.
─ ¡No puedes hacer eso! ─ reclamó Bianca. ─ Tú sabes que no fue así lo que sucedió en tu casa.
─ Es su palabra contra la mía ─ refutó Ariza sin inmutarse. ─ Lo vuelvo a repetir. Es tu decisión. ¿Es ella o tú?
─ ¿Qué conseguirás con ello? ─ preguntó abatida Bianca.
─ Recuperar lo que antes fue mío y tú me negaste ─ aclaró Ariza. ─ Lo que me quitaste a la fuerza y de la misma forma lo recuperaré. Sentirás en carne propia lo que es ser obligada aceptar un hecho de esa índole. ¡Asume tu verdad al igual que yo lo hice en el pasado?
─ ¡Esto no puede ser una venganza, Ariza! ─ mencionó Bianca.
─ Ojo por ojo y diente por diente, Romí ─ señaló Ariza. ─ Tú lo has querido de ese modo. No olvides que esta guerra la comenzaste tú y mejor que nadie sabes, que soy temible como adversario. Conoces la sangre que corre por mis venas y de lo que somos capaces los gitanos cuando se entrometen con algo que es nuestro.
─ ¡Ariza detente! ─ imploró Bianca. ─ no me obligues a ello. Haré cualquier cosa que me pidas menos esa.
─ Es todo o nada, Bianca ─ demandó enérgica la estanciera. ─  soy gitana y jamás renunciare a lo que me pertenece.
─ No tiene que terminar así ─ se lamentó Bianca, sin poder hacerle cambiar de opinión.
─ ¡Escoge! ─ ordenó Ariza tajantemente. ─ Su libertad o ser nuevamente mi esposa.
─ No bastó con lastimarme en el pasado ─ reprochó una abatida Bianca, que resolvió mentalmente lo que debía hacer. ─ Si no que en este presente sigues torturándome hasta lo indecible, me persigues, haces que recuerde algo que no deseaba hacer, me acosas y me llamas solo para aumentar más mi angustia.  ¡Hazme un favor de ahora en más!
─ Dime ─ instó Ariza, meditando en lo dicho por su Romí.
─ No llames más, porque tus llamadas son espinas y dagas que duelen demasiado en este momento. ─ repuso Bianca. ─ La decisión que tome te hare saber en su minuto.
─ No está en mis manos prometerlo ─ refutó Ariza. ─ Porque soy dueña de todo mi ser, pero no mando en lo que siente mi corazón.

Bianca, no tuvo tiempo de responder porque la estanciera cortó ella misma la llamada. No cabían dudas que ambas estaban pasando un mal momento y les era doloroso enfrentarse de ese modo cuando sabían muy bien que no era eso lo que precisamente les pedían sus corazones.

Instantes después de limpiarse las lágrimas que corrían por su mejilla, la estanciera guardó su aparato celular y quedo con la vista perdida en el escritorio sin atreverse a nada más.

Unos golpes en la puerta la sacan de cuajo de su ensoñación…

─ ¡Adelante! ─ indicó Ariza.
─ Mi señora, llegó su hermano y los funcionarios que mando a llamar ─ indicó la empleada.
─ Gracias. ─ indicó Ariza. ─ Hazlos pasar de inmediato a mi otro despacho.
─ Enseguida, mi señora ─ contestó la sirvienta, saliendo rauda del lugar.
─ Es la hora de apresurar las cosas, Romí ─ murmuró con dientes apretados, Ariza. ─ Muy pronto volverás a mi vida como lo que tienes que ser…Mi esposa.

El destino se escribía en forma impecable y sin margen de errores, que no sean los de los seres humanos en sí, pero todo tiene su justo valor y se encausan por si solos después de aprender la lección.


Ariza, la gitana que vino dispuesta a buscar lo que perdió en la otra vida y Bianca, que se aferra a huir del amor y su destino. Dos verdades, dos sentimientos y un solo corazón.

6 comentarios:

Saori dijo...

gracias x este maravillo capítulo

Saori dijo...

gracias x este maravillo capítulo

Alexsa dijo...

Ariza esta empecinada en lograr su objetivo, esta mortal todas las acciones que esta llevando, le acarreará esto alguna consecuencia o todo saldrá como se le da la gana.
Esta genial el cap cx, gracias ❤
Que este excelentemente c:

gwen1991 dijo...

Ojala todo salga como se le da la gana pa no dejarle escapatoria a bianca y la vuelva a tener de nuevo junto a ella..

susanaivette_ dijo...

OMG estoy super emocionada necesito mas por fa

Delfi Castillo dijo...

Me perdí por bastante tiempo y me encuentro con varios capítulos por leer de tus maravillosas historias-genial-*.* *.*
Un buen capítulo como siempre aunque con algo de drama por esta gente que ni uno ni otro quiere dar su brazo a torcer.Veremos en que termina todo este rollo y yo continuare con la lectura.Nos vemos y que estés bien..

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