Capítulo 12 Contra cara
─ Ariza ─ Balbuceó a duras penas Héctor. ─ Es…Es…
¡Es Inaudito todo esto!
─ ¡¿Así?! ─ Ironizó la estanciera y viéndolo con
un semblante de muy pocos amigos, prosiguió con sus afirmaciones. ─ Aclaremos
esto primeramente. De ahora en adelante, te dirigirás a mí, como Señorita
Pedrales, se acabaron las confianzas entre nosotros. Segundo, ustedes se
convirtieron en mis enemigos al momento de que osaron venir a mi casa y
faltarme el respeto con una de sus funcionarias. Tercero, yo no tengo ningún
vínculo de amistad con ustedes o relación personales, simplemente son un asunto
de negocios nadas más. En los que ustedes me pagan el derecho a suelo por usar
mis tierras para hacer su trabajo.
Cuarto, los tratados que se firmaron me facultan
de inmediato a cerrarles el paso a mis tierras en caso de ver afectados mis
intereses; por lo tanto, no estoy incurriendo en ninguna falta o atropello a
sus intereses comerciales.
Quinto, llevan mucho tiempo queriendo pasarme
gatos por liebres haciéndose pasar por víctimas cuando han atropellado y matado
a varias de mis ovejas dejándolas varadas en la playa y ocultando su delito.
¿Qué se creen ustedes al verme la cara? ¡Qué no me daba cuenta de la pérdida! A
mí no se me escapa nada, tengo ojos en todas partes y a diferencia de ustedes,
no cubro mis huellas.
Ahora, se piensan que pueden venir aquí como si
nada. Exigiendo que les abra los portones o de lo contrario legitimaran la
demanda en mi contra que están tramitando en Santiago, ¿porque esa fue la
finalidad con que viajó Alejandro a la capital? O ¿Me equivoco? ─ Concluyó el
discurso Ariza con una aplastante realidad.
─ Ariza ¡No es lo que tú piensas! ─ trató de bajar
el perfil Héctor.
─ ¡Señorita Pedrales para ti! ─ exigió Ariza.
─ ¡Lo siento! Señorita Pedrales ─ corrigió sin más
el funcionario de Enap.
─ ¡Ya no entendemos! ─ se jactó Ariza sin una
pisca de asco. ─ ¿Decías entonces?
El encargado de relaciones públicas de la estatal,
no sabía cómo responder sin alterar a la estanciera y sobre todo que le
asombraba de sobre manera saber que la dueña de los pozos estaba al tanto de
todo y no había forma de ocultar los hechos.
─ ¿Y? ─ apremió Ariza, viéndolo con una ceja
alzada al contemplar el desconcierto en el hombre y su falta de recato en no
saber disimular la verdad de los hechos.
─ La verdad, no sé cuál fue la razón principal de
que Alejandro viajase a Santiago ─ tapó los hechos Héctor. ─ Por que no se me
ha informado nada al respecto, pero oídas de pasillo, se dice que el asunto
tiene que ver con la funcionaria nueva. Esa que se contrató hace unos meses y
que venía de Iquique. Es todo lo que puedo decirle y lo hago, en nombre de la
confianza que una vez hubo entre nosotros.
─ Eres un farsante ─ recriminó Ariza duramente. ─
¿Piensas que me voy a tragar ese cuento barato de no saber nada? Tú no das
puntada sin que seas puesto al tanto de cada orden que la oficina central solicita.
Así que no me vengas con esas patrañas y dame una solución concreta con
respecto a mi petición.
─ Yo solo tengo permitido negociar con respecto a
las plantas y su funcionamiento ─ señaló Héctor.
─ Creo que fui bien clara en decirle a esa tal
Valeria que solo negociaría con la estatal a cambio de que se presente Bianca
Rangel en mi estancia ─ Zanjó de inmediato Ariza. ─ De lo contrario los
portones seguirán cerrados.
─ ¡Es que es absurdo lo que pides! ─ despotricó
Héctor de solo oír mencionado el nombre de su compañera de trabajo y se tocó la
cabeza de lo exasperado que se puso. ─ ¿Acaso has olvidado que fue esa
chiquilla que se atrevió a insultarte y que además, no conforme con ello, te
empapó completa ese día de lluvia sin un asco que digamos y no se disculpó
contigo ¿para que deseas su presencia? ¿Qué tiene que ver en todo este asunto?
Es el futuro de Enap del que estamos hablando y no de una recién aparecida, mal
educada; que lo único que ha hecho desde que llegó han sido traer dolores de
cabeza de a todos nosotros. Por su culpa, nos enfrentamos a ti por su
impertinencia.
Cuando han sido 20 años de relación comercial,
profesional y de mi parte amistad que se echan por la borda por causa de una
atolondrada como ésa.
¡Por favor recapacita! Son muchos años para
tirarlos al tacho de la basura por causa de una inepta como Bianca ─ se
descargó con molestia y celos Héctor. ─ No veo por dónde tengas que
relacionarte con una pobre diabla como ella. No es de tu mundo. Es tan solo una
simple empleada nada. Una subalterna. ¿Qué puedes necesitar de ella?, ¿De qué
te sirve a ti, Ariza?
─ ¡Manuel! ─ llamó en un grito Ariza con la cara
descompuesta.
En menos de lo que canta un gallo, llegó corriendo
el susodicho.
─ ¡Mande Patrona! ─ mencionó éste.
─ ¡Sácame a este hombre de aquí! ─ ordenó furiosa
la estanciera. ─ ¡Quítamelo de mi presencia antes que le pegue un tiro!
─ ¡Pero Ariza! ─ Se excusó de inmediato Héctor. ─
¿Qué hecho yo? Para que me trates de ese modo. Solo he venido en representación
de Enap a negociar contigo.
─ Has venido a insultarme a mi propia casa y eso
es algo que no voy a tolerar más ─ masculló Pedrales, sacando de su gabinete
una escopeta y apuntando la el rostro del Enapino. ─ Ustedes han colmado mi
paciencia con sus actos y estoy en todo mi derecho de tomar la justicia en mis
manos. Voy a darles motivos para que me respeten de una vez por todas.
No fue más que terminó de concluir de hablar
cuando un fuerte estampido se escuchó en toda la casa, llegando a remecer los
ventanales de casi toda la planta baja de la mansión de la dueña de los pozos.
Decir que el miedo se instaló de sopetón en todo
el lugar fue poco y mucho más para los que estaban con la estanciera porque no
solo el sonido de la escopeta haciendo explosión tras el martilleó del gatillo
y la ráfaga de fuego que se desprendió del fusil y fue de lleno a dar
directamente entre la abertura que
dejaban los zapatos de seguridad del Enapino y el piso, quedando como vestigio
un forado humeante dejado al paso del proyectil que terminó incrustado en la
pared contigua. Dejando con temblores en la mandíbula de ambos hombres al punto
que uno de ellos, llegó a orinarse en los pantalones del pavor de sentir la
bala dirigirse a su persona y de ver de frente la cara de la muerte.
La estela de pólvora quemada quedó impregnada en
la sala y aún se podía percibir el humo salir del cañón de la escopeta que se
mantenía firme en su posición de apuntar directo al funcionario de la estatal.
─ Espero lo piensen dos veces antes de venir a
meterse a mi casa y osar faltarme el respeto ─ Advirtió inmutable Ariza sin
bajar el arma. ─ La próxima bala no será para amedrentarlos sino la que los
lleve derechito al patio de los callados. Dile al imbécil de Miranda que no
intente pasarse de listo conmigo porque voy a secarles hasta el último pesos
que tengan sino traen de vuelta a Bianca hoy mismo. Tienen hasta las 6 de la tarde como plazo final, de lo
contrario mi venganza será terrible y no descansaré hasta llevar a la ruina a
la estatal y a ustedes dejarlos en la calle más que con lo puesto. ¡Ahora
lárgate antes que cambie de idea!
Luego de sobreponerse al susto, el empleado agarró
firme del brazo al Enapino y comenzó a sacar al Enapino…
─ ¡Ya oíste a mi patrona! ─ señaló Manuel. ─
andando o te quedarás a besar el sol de las pampas como mortaja.
Héctor fue incapaz de emitir palabra alguna y es
que quedo en shock al punto de tener sus manos tan temblorosas que le dificultó
poner las llaves en la chapa de la camioneta y que al percatarse Manuel, mandó
a uno de sus subalternos a sacar otra camioneta que los escoltara dado que el
funcionario de la estatal no estaba apto para conducir.
─ ¡A ver quítese oiga! ─ reprendió Manuel y lo
corrió bruscamente de la puerta principal. ─ será mejor que el mioncito (orinarse)
se siente al otro lado porque de seguro
se mata.
Luego de subirse ambos hombres a la camioneta
Enapina. Manuel, bajo la ventanilla y le dijo a sus hombres…
─ Carlos, avísale a la patrona que voy a dejar a
este pobre diablo a la estatal ─ ordenó a uno de sus subalternos y viendo a los
otros en el coche continuo, añadió. ─ Ustedes vayan adelante abriendo portones
y cerrándolos al terminar de pasar.
─ Como usted diga ─ fue la respuesta de los
peones.
Momentos después ambos vehículos cruzaban el
portón provisorio de entrada de la estancia los pozos y se iban de lleno por la
senda que los llevaría a la empresa petrolera, mejor dicho al campamento de
Posesión.
Serían unos 30 minutos aproximados que les tomó dejar
la camioneta Enapina, estacionada frente a la garita de los buses y camiones,
que una vez dejado en tierra firme, mejor dicho no movible por el estado
psicológico que se hallaba Héctor, el empleado de los pozos, fue recogido por
el vehículo de la estancia y salieron raudos.
La presencia de la camioneta de la empresa y la
otra, no paso desapercibido por funcionarios, quienes salieron raudos al
encuentro del delegado de RRHH y mayúsculo fue la sorpresa que se llevaron al
ver como aquel fornido hombre temblaba como coctelera producto de los nervios
que aún le embargaban.
─ ¿Qué cresta fue lo que le paso a éste loco? ─
fue la exclamación que brotó de los labios de uno de los enapinos.
─ Será mejor que le avisemos de inmediato a Pato,
de que Héctor está de regreso ─ convino otro empleado.
─ ¡Vayan con Alejandro igualmente! ─ saltó otro,
mientras sus compañeros luchaban por sacar a Héctor de la cabina.
Tuvieron dificultad de sacarlo entre cuatro al
fornido Héctor, que a esas alturas era un manojo de nervios y balbuceaban puras
incoherencias, producto del disparo que le dieron en casa de la estanciera.
─ ¡A arrechuchas grandes! ─ despotricó un
compañero del Cop, al darse cuenta de algo. ─ ¡este huevón se meo!
─ ¡A ver! ─ saltaron los otros tres y quedaron de
boca abierta.
─ ¿Qué fue lo que paso allá? Para que este idiota
se halla orinado en sus propios pantalones. ─ inquirió con asombro uno de los
empleados.
─ Na pos, esta clarito como el agua ─ señaló otro.
─ La Quintrala le hizo honor a su nombre.
─ ¡Mierda de mujer esa! ─ bufó otro de los
funcionarios.
─ Nunca ha sido nada bueno que desafíen a esa
diabla ─ musitó otro que llegaba al sitio y era uno de los que había advertido
hace mucho del precio a pagar de encarar
a la estanciera. ─ ¡Aquí tienen las consecuencias de las que le había dicho! No
les gusto apoyar a esa cabra chica. Ahí tienen su paga.
─ Nada tiene que ver Bianca aquí ─ defendió el
primero y amigo de la ingeniera. ─ Tuvo solo la mala suerte y desgracia de
toparse con la mismísima Quintrala. No fue su culpa. Además, ella la está
pasando peor que cualquiera de nosotros. Es a Bianca la que le llueve sobre
mojado.
─ Sí, Quizás tengas razón José ─ habló el enemigo
de Rangel. ─ Pero fue la misma niñita que tanto defiendes la que abrió su linda
boquita y dejo la cagada con la estanciera o ¿me lo vas a negar? Esta es pega para hombres, no para pinturitas
que no saben ni a dónde están paradas.
─ ¡Ya basta! ─ Se escuchó la voz de Alejandro
Miranda que venía en compañía de Ata y Patricio. ─ ¿Desde cuándo un hombre cómo
tú, Roberto, habla a espaldas de una compañera? Es una mujer ante todo y
profesional, más capaz que muchos aquí o debo recordarle a un huevón como tú,
¡que nació de una mujer también!
─ ¡A mí no me venís a salir con una pachotada como
esa! ─ confrontó Roberto, endureciendo sus facciones. ─ Llevo más años que tú
en esta empresa y no porque seas jefe, te creí mejor que yo. Gánate el respeto
de los demás sacándote la chucha en
terreno como lo hicimos nosotros cuando en este lugar no había un ánima que te
hiciera compañía. No porque tenis estudios vienes hacerme callar delante de los
demás.
─ No voy a discutir contigo tu antigüedad o la mía
en la estatal, pero sí, te vas a guardar tus palabras hasta que todo esto haya
pasado y sean en Punta Arenas los que decidan quién tiene razón ─ reprendió
Alejandro. ─ Mientras eso ocurra al mando estoy yo, y te guste o no tendrás que
agachar la cabeza y hacer lo que se te mande. O los sumarios en tu contra van a
correr rápido y no creo que quieras mandar tu jubilación al carajo antes de
tiempo o ¿me equivoco?
─ ¡Eres un desgraciado! ─ masculló iracundo
Roberto y bufando, agregó. ─ Será hasta que Punta Arenas así lo diga. Pero no
te confíes cuando andes por la calle porque ahí, tu y yo vamos arreglar esta
hueva como hombres ¿me escuchaste?
─ No me voy a esconder, eso te lo aseguro ─
respondió tajantemente Alejandro. ─ Ahora lárgate hacer tu pega.
─ Me voy para no verte más la cara ─ repuso
Roberto con el ánimo encendido. ─ Pero controla a esa mierda de chiquilla para
que no nos vayamos a quedar sin pega; porque si no te juro que le voy a dar una
pateadura y me importa un pito que sea mujer o no.
─ De Bianca me encargo yo ─ zanjó de inmediato
Alejandro. ─ Y vos, no se te vaya a olvidar que te pueden acusar de violencia y
discriminación contra una mujer y compañera de trabajo. Así que, muérdete la
lengua antes de seguir cagandolas.
Un golpe bajo a uno de sus funcionarios es lo que
tuvo que hacer el mandamás de Enap, porque las cosas se habían vuelto bien feas
y los ánimos estaban para cortarse con Gillette.
─ Esto también les va para todos. ─ señaló
Alejandro viendo severamente a sus demás subalternos. ─ Cualquiera que intente
decir o hacer algo contra Bianca Rangel, tendrá serios problemas con la
jefatura en Punta Arenas y Santiago. Así que, piénseselas dos veces antes de
meter las patas y perder todo los años de servicios por lo que han luchado.
─ ¡Ya hombre! ─ convino Pato, tratando de bajar el
perfil al asunto porque estaba hecho un polvorín todo el campamento. ─
entendimos el mensaje. Ahora veamos qué fue lo que paso con Héctor. Mira que es
una coctelera andante y está todo miado. De seguro que la bruja esa le echó la foca
(jerga chilena para decir, que se enojó) y le dio uno de sus cariñitos de
costumbre.
Los 8 hombres ahí, presente voltearon a ver a
Héctor, que no dijo nada porque era incapaz de balbucear palabra, aún estaba
bajo los efectos del shock.
─ ¡Ya van dos! ─ indicó Pato, rascando su frente. ─
¿cuántos más deberán sufrir las consecuencias antes de que la estanciera quede
satisfecha?
─ Veamos que nos dice Héctor y saber qué sucedió. ─
convino Alejandro. ─ Para informar a Punta Arenas.
─ ¡No te hagaí el loco! Sabes muy bien qué quiere
esa mujercita ─ acusó Pato.
─ No pasa por mí y lo sabes bien ─ defendió
Alejandro. ─ la decisión es de otros, no mía.
─ Yo lo único que te puedo asegurar con todo lo
que estoy viendo, es que muchas cabezas van a rodar antes que la Quintrala
tenga lo que pidió ─ mencionó Patricio. ─ Y más mal lo va a pasar esa cabra
recluida como una vil delincuente.
─ Dejemos que ese tema lo resuelva la oficina
central ─ demandó Alejandro. ─ a nosotros nos toca resolver las cosas aquí. Por
lo pronto, llevemos a Héctor adentro y pueda decirnos algo.
─ Oka ─ fue la escueta respuesta de Pato, que no
dejaba de mover su cabeza pues tenía un mal presentimiento.
─ Ata, anda a buscarle unos pantalones limpios y
calzoncillos a Héctor. ─ ordenó Alejandro. ─ No es bueno que siga así y lo
agarren para el tandeo los otros idiotas.
─ ¡No ya está jodido! ─ repuso Ata, ─ A éste no lo
van a soltar en varios meses.
─ Eso le pasa por besarle tanto el culo a esa tipa
─ reprochó Pato sarcásticamente. ─ No le gustó ser su marioneta y jactarse de
poder con ella. ¡Ahí tiene el pago de Chile! A esa fiera no la doma nadie.
─ ¡Ya oh! ─ protestó Alejandro. ─ ¡Déjalo
tranquilo! Que tuvo suficiente y aún no se le pasa el susto.
─ Voy a buscar una muda limpia será mejor ─ repuso
Ata, entre sonrisas. ─ Si no se nos enferma.
─ ¡Anda! ─ convino Alejandro.
─ ¡Vamos para adentro hombre! ─ dijo Pato, jalando
del brazo a Héctor y poder contener sus temblores. ─ ¡Hace visto tal cosa que un hombre tan fornido como
tú, quedé hecho un escuincle!
─ ¡Hablamos de Ariza Pedrales! ─ refutó Alejandro,
ayudando desde el otro lado. ─ no es cualquier mujer, Pato.
─ Es la reencarnación del mandinga hecha mujer ─
profirió con despreció éste.
Al buen rato de luchar por avanzar con el delegado
de RRHH hasta llevarlo hasta una de las
oficinas principales del Cop. Y después de pasarle prendas nuevas para
cambiarse y de darle una taza cargada de café con una pizca de Brandy. Pudieron
conseguir hacer hablar a Héctor, que entre lágrimas y pavor, les confesó todo
lo que sucedió en casa de la dueña de los pozos.
─ ¡Por la puta madre que lo pario! ─ vociferó
Alejandro apretándose la cabeza con las dos manos. ─ ¡Justo ahora!
─ ¡Qué bestia de mujer! ─ coincidió en asombro y
palabrotas Patricio. ─ Nos corre a puro tiro esa hija de la…
─ El problema ahora ¿es qué vamos hacer? ─ planteó
Atalía. ─ Sabe todo, lo de Santiago y lo que hemos hecho con Bianca. ¡¿Cómo
cresta está al tanto de cada paso que damos?!
─ Es lo que me gustaría saber ─ repuso Alejandro.
─ ¡Aquí hay un hocicón que se está yendo de
lengua! ─ mencionó Patricio. ─ ¡Por qué no hay otra explicación!
─ Tiene que tener un informante ─ concordó Ata. ─
¿Pero quién?
─ ¿Cuánta plata le estará pagando al maricón de
mierda para que nos venda de esa manera? ─ inquirió un iracundo Patricio, que
daba golpe tras golpe en la mesa.
─ ¡Cálmate de una vez! ─ ordenó Alejandro. ─ No
vamos a conseguir nada con despotricar entre nosotros. Es justamente lo que
Ariza quiere que hagamos, Dividirnos y sacar provecho de eso para jugar sus
cartas.
─ ¿Y qué propones entonces? ─ preguntó Pato.
─ Primero llamar a Claudio a Punta Arenas
explicando lo sucedido y luego, ir por Bianca según nos indique él ─ sugirió
Alejandro.
─ ¿Y qué vamos hacer con la persona que está
informando a la dueña de los pozos? ─ inquirió Ata.
─ Nada por el momento ─ explicó Alejandro. ─ vamos
a tener que soltar más información y ver quién está soplando cosas del
campamento.
─ Yo mismo me voy a encargar de desenmascarar a
ese desgraciado y cuando lo agarre le voy a voltear todos los dientes de la jeta (Hocico) que se
gasta ─ bramó Pato.
─ Has lo que se te dé en gana, pero en la ciudad,
no aquí ─ reprendió suavemente Alejandro.
─ ¡Ni cagando! ─ refutó Pato. ─ Yo le voy a correr
huasca hasta que se me dé hipo y lo voy hacer aquí mismito. Y si me echan,
¡mala cueva!
─ ¡Qué bestias de compañeros me gasto! ─ recriminó
Alejandro. ─ Yo retando al otro zopenco y tú no te quedas atrás.
─ Yo me hago cargo de lo que haré ─ repuso
Patricio. ─ Tú a lo tuyo e informa al tiro a Punta Arenas.
─ No te olvides que tenemos plazo hasta las 6 ─
indicó Ata. ─ Estamos contra el tiempo.
─ ¡Mierda! ─ refunfuño Alejandro y sacó su celular
y se puso hablar con jefe de operaciones de la plana mayor.
Las cosas se iban a poner mucho más complicadas en
el campamento de Enap, porque justo una media hora más tarde. Un helicóptero
aterrizaba justo en la pista central de posesión y se bajaba tres funcionarios
públicos junto con un civil. Dentro de dichos empleados, se haya uno de
registro civil, otro del ministerio del interior proveniente de Santiago y el
tercero, un fiscal despachado desde la misma corte suprema y además, con ellos
se encontraba un pez gordo en materia de negocios.
─ ¡Buenos días Don Marcial! ─ Saludo el empleado
que aguardaba junto al vehículo que les vino a recoger.
─ ¡Buenos días Rafael! ─ correspondió Marcial,
hermano de Ariza y uno de los empresarios más fuertes en el rubro de la pesca,
minería y agricultura. ─ Tardes diría yo (viendo su fino Rolex) porque son las
doce en punto.
─ Toda la razón como siempre Don Marcial. ─ repuso
Rafael, invitándolos a subir al coche. ─ Mi patrona los está esperando.
─ Llévanos con ella, entonces. ─ indicó Marcial y
viendo a sus acompañantes. ─ No debemos hacer esperar a una dama ¿no les parece
caballeros?
─ ¡Así es! ─ contestó Carlos Zañartu, fiscal. ─ Es
un asunto muy delicado el que debemos resolver con la señorita Ariza Pedrales,
muchas cosas están en juego.
─ Tenemos el embajador de España pendiente de este
asunto ─ señaló Campos Oñate, delegado del ministerio del interior.
─ ¡Entonces en marcha! ─ instó sutilmente Marcial
y complacido de los hechos como se estaban gestando a favor de su hermana.
No bastó repetir la invitación porque los cuatro
subieron raudos al automóvil junto a Rafael que hizo de conductor y les fue
poniendo al tanto de los sucesos que sucedieron en las pocas horas del día.
Aquello no fue del agrado de ninguno de los
hombres y más aún para el hermano de Ariza Pedrales que palpo sus temores
hacerse realidad.
─ Como pueden apreciar por lo dicho por el
empleado de mi hermana ─ señaló Marcial en forma implacable y duramente. ─ no
solo la integridad de Ariza está en riesgo sino todo su emporio, sus tierras y
demás está decir que compromete seriamente las relaciones con España al verse
perseguido de esta manera un ciudadano suyo.
─ Es muy lamentable lo que está sucediendo a su
hermana ─ expuso Campos Oñate. ─ estoy seguro que podremos solucionar esto
prontamente y no afectar los intereses de la señorita Pedrales y mucho menos,
una relación con la madre España.
─ Escuchemos primeramente lo que debe decir la
afectada, es decir, mi hermana ─ refirió Marcial sin más preámbulo.
Concedieron en ello todos y después, el silencio
solo se hizo presente. De muy vez en cuando, asomaba la curiosidad por parte de
los forasteros en saber más acerca de las pampas y la forma de sobrevivir en
una tierra tan inhóspita.
Por su parte en la estancia…
Un aparato telefónico sonaba en la recámara de la
dueña de los pozos y fue cogido por la propia estanciera.
─ ¿Qué novedades me tienes? ─ preguntó de frentón
Ariza.
─ Ella se encuentra en San Gregorio ─ respondió su
informante de Enap.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Ariza. ─ ¿Sabes si porta su
móvil con ella?
─ Tengo entendido que sí, fue el propio Atalía que
se comunicó con ella hace una hora aproximadamente. ─ indicó el hombre.
─ Haz los arreglos para comunicarme con mi esposa
sin que te vean ─ demandó Ariza. ─ Es necesario que esté al tanto en qué
situación se encuentra.
─ La van a trasladar mañana a primera hora Punta
Arenas ─ confidenció el informante. ─ la dejaran en labores administrativas
hasta resolver los asuntos contigo y luego, la enviaran a la planta de Con-Con.
Creo que fue muy breve su estadía por aquí.
─ Eso está por verse ─ aseveró Ariza, molesta por
los planes de Enap. ─ Ninguno va a separarme de mi esposa.
─ Tendrás que moverte rápido por ella y por mí ─
repuso el Enapino.
─ ¿Qué sucede contigo? ─ inquirió Ariza.
─ Estoy seguro que están al tanto de que alguien
los delató dentro de la empresa y esto es solo un anzuelo para hacerte caer a
ti ─ explicó el funcionario. ─ de paso, mi cabeza rodará muy pronto.
─ Descuida antes que eso pase, te sacaré de ese
lugar y ya tengo en mente un plan para ello─ confidenció en esta oportunidad
Ariza. ─ Deja que hablé con mi hermano y te salvaguardaré como lo prometí.
─ Gracias ─ contestó el Enapino.
─ Ahora, contacta a Bianca con el código que
ustedes usan y traspásame la llamada ─ demandó Ariza.
─ De inmediato ─ repuso su informante y cortó la
llamada.
Mientras en la fría habitación de la segunda
planta. Una joven lleva mucho tiempo sumida en sus pensamientos, pues no la han
dejado salir de ese caserón antiguo en todo lo que va ya del día. Es como si
estuviese recluida en una celda. No podía hacer trabajos en terreno siendo que
ahí, estaba una pequeña planta y la refinería adaptada para recibir el crudo
que sería embarcado en ese buque tanques de combustible que cada dos semanas
hacia su viaje a la V región. Lugar en que se procesa el crudo para convertirlo
en petróleo de primera calidad.
Cuando decimos que era una habitación fría es
porque lo era, en ese lugar aún no incorporaban el sistema de calefacción
central por ser un inmueble de 1870, construido todo en madera y considerado
patrimonio, aunque estuviese a manos de la estatal.
Estaba frotando sus manos y darse algo de calor,
cuando el celular que estaba en su comodín comenzó a vibrar.
La joven dirigió sus pasos hasta el lugar, lo tomó
en sus entumecidas manos y reviso la llamada, no pudo reconocer el número
puesto que estaba con sistema de código privado por lo que se dificultó el
reconocimiento de la llamada entrante y sin embargo, contestó de todas formas.
─ Diga ─ fue la voz de la joven.
─…─ silencio en respuesta.
─ ¿Quién es? ─ preguntó la joven.
─…─ nuevamente el silencio se presentó.
─ ¡Mierda! ─ fue la exclamación que brotó de los
labios de la joven al tener sus manos muy entumecidas por el frío, su aparato
celular resbaló y cayó al piso.
Después de levantarlo del piso, frotó sus manos
darse calor y evitar que se resbalara su móvil y de prisa revisó si la llamada
se mantenía aún.
─ ¿Está ahí? ─ preguntó la muchacha. ─ ¡Conteste!
─ Bianca ─ susurraron al otro lado de la línea. ─
¿Qué sucede contigo? Te siento triste.
─ ¡Ariza! ─ respondió la joven Rangel al reconocer
esa voz─ ¿cómo diste conmigo?
─ Tengo mis métodos ─ contestó la estanciera─ Pero
no aún no respondes mi pregunta.
─ Estoy cansada de todo esto, tengo frio y quiero
marcharme de este lugar ─ confesó Bianca.
─ ¡Romí! ─ exclamó con pesar Ariza, que presentía
que la joven no estaba bien.
─ Ariza, no sigas más con esto te lo pido ─ suplicó
Bianca, ─ sé que me advertiste y ha sido culpa mía, pero no debes desquitarte
con gente inocente. Piensa en sus familias.
─ ¿Y qué hay de ti? ─ inquirió la estanciera. ─
¿Es justo lo que te están haciendo pasar con tal de doblarme la mano?
─ No claro que no, pero aquí soy la única
responsable de lo que sucede con Enap ─ refirió una cansada Bianca. ─ Para bien o para mal, en ambos lados debo
pagar las consecuencias.
─ ¡Decide entonces! ─ instó Ariza. ─ acaba con tu
sufrimiento y devuélveles su tranquilidad. A mi Enap. No me interesa ni lo que
suceda con su personal. Lo único importante para mí, eres tú y nadie más.
─ ¿Qué pasará con ellos si decido aceptar tus
términos? ─ preguntó Bianca, ya asumida de su realidad. ─ En especial Marcela.
─ En el caso de los demás, seguirán con sus vidas
como siempre ─ respondió la estanciera. ─ Pero en el caso de Paredes, es
diferente.
─ ¿Qué lo hace diferente? ─ inquirió con vivo
interés Bianca.
─ Tú. ─ contestó Ariza.
─ ¿Yo? ─ indagó Bianca. ─ ¿A qué te refieres con
eso?
─ Ella irá a la cárcel a menos que tú te
sacrifiques por ella ─ respondió sin asco Ariza. ─ Aceptando mis términos antes
que nada y firmados ante la ley.
─ ¿Cuáles términos? ─ preguntó Bianca. ─ Creí que
bastaría que fuera a tu casa y la dejarías en paz.
─ No querida. Eso no es tan simple ─ aclaró Ariza.
─ Quiero que cortes de raíz cualquier vínculo con ella y solo hay una forma de
hacerlo.
─ ¿Cuál? ─ inquirió Rangel.
─ Que aceptes ante la ley ser mi esposa ─
respondió sin rodeos Ariza.
─ ¿No serías capaz de una bajeza como esa? ─
preguntó consternada Bianca. ─ No ha sido suficiente en que esté replanteando
las cosas y asumir el marcharme de Enap por el bien de mis compañeros y de la
empresa, que tienes que pedir el mayor sacrificio aún sabiendo que no deseo
tener relación contigo alguna. ¿Por qué lo haces? ¿De qué sirve forzar algo que
ya no está presente en mí?
─ Fui muy clara contigo anoche en decirte que tus
sentimientos estaban dormidos y eso lo comprobé muy bien estando en tu alcoba ─
mencionó Ariza. ─ fui testigo de lo que tu corazón y cuerpo trataban de decirme
a pesar de la negación y obstinación que tú tienes para conmigo. No puedes
negar lo que sientes por más que lo intentes.
─ ¡Estás pidiendo demasiado! ─ expuso Bianca, no
queriendo discutir más con la estanciera. ─ Puedo hacer lo que me pides de ir a
tu estancia y darle vuelta la espalda a Enap, pero volver a unir mi vida
contigo, no. Es mucho, no quiero pasar por eso nuevamente. No quiero que
vuelvas a lastimarme como lo hiciste en el pasado.
─ Entonces, Paredes continuara en prisión
preventiva ─ resolvió impertérrita Ariza. ─ Hasta que sea condenada por intento
de homicidio.
─ ¡No puedes hacer eso! ─ reclamó Bianca. ─ Tú
sabes que no fue así lo que sucedió en tu casa.
─ Es su palabra contra la mía ─ refutó Ariza sin
inmutarse. ─ Lo vuelvo a repetir. Es tu decisión. ¿Es ella o tú?
─ ¿Qué conseguirás con ello? ─ preguntó abatida
Bianca.
─ Recuperar lo que antes fue mío y tú me negaste ─
aclaró Ariza. ─ Lo que me quitaste a la fuerza y de la misma forma lo
recuperaré. Sentirás en carne propia lo que es ser obligada aceptar un hecho de
esa índole. ¡Asume tu verdad al igual que yo lo hice en el pasado?
─ ¡Esto no puede ser una venganza, Ariza! ─
mencionó Bianca.
─ Ojo por ojo y diente por diente, Romí ─ señaló
Ariza. ─ Tú lo has querido de ese modo. No olvides que esta guerra la
comenzaste tú y mejor que nadie sabes, que soy temible como adversario. Conoces
la sangre que corre por mis venas y de lo que somos capaces los gitanos cuando
se entrometen con algo que es nuestro.
─ ¡Ariza detente! ─ imploró Bianca. ─ no me
obligues a ello. Haré cualquier cosa que me pidas menos esa.
─ Es todo o nada, Bianca ─ demandó enérgica la
estanciera. ─ soy gitana y jamás
renunciare a lo que me pertenece.
─ No tiene que terminar así ─ se lamentó Bianca,
sin poder hacerle cambiar de opinión.
─ ¡Escoge! ─ ordenó Ariza tajantemente. ─ Su
libertad o ser nuevamente mi esposa.
─ No bastó con lastimarme en el pasado ─ reprochó
una abatida Bianca, que resolvió mentalmente lo que debía hacer. ─ Si no que en
este presente sigues torturándome hasta lo indecible, me persigues, haces que
recuerde algo que no deseaba hacer, me acosas y me llamas solo para aumentar
más mi angustia. ¡Hazme un favor de
ahora en más!
─ Dime ─ instó Ariza, meditando en lo dicho por su
Romí.
─ No llames más, porque tus llamadas son espinas y
dagas que duelen demasiado en este momento. ─ repuso Bianca. ─ La decisión que
tome te hare saber en su minuto.
─ No está en mis manos prometerlo ─ refutó Ariza. ─
Porque soy dueña de todo mi ser, pero no mando en lo que siente mi corazón.
Bianca, no tuvo tiempo de responder porque la
estanciera cortó ella misma la llamada. No cabían dudas que ambas estaban
pasando un mal momento y les era doloroso enfrentarse de ese modo cuando sabían
muy bien que no era eso lo que precisamente les pedían sus corazones.
Instantes después de limpiarse las lágrimas que
corrían por su mejilla, la estanciera guardó su aparato celular y quedo con la
vista perdida en el escritorio sin atreverse a nada más.
Unos golpes en la puerta la sacan de cuajo de su
ensoñación…
─ ¡Adelante! ─ indicó Ariza.
─ Mi señora, llegó su hermano y los funcionarios
que mando a llamar ─ indicó la empleada.
─ Gracias. ─ indicó Ariza. ─ Hazlos pasar de
inmediato a mi otro despacho.
─ Enseguida, mi señora ─ contestó la sirvienta,
saliendo rauda del lugar.
─ Es la hora de apresurar las cosas, Romí ─
murmuró con dientes apretados, Ariza. ─ Muy pronto volverás a mi vida como lo
que tienes que ser…Mi esposa.
El destino se escribía en forma impecable y sin
margen de errores, que no sean los de los seres humanos en sí, pero todo tiene
su justo valor y se encausan por si solos después de aprender la lección.
Ariza, la gitana que vino dispuesta a buscar lo
que perdió en la otra vida y Bianca, que se aferra a huir del amor y su
destino. Dos verdades, dos sentimientos y un solo corazón.
6 comentarios:
gracias x este maravillo capítulo
gracias x este maravillo capítulo
Ariza esta empecinada en lograr su objetivo, esta mortal todas las acciones que esta llevando, le acarreará esto alguna consecuencia o todo saldrá como se le da la gana.
Esta genial el cap cx, gracias ❤
Que este excelentemente c:
Ojala todo salga como se le da la gana pa no dejarle escapatoria a bianca y la vuelva a tener de nuevo junto a ella..
OMG estoy super emocionada necesito mas por fa
Me perdí por bastante tiempo y me encuentro con varios capítulos por leer de tus maravillosas historias-genial-*.* *.*
Un buen capítulo como siempre aunque con algo de drama por esta gente que ni uno ni otro quiere dar su brazo a torcer.Veremos en que termina todo este rollo y yo continuare con la lectura.Nos vemos y que estés bien..
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