mujer y ave

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martes, 28 de junio de 2016

Aristas de un corazón y...


Atada por un testamento
Capítulo 18

Aristas de un corazón y …

Difícilmente el sosiego puede llegar cuando ha tocado vivir o presenciar sucesos que están más allá de nuestras manos, poder y control. No todo podemos manejarlo o controlarlo por más que deseemos hacerlo. Tenemos límites a todo y barreras que no podemos franquear porque un humano no es ni será Dios. Por lo tanto, dependemos de otros y de las circunstancias como también de nosotros mismos. Equilibrio.


Es por la misma situación que atraviesa la joven Rosemberg y es que todo de un momento se puso cuesta arriba y por más que intentó dormir un poco. No halló descanso para tanta preocupación. Y no era para menos, dado que, tenía en sus manos una serie de asuntos por resolver por el bienestar de su hacienda, trabajadores y economía. Sumado a ello, estaba otro que la tenía verdaderamente en la cuerda floja no solo por los trastornos económicos que le causó sino involucraban un escenario legal que debía analizar y decidir un futuro aún más incierto y la guinda de la torta  sin duda se la llevaba por lejos, la salud de la responsable de sus tormentos y serios dolores de cabeza…Karina Sotomayor.

Decir que concilió el sueño estaba muy lejos de ser verdad y es que no pegó un ojo en todo lo que le llevaron esas horas de silencio y oscuridad. Muchas veces tuvo que levantarse por que la desesperación la estaba consumiendo y cuan animal enjaulado se paseó por la habitación sin encontrar alivio y menos paz.

Otras tantas, se daba vueltas en la cama y otra, quedaba viendo a quién yacía a su lado. Estaba más que claro que su acompañante no le ayudaría en esos momentos en aliviar su corazón porque ya le había advertido Carlos que la joven Sotomayor no debía ser sometida a nuevas emociones fuertes hasta descartar que se tratase de alguna enfermedad al corazón.

Ese simple nombre, la ponía a temblar justamente a ella que era bastante fuerte emocionalmente hablando. No podía evitar sobre cogerse ante la idea que aquella mujer a la que tanto amaba su corazón tuviese un padecimiento tan complejo y hostil como lo es cualquier enfermedad. Pero ésta, no le gustaba en absoluto. ¿Cómo actuar con algo que puede surgir de un momento a otro? Al menos pensaba que las demás enfermedades se presentaban y podían diagnosticarse y seguir un tratamiento en cuestión, pero una enfermedad cardiaca, no. Era como una bomba de tiempo sin fecha de expiración y para ser detonada en cualquier momento.

Una a una, las horas fueron pasando y no aportaron descanso alguno, todo lo contrario. La martirizaron hasta lo indecible y los rastros del insomnio estaban patentados directos bajo sus parpados en unas bolsas o mejor dicho ojeras inmensas.

No solo eran ojeras, también el color de su piel estaba pálido al punto de casi parecer cadáver andante. Sus músculos faciales contraídos y su espalda de igual forma con un nudo de tensión bastante desagradable.

Había que ser un buen masajista para aliviarla de toda esa carga de preocupación desatada en su cuerpo. Un buen terapeuta emocional para quitarle el peso y sentimiento de culpa. Y un clarividente para decirle qué hacer de ahora en adelante. ¿Un caos en escalada o una borrasca temporal?

Cuando el despertador marcó las 6:30 en punto. Akiane, decidió poner fin a su agonía y se levantó con un cuerpo sumamente cansado por las preocupaciones. Sin embargo, no podía darse el lujo de permanecer en cama e intentar descansar aunque fuese unas pocas horas. ¡Eso era impensable! Había mucho que hacer en los alerces antes de viajar a Puerto Varas.

Recordando una vieja costumbre que aprendió en la época universitaria que le servía para potenciar su cuerpo tras llevarlo al máximo estudiando y robándole horas al sueño por lo que se fue al baño y una ola de agua caliente sacudió de lleno su humanidad por unos diez minutos exacto y luego sin asco, le dejo sentir agua fría por unos cinco minutos de esa escalofriante sensación de hielo y retomar una nueva el agua caliente por unos breves dos minutos. ¡Vaya manera de sacudirse toda sensación de pesadez de un cuerpo!

─ No queda más que asumir ─ murmuró entre dientes Akiane al mismo tiempo que tomaba una toalla para envolver su cuerpo.

Momentos después salió hacia su dormitorio y no pudo evitar mirarla dormir; preguntándose si realmente dormía. Los miedos la embargaron por unos momentos y se acercó rápidamente a ella y llevó su mano a la altura de su nariz para constatar efectivamente si respiraba bien. Cuando lo comprobó, quedo más tranquila.

Buscó ropa en su armario algo simple y abrigador porque ya se sentían los fríos que anunciaban que el otoño ya comenzaba a retirarse y daba paso al invierno. Unos jeans, camiseta de mangas largas, casaca y botas. Ese era el atuendo que la albacea decidió usar para el día.

Comenzó a vestirse con presteza, sin dejar de ver a quién aún yacía en su cama queriendo con ello estar pendiente de todo si pudiese así tratar de no dejar escapar nada relacionado con la que se supone que sería su con cuñada. Porque al final de cuentas tenía cierta relación familiar aunque muy lejana por lo demás.

Cepilló sus cabellos y los dispuso sobre un moño que le permitiese tener despejada su rostro y sin que le molestase además, ya que su cabellera es de un buen tamaño y bien cuidado por lo demás.

Una vez lista sin maquillaje alguno porque hoy no estaba para aquellas delicadezas por mucho que le gustase dedicarse ese tiempo en verse bella y bien presentable. No obstante, hoy no tenía ganas de hacerlo, simplemente no quería como era su costumbre.

Sacó la toalla y guardó su pijama para luego, ocuparse de ver el vestuario de Karina. Abrió su maleta y reviso todo lo que en ella había.

─ Como se nota que eres una chica de ciudad ─ murmuró Akiane, escogiendo entre esas blusas sofisticadas que ahí había. ─ Solo las pocas cosas que compramos es lo único decente para el trabajo de campo. Con razón, Adriana, deseaba tanto que aprendieses a vivir y aceptar la vida de aquí.

Tras escoger lo más cómodo posible para vestirla, dejo sobre una banqueta todas las prendas y antes de salir del dormitorio. Corroboró que la chica siguiese durmiendo. Tomando su celular, salió lo más silenciosa que pudo y fue directo hasta la cocina a desayunar o tomar algo que la reanimará.

─ ¡Buenos días mi niña! ─ saludó Greta viendo el semblante de su jefa.
─ ¡Buenos días nana! ─ correspondió ésta, dejándose caer pesadamente sobre la butaca frente a esa gran isla de cocina.
─ ¿Qué deseas tomar mi niña? ─ preguntó Greta viéndola fijamente.
─ ¿Por? ─ solo indagó algo confundida Akiane.
─ No tienes buen aspecto y te me atrevo a suponer que el mismo desayuno de siempre no surtirá efecto en ti, mi niña ─ señaló Greta.
─ No he dormido mucho ─ respondió a ello Akiane pasando su mano por la frente. ─ Es que no podía dormir pensando en que Karina pueda tener alguna enfermedad cardiaca. No puedo creer que Adriana no haya sido capaz de mencionar algo tan relevante como ello, cuando es hereditario que incluso mi hermano y ella pudiesen haber tenido un niño con esas complicaciones. Fue irresponsable de su parte no advertirnos de la enfermedad que aquejaba a su familia. La hubiésemos apoyado y hacerle chequeos médicos. ¡Es algo que simplemente no puedo creer!
─ Toma ─ instó Greta, sirviéndole una taza con un líquido extraño.
─ ¿Qué es? ─ fue la pregunta de Akiane al ver el contenido.
─ Son yerbas para tranquilizarte un poco y te permitirá pensar bien y hallar las soluciones que necesitas con respecto a Karina y la hacienda. ─ indicó Greta.
─ Gracias nana. A decir verdad necesito despejarme un poco de todo este caos que tengo encima. ─ convino Akiane, dando los primeros sorbos a su bebida.
─ Con respecto a la niña Adriana, creo que ella no lo dijo por no ser una carga para todos ustedes. ─ señaló reflexivamente Greta. ─ Hubiese sentido que le privaban de su libertad al no permitirle que se esforzara para no sufrir daño en su corazón. Ella no hubiese podido ejercer su profesión como veterinaria. Esa enfermedad si es que la tenía hubiese sido un impedimento para hacer lo que tanto amaba y por eso, no considero necesario decirlo.
─ Tienes razón, nana. ─ concordó Akiane. ─ Mi hermano nunca lo hubiese permitido.
─ Así es mi niña ─ acotó Greta ─ Además sin pruebas medicas no se puede asegurar que ella padeciera de enfermedad al corazón.
─ Quizás Adriana no ─ puntualizó Akiane tras meditar en lo que dijese su nana. ─ Pero no es el caso de Karina por lo visto. Ella si tiene indicios de sufrir problemas al corazón.
─ ¡Hazla verla cuanto antes! ─ señaló Greta. ─ solo así podrás descartar o tratarla rápidamente.
─ Descuida, Nana ─ indicó Akiane, levantándose de su asiento. ─ Eso tengo pensado hacer, pero antes hablare con Pedro.
─ Él vino hace un momento ─ expuso Greta. ─ De seguro debe estar recibiendo a los trabajadores.
─ Ok ─ dijo Akiane y se fue de la cocina en busca de su capataz.

Tras salir de la casona y poco andar, se topo con Luis que llegaba al trabajo y preguntó cómo se encontraba la señorita Sotomayor y Akiane, le informó a grandes rasgos que sería llevada a Puerto Varas para ser vista por un especialista. La joven Rosemberg, no se hubiese tomado la molestia de responder con tanta franqueza con un empleado, pero ella sabía que la preocupación de Luis, era genuina y en el poco tiempo que trabajó junto a Karina, se ganó su respeto como admiración por lo tenaz que era a pesar de sus miedos.

Tal como le mencionará Greta, su capataz estaba inmerso en dar órdenes de trabajo a sus empleados cuando Akiane apareció en uno de los galpones. Todos al notar la presencia de su patrona saludaron nerviosos a la jefa más que nada por el aspecto serio de su rostro y la forma cortante en saludar, que por lo general era muy cordial aunque bien enérgica y hacerse respetar.

─ Pedro ─ llamó Akiane ─ dame unos minutos.
─ De acuerdo ─ dijo éste y viendo a los trabajadores, añadió. ─ Los veré a todos en los sembradíos y ya saben habrá bonificación extra al que cumpla la cuota que les pedí. ¡Vayan ya a trabajar!

Los hombres se retiraron raudos del galpón por dos razones: la paga extra era un incentivo muy motivador e iban a tratar de ganárselo y no defraudar a Don Pedro. Y la segunda razón, era que el semblante de la patrona era bien intimidante y algunos sacaban conjeturas sobre lo sucedido ayer en la tarde y el enfrentamiento entre uno de sus compañeros y la joven Sotomayor. Todos estaban al tanto que era la protegida de la patrona y haberla insultado significaba problemas para todos.  Bastaba verle la cara a su jefa y estaba más claro que el agua. Por lo que se fueron más que rápidos sino urgidos de no caer en desgracias con la dueña de los Alerces.

─ ¡Buenos días Akiane! ─ saludó Pedro. ─ ¿cómo estás hoy?
─ ¡Buen día Pedro! ─ retribuyó el saludo Akiane y agregó. ─ No muy bien que digamos.
─ Se nota por tu cara ─ dijo éste. ─ ¿Cómo sigue Karina?
─ Duerme por el momento ─ se limitó en responder Akiane. ─ La llevaré a Puerto Varas hoy y por eso necesito que veas la cosecha y postergues cualquier uso de la maquinaria hasta no llegar yo.
─ Comprendo ─ acató Pedro. ─ ¿No quieres que te acompañe? Veo que la conducción te sentará pesada.
─ Es imposible. Te necesito aquí ─ contestó Akiane. ─ De todos modos aprecio tu ofrecimiento.
─ Te aconsejo que lleves a algún trabajador contigo para que conduzca por ti ─ mencionó Pedro al constatar esas ojeras presentes en su jefa. ─ Te ves muy cansada y no puedes exponerte a un accidente.
─ Le pediré a Carlos que lo haga ─ dijo Akiane. ─ necesito a todos trabajando en esa cosecha.
─ Por lo menos me tranquiliza saber que no irás sola ─ adujo Pedro.
─ Cualquier cosa me llamas al celular ─ demandó seria Akiane ─ y antes que lo olvide, cuando regrese quiero una reunión con todos. No permitiré que se vuelva a repetir lo de ayer y le falten, el respeto a Karina.
─ Fue mi culpa por dejar que ello ocurriese ─ se disculpó el capataz. ─ Te prometo que no volverá a suceder.
─ Eso espero Pedro ─ repuso seca Akiane. ─ Eres mi hombre de confianza y no debes dar malas señales a los trabajadores sobre Karina. No quiero recordarte que ella está sobre ti y que dentro de muy poco ocupará su lugar como le corresponde.
─ Lo sé ─ fue todo lo que atrevió en decir el capataz, que intuía lo que se refería su jefa.
─ Nos vemos entonces ─ se despidió Akiane, dando la vuelta para irse nuevamente hacia la casona.

Iba en el camino cuando sonó su celular…

─ Diga ─ repuso Akiane que no estaba atenta al número.
─ Soy Majo ─ respondieron al otro lado con un tono de voz angustiada ─ ¿quiero saber cómo sigue Karina?
─ ¡Buenos días Majo! ─ saludo por educación no más Akiane. ─ Ella se encuentra descansando en este momento.
─ Disculpa mi descortesía ─ dijo Majo. ─ ¡Buenos días Akiane!
─ ¿Puedo visitarla? ─ suplicó Majo. ─ Prometo no hacer nada estúpido solo quiero verla nada más.
─ La verdad, no sé podrá María José ─ mencionó Akiane. ─ Debo llevarla a ver un especialista a Puerto Varas. Pero si quieres verla, será de lejos ya que el médico de la hacienda me solicitó que no la sometiese a fuertes emociones y dudo que pueda mantener una conversación en paz contigo dado lo que sucedió ayer.
─ Pero tú sabes que no hice nada malo ─ defendió Majo. ─ he sido muy honesta contigo y he mantenido mi palabra de hacer todo en forma trasparente. Es injusto que me culpen de algo que no he hecho solo acaricié tu mejilla al ver tu tristeza. Eso fue todo.
─ No necesito que me expliques nada a mí ─ rebatió Akiane. ─ Es ella, quién sacó sus propias conclusiones y terminó afectándole de esa manera. Me gustaría ayudarte en explicarle pero sé de ante mano lo tozuda que es Karina y de buenas a primera no va a entender nada porque se va a cerrar y se quedará en lo que vio. ¿Tú debes saberlo mejor aún?
─ Lo sé y estoy consciente de lo tozuda que es Karina. ─ admitió Majo. ─ Sin embargo, debo hacerle ver su equivocación. Es fundamental para mí que no me vuelva a ver por segunda vez como una arpía porque no lo soy. Solo fue una mala interpretación.
─ Como dije. Esta vez no se podrá ─ contradijo seria Akiane que ya comenzaba a perder la paciencia. ─ Lo único que puedo hacer por ti, es que la veas de lejos y más adelante, te dejaría que hablases con ella siempre y cuando le des tiempo para que se calme. Por ahora, su salud está por encima de todo e incluso de ti.
─ Está bien ─ se conformó con pesar Majo. ─ ¿A qué hora vendrán?
─ Dentro de dos horas más. ─ señaló Akiane. ─ Pero yo te avisaré cuando estemos allá. ¡Quédate en tu hotel y espera mi llamada!
─ De acuerdo ─ accedió Majo. ─ estaré esperando tu llamada.
─ Vale ─ dijo Akiane y cortó sin más.

Con un suspiro de más de pesar que de alivio, prosiguió con su marcha hacia la casa patronal y una vez dentro. Mandó a llamar a Carlos con una de sus empleadas y ordenó a Greta, preparar algo liviano para Karina que pudiese servirse en el camino.

Entró en su alcoba justo en el momento en que Karina, comenzaba a despertarse. Llevó su mano a su cabeza como si le pesase un poco y luego, observó el techo tratando de reconocer el lugar. Fue así que buscó con la mirada y en eso, se topo con unos ojos verdes que la observaban fijo desde el umbral de la puerta.

Al cruzar sus miradas ambas sintieron una especie de frío que no les había sucedido antes y no dejaron de verse por un buen rato sin pronunciar palabra alguna. Fueron segundos que parecieron minutos eternos en que se analizaban la una a la otra.

La atormentada mente de Akiane, era incapaz de atreverse a preguntarle ¿cómo se sentía? Por miedo de que recordase todo y se volvieran a enfrentar. Prefería dejar que ese insólito tiempo y suceso fuese atesorado en su corazón. Por primera vez podían verse a los ojos sin enfrentarse, sin sacar chispas como era su costumbre. ¡Era tan extraño como ajeno todo ello!

Por su parte, los celestes de Karina, quedaban viendo a la joven Rosemberg tan quedos, tan inertes, tan faltos de reproche. Sin deseo alguno de decir nada. Su primera vez sin tener que saltarle encima para mandarla al carajo. Se podía decir que se sentía tan extraña, tan ajena, tan vacilante y a la vez, más vulnerable como nunca en su vida. A pesar de atravesar todas estas emociones podía darse cuenta de que no había motivos para ponerse en guardia u atacar a su jefa. Apreciaba esa mirada sin un dejo de molestia ni nada que indicase que estaba allí para fastidiarla y llevarla al límite de sus fuerzas mentales como físicas.

Tan solo por una vez, quería dejar las cosas en el pasado; es decir; todo lo que ha sucedido entre ellas y eso también involucraba a lo acontecido ayer con respecto a la mujer que la ha marcado dos veces en su vida. No tenía deseos y fuerzas para ponerse a la defensiva y entablar una lucha enconada y vengativa con la aquella que es su jefa y albacea de esa bendita voluntad de su difunta hermana. Sólo quería cerrar los ojos y olvidarse de todo o mejor aún, borrar de su memoria todo rastro de esos incidentes y dar vuelta la página. ¡Quizás ser amnésica por una vez!

Solo el suspiro profundo y cansado que brotó de la garganta de Karina, vino a interrumpir esa mutua observación. Dicen que el silencio es más efectivo que mil palabras y dicen lo justo y preciso. Otorgan más que una verborrea innata o un misil de palabras hirientes que brotan enloquecidas de unos labios que solo debían estar hechos para acariciar, besar y expresar lo más hermoso que se puede albergar en un corazón que solo nació y fue concebido para amar.

Akiane, al fin dejo de sentir esa presión y ansiedad. Atreviéndose acercarse hasta dónde se hallaba la joven.  Tendió su mano hacia ella y dijo…

─ ¡Por favor acompáñame! ─ demandó suavemente Akiane sin dejar de verla a los ojos.

Instintivamente, la joven Sotomayor, ladeó su cabeza como intuyendo la jugada, pero sin buscar lo malo en ello sino que le confundió un poco; mejor dicho, quedo más confundida con ese gesto de amabilidad y no pudo evitar alzar una ceja por su propio escepticismo nacido de un acto inesperado como insólito por lo demás.

─ ¿A dónde? ─ fue la corta y precisa pregunta de Karina sin dejar de verle.
─ A Puerto Varas ─ respondió Akiane y tomó la mano de la joven Sotomayor. ─ Necesito que me acompañes y que confíes en mí.
─ ¿Confiar? ─ inquirió vacilante Karina que veía esa mano sostener la suya con tanta delicadeza que los escalofríos comenzaron a subirle por la piel como olas a todas velocidad y erizando toda su piel. ─ ¿Se puede hacer  eso después de todo lo que sucedido entre nosotras?
─ Es difícil, lo sé ─ convino Akiane y con el `pulgar acariciar la mano de la chica Sotomayor. ─ Hay una larga historia de enfrentamientos entre las dos y no obstante a ello, te pido sinceramente que intentes hacer ese esfuerzo. Verás que las cosas irán cambiando.
─ Yo solo q… ─ no terminó en decir Karina porque sintió como la habitación le daba vueltas y retiró su mano para posarla sobre su cabeza y evitar ese mareo.
─ Karina ─ indagó Akiane que alzó con cuidado su rostro y buscó desesperadamente en sus pupilas indicios de lo que estaba sucediendo y aún así, preguntó. ─ Dime ¿qué tienes?
─ Es un mareo nada más ─ dijo Karina bajándole el perfil y retomando sus palabras. ─ Te decía que lo único que deseo es que me dejes ir. Ya no quiero permanecer en esta hacienda. Puedes quedarte con todo, ya nada vale más que mi libertad.
─ Karina, de eso hablaremos más tarde y te prometo que esta vez tendrás más que una respuesta. ─ adujo Akiane sin entrar en conflicto y siendo lo más persuasiva posible. ─ Pero por ahora, quiero que vengas conmigo. Es muy importante que lo hagas.
─ Estoy cansada de luchar contra ti ─ mencionó fatigada Karina, tratando de recuperarse de los mareos que aún persistían. ─ Algo me dice que no vas dejar tranquila hasta que vaya contigo. Si lo hago ¿me dejarás ir?
─ Haré mucho más que eso ─ respondió Akiane sin afirmar lo que deseaba escuchar la joven. ─ Tú recuperarás tu libertad, pero antes de eso, debes estar en conocimiento de una última cosa.
─ ¿Puedo saber ya qué es? ─ preguntó sin rodeo alguno Karina.
─ En su momento ─ convino Akiane y extendiendo su mano nuevamente. ─ Por favor sé paciente un poco más y ahora, quiero que te vistas y me acompañes para irnos pronto.
─ Tú ganas como siempre, Akiane ─ acató Karina y al tratar de enderezarse bruscamente, un hincón le vino en la parte central de su pecho y su mano de inmediato se aferró en esa área poniéndola en evidencia.

Ese acto consiguió alertar a Akiane, que le reclinó hacia atrás en forma suave y retirando su mano de la zona afectada y con la suya, sobó cuidadosamente esa parte dándole un poco de calor. Mientras lo hacía, nunca dejo de mirar aquellos ojos celestes como diciéndole que todo iba a estar bien y que confiara en ella. Era increíble lo que una mirada cálida puede confortar a un alma compungida por miedos, angustias, dolor y tristezas. Es mejor que la propia medicina.

─ Debes hacerlo en forma delicada ─ señaló Akiane, sobando aún el pecho de la joven. ─ Nuestro cuerpo se resiente sino lo tratamos con cariño.
─ De seguro estoy soñando aún ─ murmuró Karina que se mostraba totalmente incrédula ante las acciones de la albacea.
─ ¿Por qué lo dices? ─ preguntó Akiane, que sonrió ante el comentario de la joven, pues sabía que esa era su actitud acostumbrada. ─ Que yo sepa te veo y te siento tan nítidamente que no veo por dónde sea un sueño.
─ Lo digo porque no puedo creer que tú estés siendo tan amable conmigo ─ explicó Karina entrecerrando sus ojos, estudiando sus gestos. ─ Es como si fueses otra persona o parte de un gran sueño.
─ ¡Quizás existan los milagros! ─ mencionó Akiane sonriendo mientras lo decía. ─ ¿No lo crees tú?
─ ¡Um! ─ exclamó tan asombrada Karina que no supo que más decir, porque le resultaba tan irreal escucharla y verla sonreír sin ese sarcasmo habitual.
─ Por esta vez, deja que sea así ─ instó una Akiane más condescendiente y ayudándole a levantarse. ─ Debemos irnos o se nos hará más tarde.
─ ¡Está bien! ─ consintió Karina que con ayuda de su jefa se puso de pie.

Al momento en que la albacea tomo la ropa que estaba en la banqueta tamaños ojos puso Karina al intuir lo que iba hacer.

─ Puedo hacerlo por mi misma ─ se apresuró en decir Karina y arrebatándole sus ropas.
─ Pensé que necesitabas ayuda ─ dijo sin vergüenza alguna Akiane.
─ ¡No seas fresca! ─ rebatió con un dejo de pudor Karina y sonrojada de solo pensar en ser vestida por su jefa. ─ Aún estoy capacitada para hacerlo.
─ Quería ser amable nada más ─ repuso Akiane con su habitual picardía.
─ Gracias, pero no ─ respondió ante el comentario que le dejo más sonrojada y de pronto se detuvo a verla, añadiendo. ─ ¿Qué estás esperando?
─ A ti ─ contestó Akiane algo confundida por la pregunta.
─ Lo sé, pero me refiero a que esperas para salir y dejarme vestirme ─ explicó asombrada Karina con una ceja arqueada. ─ ¿No pretenderás qué lo haga contigo aquí?
─ ¡Um! ─ murmuró Akiane, rascando su barbilla cada vez que necesitaba evitar su ansiedad. ─ No puedo hacerlo, pero te prometo que me taparé los ojos y no verte ¿Te parece?

La joven Rosemberg, no le dio tiempo a que respondiera su sugerencia y llevo sus manos a su rostro y tapo la visión enseguida para no ser motivo de disgusto.

─ ¿Está bien así? ─ preguntó Akiane haciéndose la loca y pasar desapercibida. ─ te prometo que no veo nada.

Por su parte, Karina, quedo con la mandíbula caída por la actitud de la albacea y es que no solo no daba crédito sino que le costaba una enormidad acostumbrarse a esa faceta. ¡Estaba lela! Por así decirlo. Ni en sus mejores anhelos hubiese creído o llegado a soñar con un suceso como ese.

¿Desde cuándo paso de ser un energúmeno a una adorable mujercita llena de amabilidad y paciencia? O se estaba volviendo loca o tanto desmayo le estaba llevando al vórtice de los milagros antes de morir. Por nombrarlo de algún modo porque todo eso era fuera de este mundo.


─ ¡Sí llegas a mirar te juro que te mato! ─ amenazó Karina aceptando de este modo a la albacea.
─ Tienes mi palabra que no lo haré ─ mencionó Akiane, cuya sonrisa se dibujo en sus labios al darse cuenta que no solo la aceptaron sino que estaban llevando las cosas por la paz.
─ Bien, confiaré en ti ─ repuso Karina y tomo las prendas y comenzó a vestirse sin perder de vista a su jefa y sin dejar de ruborizarse de estar haciendo lo que hacía.

Luego de unos minutos, Karina, ya estaba vestida completamente y dejando el pijama doblado sobre la misma banqueta, dijo

─ ¡Listo! ─ señaló Karina. ─ Nos podemos ir.

Akiane, retiró sus manos de su rostro y quedo viendo a la muchacha como un niño que ve algo curioso y  a la vez con sumo interés.

─ ¿No te vas a maquillar? ─ inquirió Akiane que no se guardó su impresión. ─ Digo, una manito de gato por aquí y por allí.
─ Tú en verdad no conoces la palabra tino, Akiane ─ reprendió Karina moviendo su cabeza. ─ Con que hubieses dicho que necesitaba maquillarme hubiese bastado.
─ Puede ser ─ rebatió Akiane y volvió a decir lo que pensaba. ─ O ¿hubiese preferido que dijera que estabas fatal sin maquillaje?
─ ¡Ay Dios mío! ─ exclamó consternada Karina y fue ella misma que se acercó a la albacea y le tomo del brazo para irse. ─ Con ese tipo de comentarios dudo que puedas conquistar alguna mujer. Te hace justicia cuando estás con la boca cerrada y no es por ofender.

Fue el turno de Akiane, de verla a los ojos y dejarse llevar por Karina hasta que salieron del dormitorio. Podría haberle contestado miles de cosas solo para hacerla rabiar un poco y es que le encantaba cuando se enojaba, se veía muy hermosa y eso realmente le fascinaba. Sin embargo, frenó sus impulsos y dejo pasar la oportunidad. Ya había tenido suficiente de encuentros amor/odio como para seguir causando mayores zozobras a ese corazón que le preocupaba demasiado.

No cruzaron más palabras entre ellas y lo único que hacían en forma de soslayo era verse por el rabillo de sus ojos. Un simple transitar desde la alcoba hasta la sala de estar fue verdaderamente largo y por momentos silente que daba la impresión de haber recorrido casi un kilometro ¡Cuánto puede afectar una actitud distinta en la vida de un ser humano!

─ ¡Por favor espera aquí! ─ ordenó con voz pausada y nada imponente como era su costumbre en Akiane. ─ Regreso enseguida.
─ Vale ─ contestó por su parte Karina.

La joven Rosemberg se fue rauda hasta la cocina en donde Greta, ya le tenía listo el encargo que consistía de un budín y una leche descremada, que era preparada en la misma lechería por Luis.

─ Que les vaya bien ─ deseo Greta a su niña.
─ Gracias Nana ─ dijo Akiane. ─ No prometo regresar muy temprano porque no sé que nos dirá el especialista.
─ Lo importante es la salud de Karina, mi niña ─ señaló Greta. ─ Y que pueda recuperarse bien.
─ Lo sé ─ repuso una pensativa Akiane, que no podía dejar de preocuparse y desear de todo corazón que no fuese nada grave.
─ Ten confianza, mi niña ─ instó Greta que pudo ver la preocupación reflejada en los ojos de su niña. ─ El secreto de la salud pasa por las buenas vibras que podemos recibir de nuestros seres queridos de nuestro alrededor.
─ Papá también decía lo mismo ─ acotó Akiane y guardando todo en una cesta, añadió. ─ Nos vemos Nana más tarde.
─ Nos avisas pro favor ─ suplicó Greta.
─ Lo haré ─ dijo Akiane y se fue en busca de Karina.

Unos cuantos pasos las separaban y parecían varios metros para la joven Rosemberg, que hacía esfuerzos por mantenerse serena. ¡Eres bastante difícil después de todo! Cuando las cosas no pasan por ti y escapan de tus manos; se vuelve un camino culebrero como dicen en el campo. Muy oscilante y a toda prueba de resistencia y confianza.

Los mitotes de siempre y que condenan a un humano. Pensamientos desgastantes, reflexiones infructuosas, desasosiegos infinitos que solo contribuyen que la paz personal se vaya por el mismo retrete y te deje cual hoja de otoño sometida a las inclemencias del viento.

─ ¡Debo tranquilizarme! ─ se amonestó Akiane. ─ De lo contrario no podré ser objetiva y actuar con mente lúcida.

Dicho esto, siguió avanzando hasta llegar a la sala de estar donde le esperaba una Karina, que tocaba su pecho en ese momento y  que al verla, quito su mano de prisa. Trató de ocultar la mirada desviándola hacia una de las ventanas y evitar de ese modo que la albacea no se percatará de la situación.

─ ¿Nos vamos? ─ preguntó Akiane, dejando pasar aquello y darle un cierto respiro.
─ Sí ─ respondió Karina que se comenzó a mover de inmediato.

En unos segundos ambas ya estaban fuera de la casona y Pedro venía en compañía de Carlos en ese momento.

─ ¡Buenos días Akiane! ─ saludó Carlos. ─ ¡Karina, buenos días!
─ ¡Buenos días Carlos! ─ saludó Akiane.
─ ¡Buenos días! ─ fue el saludo de Karina, que vio con temor aquel hombre, pues sabía que era médico y eso la puso levemente nerviosa. ¡Algo no estaba bien!
─ ¿Listas? ─ preguntó Carlos, no dejando saber nada según le pidiera Akiane.
─ Por supuesto ─ respondió por su parte Akiane  y añadió. ─ Por favor, conduce tú ahora. Yo lo haré al regreso.
─ De acuerdo ─ contestó éste y tomó las llaves del jeep que le paso su jefa.
─ Karina, tú irás conmigo atrás ─ indicó Akiane y abrió la puerta para dejar entrar a la muchacha.
─ Ok ─ aceptó ésta y subió al coche sin dejar de ver por el rabillo de sus ojos a la albacea.

¡Definitivamente había algo mal! O ¡algo más! Que estaba fuera de foco. Karina, puede que esté con las defensas muy bajas y ha decidido dejar en un segundo plano todo lo acontecido ayer; simplemente por un poco de paz puesto que sabía de sobra que una disputa con su jefa le traería complicaciones serias a su corazón y la pondría en evidencia frente a ella. Eso no lo podía permitir e iba a obedecer con el propósito de conseguir un poco de paz para su alicaído órgano.

Aunque estaba claro que tener el médico con ella, era sospechoso y podría ser indicio de que su jefa estuviese averiguando cosas ya que muy poco recordaba después de desvanecerse. Realmente esto no le gustaba y comenzaba a preocuparla.

─ ¿Se puede saber dónde me llevarás? ─ preguntó Karina.
─ Te pedí que confiarás en mí ─ repuso en respuesta Akiane. ─ ¡Por favor hazlo!
─ ¡Um! ─ exclamó Karina acomodándose en el coche y apretando los labios ante la negativa de su jefa.
─ ¡Tranquila! ─ ordenó suavemente Akiane, posando su mano sobre el brazo de la joven. ─ Todo va a estar bien. Permíteme hacerme cargo esta vez  y dame esa oportunidad.
─ ¡Uf! ─ suspiró con resignación Karina y después de verla fijamente unos momentos, solo asintió a modo de respuesta.
─ Gracias ─ repuso Akiane y cerró la puerta tras ella. ─ ¡Vámonos ya!
─ Ok ─ acató Carlos, viéndolas por el retrovisor. No quiso inmiscuirse en nada de la conversación por no ser competente a él sino a su jefa.

El jeep se desplazó por el largo sendero hasta llegar a la guardia de la hacienda, dónde Akiane, dispuso algunas indicaciones y nuevamente el coche se puso en marcha hasta llegar a la carretera que los conduciría hacia la ciudad de Puerto Varas. Tomaron la pista correspondiente y en cosa de segundo aumentaron la velocidad para llegar a tiempo con la cita que ya estaba concertada con el especialista.

Si bien le toma unos buenos minutos llegar a la ciudad del lago más hermoso del sur de Chile. Fue un trayecto silencioso en donde ambas chicas aprovecharon para descansar. En el caso de Karina, solo dormitó porque su mente estaba sumergida en recuerdos que la atormentaban como jaurías de rapiña. Una y otra vez la imagen de Maritza con Majo, se agolpaban en su sien y sobrecogían de una forma dolorosa su corazón…Esa escena en que la que fue su novia, su mujer, acariciaba el cuerpo de la que suponía era su mejor amiga…Sus palabras sórdidas y burdas de lujuria expresadas con tanta vehemencia y liviandad…Ver esos ojos con el destello del deseo expresados en ellos…Verlas en pleno acto sexual…encamadas cual posesas de la era griega…sudorosas, agitadas y candentes…Ese lenguaje que no pudo borrar tan fácil y le tomó dos años en poder domar su mente y poder hallar paz… Nunca olvidaría el rostro de ambas mujeres cuando ella entró en ese dormitorio…7 años no fueron suficiente para hacer que el corazón de Karina pudiese recuperarse, sangrar(aunque suene exagerado) para sacar todo el dolor, la pena, la rabia y la desilusión que le provocaron dos mujeres que lo fueron todo en su vida.

Definitivamente Karina, debía dejar que las heridas se cerraran de una vez y asumir que la traición se hizo y ya fue. No obstante, bastó ver a Maria José junto a Akiane, tan acarameladas y acariciándose de un modo que no dejaba dudas que estuviera siendo romántico. Esa escena y ¡Zas! Fue la chispa que disparó todo.  Todos los sentimientos que fueron guardados a la fuerza en las más profundas mazmorras de la memoria afloraron de golpe: El dolor, la ira, los celos, los miedos y una sensación horrorosa casi homicida. Todo despertado de cuajo y desató que su corazón colapsará en el acto. Fue mucha carga emocional para resistir un segundo embate y se reveló de una vez por todas; sacando un modo de defensa instintivamente que originó su desmayo de sopetón.

Una Karina, que nunca más volvería hacer la misma después de esa escena. Una mujer que encadeno sus sentimientos y se obligó a ser fría, sarcástica y desconfiada. En pocas palabras, ya no volvió a creer en el amor y menos de una mujer. Ese sentimiento estaba vetado para ella, no volvería a caer en sus redes. Se lo juro y por 7 años lo consiguió hasta que la vida, la circunstancias y el destino se confabularon para ponerla a prueba una vez más.

─ Maritza ─ fue el balbuceó que se le escapó inconscientemente a Karina, mientras veía por la ventanilla del vehículo.
─ ¿Has dicho algo? ─ inquirió Akiane que se puso en alerta al escuchar nítidamente el nombre de esa mujer.
─ ¡Eh! ─ exclamó Karina, recuperándose de su letargo y prestando atención a la pregunta. ─ Nada que importe ya.
─ ¿Segura? ─ indagó sutilmente Akiane, que en el fondo sintió esa desagradable sensación de los celos, pero los supo reprimir.
─ Sí ─ respondió Karina, ladeando su cabeza para fijar sus ojos en los de la albacea. ─ ¿Te han dicho que eres muy curiosa? Siempre queriendo saber todo.

Eso último provocó que una sonrisa se dibujase en los labios de Akiane y aunque, no se carcajeó  en primera instancia como hubiese sido lo habitual. Lo que sí, sus ojos verdes chispeaban de un modo peculiar, pues aquello le provocó una sensación intima y grata en su ser interior.

─ Por lo general soy mucho más curiosa ─ repuso Akiane sinceramente. ─ Y contigo solo pregunto lo preciso.
─ ¿Preciso? ─ inquirió asombrada Karina, moviendo su cabeza confundida. ─ Pues me parece todo lo contrario. Casi pareces esos tipos de la PDI, interrogan hasta hacerte confesar lo que tal vez no debía ser. Y si dices que eres más curiosa aún. ¡Dios me libre! No quiero saber más.
─ ¿Yo de la PDI? ─ se dijo a sí misma Akiane. ─ No. ¿Te parezco una oficial de la PDI?
─ Pues sí ─ contestó Karina. ─ Estás calcada para el puesto y el perfil.
─ Jajaja ─ al fin soltó la carcajada Akiane, que sin duda la liberó de toda la tensión que llevaba consigo a cuesta.
─ ¿Qué es lo tan gracioso? ─ preguntó Karina.
─ Tu comparación ─ señaló Akiane. ─ Te das cuenta que desde que llegada a la hacienda y a mi vida, me has dicho de todo, pero jamás que fuese un uniformado inquisidor.
─ Pero lo eres ─ adujo Karina. ─ Y en cuanto a lo otro. Nunca he dicho ninguna mentira con respecto a ti. ¡Lo siento! Pero te merecías todo lo que te he dicho.
─ ¡Quizás! ─ repuso Akiane, viendo fijamente esos ojos celestes sin perder de vista esas impresiones a sus palabras. ─ Tal vez me merecía todos y cada uno de tus epítetos dadas las circunstancias, pero ahora, debes darme la oportunidad de conocerme realmente y descubrir quién soy yo verdaderamente y no dejarte llevar por las primeras impresiones. Que no hacen justicia a la verdadera esencia de una persona.
─ Ahora te pregunto yo ¿Segura que te sientes bien hoy? ─ indagó de una Karina que no pudo evitar el siguiente acto de llevar su mano hasta la frente de su jefa y averiguar si no tenía fiebre o desvarío alguno.
─ No tengo fiebre si es lo que estás tratando de averiguar ─ repuso una divertida Akiane. ─ Tengo algunas preocupaciones encima, pero en lo general estoy bien.
─ ¡Aha! ─ exclamó sarcásticamente Karina que no comulgó con ella. ─ ¡Y yo soy Santa Claus!
─ ¡Pero qué santa más sexy por lo demás! ─ se burló Akiane. ─ Así da gusto recibir navidad.
─ ¡Ay no! ─ Se lamentó Karina, haciendo una mueca con sus labios. ─ Hablé muy rápido. ¡Ya has vuelto hacer la misma de cínica de siempre!
─ ¡Ya no te enfades Karina! ─ suplicó con ternura Akiane. ─ solo estaba bromeando. Te dije la verdad, estoy bien dentro de lo que se puede. No es fácil llevar toda una hacienda sola sin tener zozobras en el camino. Hay veces que me hace falta mi familia, pero debo continuar la vida sin ellos.
─ Lo siento ─ se disculpó Karina viendo un dejo de pesar en los ojos de Rosemberg. ─ No debe ser fácil haberlos perdidos a todos de golpe.
─ No lo ha sido, Karina ─ confesó Akiane por primera vez a la joven parte de su intimidad. ─ perder a mi madre ya era doloroso, pero que te arrebaten a tu padre, hermano y cuñada de un sopetón es dificilísimo de asumir. Es muy duro perder a tus seres amados. A toda tu familia y quedarte sola en el mundo. Pero ¿Quién soy yo? Para decidir el tiempo y la hora en que deben partir aquellos que son tu razón de ser, tu vida, tu todo. Como todos debí aceptar los hechos y al igual que hace un payaso continuar con la función.
─ Somos dos mujeres sin familia después de todo ─ acotó Karina conmovida por esa situación, esa pérdida que aún le era dura de aceptar al partir su hermana.
─ No es así ─ corrigió Akiane y tomándola de su mentón delicadamente, añadió. ─ Tú me tienes a mí. Somos familia después de todo y yo no te dejaré sola jamás.
─ ¿Familia? ─ inquirió confundida Karina.
─ Si, familia Karina ─ afirmó Akiane sin dejar de verle. ─ eres la hermana de mi cuñada lo que te hace miembro de mi familia.
─ Eso es algo que no me planteé y menos paso por mi cabeza verte como familia, Akiane. ─ refutó Karina. ─ Nunca te presentaste de ese modo y yo solo te veo como mi jefa. ¡Y bueno como la albacea de un testamento!
─ Ninguna de las dos nos presentamos como parte de una familia ─ concordó Akiane, soltando el rostro de la joven y reclinándose un poco sobre su asiento. ─ Sin embargo, lo somos nos guste o no. Y como te dije y lo vuelvo a reiterar, tú no estás sola porque me tienes a mí.
─ Definitivamente es un día extraño este ─ adujo Karina tratándose de hacerse a la idea. ─ Como yo también te dije, no tengo deseos de seguir discutiendo contigo por lo que no replicaré nada de lo que dices. Solo quiero que me devuelvas mi libertad.
─ Cuando acabemos lo que vinimos hacer a Puerto Varas hablaremos de ello, Karina. ─ insistió Akiane.

En eso fueron interrumpidas por Carlos.

─ Chicas estamos llegando ─ dijo el médico.

Ambas muchachas vieron como delante de sus ojos entraban de lleno por calle Gramada y al poco rodar se toparon con la intersección de Del Salvador y la tomaron para que a media cuadra doblaran a la derecha en doctor Otto Bader y el jeep se detuvo a media cuadra frente a una clínica; mejor dicha clínica de Puerto Varas. Lo que causó conmoción en Karina, que se abstuvo de preguntar en una primera instancia y dejar que sus dudas se disiparan solas. Creyendo que podría tratarse de un error nada más.

Pero no fue el caso dado que Carlos fue el primero en bajarse, seguido de Akiane y entre ambos cruzaron unas palabras para que la albacea retornarse al jeep.

─ ¡Ven! ─ llamó Akiane a la joven Sotomayor.

Karina, se digno en bajarse y reunirse con los otros dos. Avanzaron hasta el frontis de la clínica para luego, adentrarse en sus dependencias y ahí fue que la joven Sotomayor se puso tensa porque estaba sacando conclusiones que para nada le estaban gustando.

Un guardia les recibió e indicó dirigirse hacia la recepción en dónde una secretaria tomó sus datos. Akiane le indicó a Karina que tomase asiento en unos de los sofás que había. Mientras que ella y Carlos, ponían en antecedentes a la funcionaria de que tenían una cita con el cardiólogo para examinar a la joven que les esperaba.
La secretaria llamó una de las enfermeras que trabajaba con el especialista y ésta mandó a buscar al médico de la hacienda y le hicieron ingresar. Por su parte la albacea se fue a sentar junto a Karina, que no perdió la ocasión de preguntar.

─ ¿Por qué estamos en una clínica? ─ inquirió de plano Karina, viendo a su jefa que se acomodaba a su lado.
─ Karina, seré muy honesta contigo ─ comenzó por decir Akiane. ─ el motivo principal de estar aquí es por ti.
─ ¿Por mí? ─ interrumpió Karina ya a la defensiva. ─ ¿Qué te traes Akiane? Tan amabilidad no era lógica viniendo de ti.
─ Por favor no me juzgues mal ─ señaló Akiane sin mostrar molestia alguna por la acusación. ─ No estoy tratando de imponerte nada en contra de tu voluntad. Solo quiero que un especialista te examine dado que estás sufriendo constantes desmayos y eso no es normal.
─ ¿Cuál es el interés tan de repente? ─ insistió Karina. ─ ¿Por qué te preocupa mi salud ahora?
─ Deja de ser tan desconfiada ─ aclaró Akiane. ─ Mi único interés es tu bienestar y quiero que dejes de lado tanta evasiva con preguntas; cuando tú mejor que nadie está consciente de que no estás bien. Háblame con la verdad Karina ¿Eres propensa a alguna complicación o sufres de algún síntoma de enfermedad hereditaria?

La pregunta fue precisa y directa al callo. Provocando que esos ojos celestes se abrieran de golpe ante las sospechas de la albacea en cuanto a una enfermedad que estaba presente en la familia por parte de su madre. Aquello fue sorpresivo como inesperado dejando en una mala posición a Karina, que no tenía como evadir los cuestionamientos de su jefa. Era demasiado quisquillosa la situación y compleja por lo demás.

─ ¿Con quién has estado hablando sobre mi familia? ─ preguntó de plano Karina, girándose bien sobre el sofá para mirarla directo a los ojos y saber que tramaba.
─ No tiene importancia con quién haya hablado o no ─ mencionó Akiane. ─ Lo que realmente importa es saber si tienes antecedentes de alguna enfermedad en tu familia porque esa es la razón porque te pedí que me acompañases y confiarás en mí. Es tu turno de ser honesta Karina, yo he sido sincera contigo y estoy con la verdad por delante en este momento.
─ Quieres que confíe en ti, pero no eres capaz de decirme quién es tu fuente de información ─ enrostró Karina. ─ podrías estar sacando deducciones erradas por culpa de tu informante. No eres nada imparcial como tampoco tan trasparente, Akiane Rosemberg. No me culpes por no decirte nada si no eres honesta tú también.
─ De acuerdo Karina ─ convino Akiane y tomando la mano de la joven, agregó. ─ Hablemos con la verdad y las cartas sobre la mesa. Majo me ha dicho que tu familia padece una enfermedad. ¿Es así o no?

Tan solo escuchar su nombre bastó para que Karina se resintiera y sus ojos se entrecerrarán de inmediato. No le gusto en absoluto saber que había sido nuevamente traicionada por María José.

─ Por lo visto las traiciones vienen de todas las formas de parte de esa mujer ─ masculló sin asco Karina. ─ Si tanto confías en ella, deberías dejarte llevar por sus consejos y no buscar en mí preguntas ni nada.
─ No es a ella a quién le estoy preguntando en este momento ─ Aclaró con delicadeza Akiane, manteniendo la calma y no caer en los juegos de agresión, aunque eso le sonó a celos. ─ Tuve que recurrir a su ayuda por la simple razón de que necesitaba saber que estaba pasando contigo y si tuviese que volver hacerlo lo haría. Es tu vida la que estaba en juego. No me pidas que no haga lo que sea necesario por cuidarte aunque tú no quieras nada mío.

Esos descargo fueron más de lo que hubiese imaginado Karina y su corazón se contrajo pero esta vez fue de dolor. Una punzada volvió a provocarle molestia indicándole que estaba nuevamente bajo presión que era mucho para su corazón.

Su mano apretó la zona del pecho y su respiración se volvió agitada y pesada. Le costaba respirar por momentos. Cómo si el tan solo hecho de inhalar aire le fuese tremendamente dificultoso.

─ Karina ─ gimió Akiane. Que retiró la mano de la muchacha y ponía la suya en su lugar para masajear el área. ─ ¡vez que tengo razón! Tú no estás bien. ¿Qué tienes?
─ Me duele un poco para respirar ─ confesó la joven Sotomayor.
─ Enfermera ─ llamó Akiane a una profesional que estaba pasando cerca de ellas. ─ Tiene molestias en su pecho y le cuesta respirar.

La enfermera, acomodó a Karina a lo largo del sofá y procedió a revisar sus signos. Le tomo unos segundos y fue directo al mesón dando instrucciones. En poco Karina fue ingresada a una sala en dónde sería vista por el cardiólogo.

Mientras que Akiane tuvo que esperar en la sala a que llegará Carlos con información sobre la joven Sotomayor.

Serían minutos largos e inquietantes en dónde la albacea se pasearía como gato enjaulado por todo el sector poniendo tensa a la secretaria,  que la instó varias veces a que tomase asiento. Pero fue infructuosa su petición.

Por su parte Karina, fue revisada por el especialista y de inmediato le hicieron varios exámenes, radiografías y tomas de sangre. Sería una experiencia densa para la joven Sotomayor que detestaba los hospitales en base a su experiencia en rehabilitación por alcohol. No obstante a ello, tuvo que asumir que no tenía más opciones.

Habían llegado a las 10 de la mañana y ya el reloj de la sala marca las 14:20 y ya la paciencia de Akiane se había ido a las pailas en  jerga chilena. ¡Qué decir de la pobre mujer tras el mesón! Estaba mareada con los paseos, preguntas cada cierto tiempo para saber cómo se encontraba su protegida.

Unos pocos momentos más tarde, llegó Carlos con el especialista que presentó con Akiane. Que no dudo en llenarlo de preguntas con respecto a Karina.

─ No le voy a mentir ─ dijo el especialista. ─ Ella tiene una pequeña insuficiencia cardiaca debido a sus antecedentes familiares. Según me explicará acá mi colega. Sin embargo, todo puede ser bien llevado con un tratamiento y medicinas que les indicare. Chequeos cada dos meses para saber sus progresos. No es aconsejable que viaje en avión por el momento hasta no estar en mejores condiciones.
─ Descuide que ella no viajará en mucho tiempo ─ mencionó Akiane. ─ ¿alguna otra indicación doctor?
─ Ella puede llevar una vida normal, pero no puede hacer nada que involucre esfuerzos físicos como deportes, ni beber alcohol con la medicina que deberá tomar ─ explicó el cardiólogo. ─ la mantendremos con controles cada 15 días al principio y luego cada dos meses. Le suministramos unos remedios por vía intravenosa y el resto deberá comprarlos en la farmacia. Le sugiero reposo por unos dos o tres días. ¿Desea que le otorgue licencia a su empleada?
─ No hace falta ─ repuso Akiane. ─ La mantendré con descanso y yo correré con sus gastos.
─ Perfecto entonces ─ dijo el especialista. ─ los dejo porque aún tengo pacientes que atender.
─ Muchas gracias, Jurguen  por todo. ─ habló Carlos y estrechando la mano de su colega para despedirse.
─ Un placer ayudarte ─ señaló éste. ─ Hazla que siga el pie de la letra las indicaciones.
─ Lo haremos ─ convino Carlos.
─ Con su permiso ─ dijo Jurguen y se fue rumbo a su lugar de trabajo.

El cardiólogo desapareció tras las puertas de vidrio y dejo a los otros dos, evaluando mentalmente el diagnostico de Karina.
─ ¿Podemos llevárnosla ya? ─ preguntó Akiane que deseaba verla.
─ La traerán enseguida ─ señaló Carlos. ─ solo espera un poco más.
─ De acuerdo ─ asintió Akiane, mientras volvía acomodarse en el sofá.
─ ¿Qué harás con Karina? ─ inquirió Carlos.
─ Cuidarla ─ respondió sin rodeos Akiane. ─ Y necesitare en parte de tu ayuda con los medicamentos y concertar los controles. No quiero que falte a ninguno.
─ ¿Quién lo diría tan joven y con problemas cardiacos? ─ Se dijo Carlos en voz alta.
─ Es hereditario ─ dijo resignada Akiane. ─ Lo único que lamento es que Adriana no me haya dicho nada al respecto.
─ Tal vez porque sabía que no les afectaba directamente ya que se salta generación por medio ─ explicó Carlos según les comentará Majo. ─ Lo bueno es que puede ser controlado y tener mejorías.
─ Algo es algo ─ mencionó Akiane aceptando los hechos pero a su vez, agradecida de que no fuese más grave como lo fue en caso de la madre de Karina.
─ Ahora sus hijos podrían ser afectados directamente ─ señaló Carlos. ─ ahí deberá tener cuidado Karina.
─ Eso es algo que solo le concernirá a Karina y sus planes a futuro ─ zanjó seria Akiane. ─ Por el momento no es asunto mío.
─ ¿Tuyo? ─ preguntó extrañado Carlos.
─ Yo me entiendo ─ repuso Akiane dando por terminado el asunto.

En eso se abrieron las puertas y aparecieron la enfermera con Karina en silla de ruedas. Al verla, la albacea no pudo dejar de sentirse un poco más aliviada. Necesitaba ver su rostro y toda ella, a decir verdad.

─ ¿Nos vamos a casa? ─ preguntó Akiane directo a Karina, en una forma tan tierna que más parecía una súplica que una orden.

Al oírla, Karina, no dejo de verla en forma sorprendida ante su reacción. Debería estar enojada con ella por traerla sin su consentimiento a un médico. Pero en este caso; mejor dicho ante su acción; no pudo enfadarse y solo le vio más serena.

─ Tú ganas ─ acordó Karina. ─ No te olvides que tenemos una conversación pendiente.
─ No lo olvido ─ repuso Akiane y ayudándola a levantarse de la silla de ruedas, añadió. ─ En casa hablaremos tú y yo.
─ Bien me parece ─ mencionó Karina, apoyándose del brazo de su jefa.
─ ¡Vamos a casa entonces! ─ convino Akiane.

Los tres salieron de la clínica hacia el jeep de la albacea.

─ ¿Prefieres que conduzca yo mejor? ─ sugirió Carlos. ─ Así puedes acompañarla y hablar un poco ¿no te parece?
─ Acepto ─ afirmó Akiane sin darle mucha vueltas al asunto.

Luego de subirse al coche y comenzar avanzar por la calle…

─ ¿Desean almorzar primero? ─ preguntó Akiane viendo a Karina. ─ ¿Qué dicen?
─ Prefiero ir a casa ─ contestó Karina. ─ Greta, lejos cocina mejor que un  chef.
─ Concuerdo contigo Karina ─ secundó Carlos. ─ Greta tiene mano de monja.
─ Sí ─ afirmó Karina.
─ Jajaja ─ soltó en risas Akiane. ─ Por lo visto mi Nana, es toda una celebridad. En ese caso, ¡Vámonos a casa a probar esa mano celestial!
─ Bien dicho ─ dijo Carlos con las manos en el volante y pendientes del tránsito.

Mientras el médico se dedicaba en esquivar a cuanto auto se encontraba aparcado en la vía en doble fila. Fue una odisea salir en esa hora en que todos retornaban a sus trabajos.
─ Quiero disculparme contigo ─ dijo sin más Karina.
─ ¿Por qué sería? ─ indagó Akiane, tomándole atención.
─ Por lo de Majo ─ señaló Karina. ─ es la única que sabía que por parte de mi madre hay antecedentes de enfermedades cardiacas.
─ Creo que es con ella con quién debes disculparte personalmente ─ repuso Akiane. ─ No voy a obligarte hacerlo, pero es solo una sugerencia. Ella no lo está pasando bien.
─ No deseo ver a Majo ─ respondió cortante Karina. ─ he tenido suficiente de ella y sus mentiras.
─ De acuerdo Karina ─ puntualizó Akiane. ─ solo te diré que estás siendo muy dura con ella y que lamentablemente estás muy errada en tus conclusiones de lo que viste.
─ ¿Por qué la defiendes ahora? ─ preguntó sin rodeos Karina. ─ Que yo sepa, tú no la deseaba cerca de mí cuando te dije que tenía planes de irme con ella. ¿Por qué cambiaste tan de repente?
─ Simplemente porque una se deje llevar por la primera impresión y no se da el tiempo de conocer a profundidad a una persona ─ explicó Akiane. ─ Ese fue mi error juzgue mal a María José. Pero ya lo he corregido.
─ ¡Vaya! ─ exclamó irónica Karina, volteando a ver por la ventanilla con desprecio. ─ ¡Ahora resulta que son mejores amigas!
─ Sigues mal interpretando las coas ─ señaló Akiane contemplando las facciones de la joven. ─ No es bueno juzgar tan severamente a una persona y más tratándose de una amistad de años.

Aquel comentario sacó ronchas en Karina que no dudo en girarse y verla con una visible molestia de su parte.

─ Te recuerdo que tengo motivos para no creer nada que tenga relación con ella y sus intenciones. ─ masculló dolida Karina. ─ Si tanto deseas ser su amiga allá tú, pero no me vengas a decir que la juzgo mal y replanteé mi actitud porque desde ya te dijo que no lo haré. Solo guarda tus comentarios y acciones con ella solo para ti. A mí no me interesa saber nada. Esa mujer no existe e intentes darme motivos para que tú lo seas también.
─ ¡Un momento Karina! ─ protestó Akiane sin alzar la voz, pero con energía. ─ Estás siendo bien desconsiderada y mandona por lo demás. Primeramente en nada te afecta que yo mantenga una relación de amistad con Majo. Segundo, no intentes ponerme entre la espada y la pared solo porque tú no puedes perdonar. Sé muy bien lo que hago y con quién. Además, quieres que tome una postura de fidelidad a ti, cuando no me dejas ni siquiera acercarme ¿cómo puedes exigir algo que no das?
─ ¿Mandona yo? ─ preguntó Karina entre neurótica y encolerizada por llevarle la contra. ─ ¿De dónde sacas eso? Te dije que hagas lo quieras con respecto a esa mujer y solo te pedí que no me hables de ella.
─ Sí lo eres, Karina ─ aseguró Akiane. ─ ¿Y por qué te afecta que yo entable algún tipo de relación con ella?
─ Me da igual ─ respondió seca y empuñando su mano izquierda del coraje.
─ ¿Y si te da igual por qué tu cara? ─ inquirió Akiane.
─ ¿Qué tiene mi cara? ─ Contra preguntó Karina.
─ Dice mucho más de lo que tú te atreves a decir ─ explicó Akiane. ─ Tus ojos me dejan ver una cosa muy distinta de lo que has dicho. Me demuestran que te disgustan mis intenciones con Majo y esas líneas de expresión confirman mis impresiones. Por lo tanto, te pregunto abiertamente ¿Por qué no deseas que vea a Majo?, ¿Qué sientes tú?

Ahí fue un doble golpe al corazón. Provocando que Karina, tragase con dificultad porque fue ella puesta contra la espada y la pared. Dado que aún no estaba preparada para hacerse esa pregunta. Es más, ni quería pensarla. ¡Definitivamente tanto desmayo la estaba poniendo en aprietos!

Sin embargo, se las arregló para desviar la atención y bajarle el perfil a la situación...

─ ¡Ya te dije! ─ defendió Karina, apartando la mirada de su jefa. ─ Me da igual lo que hagas. Yo tengo cosas  más importantes que pensar en ti y Majo. Quiero mi libertad y poder viajar a mi verdadera casa que está en Inglaterra.
─ ¡Mientes! ─ rebatió Akiane, tomando su mentón entre su mano y haciéndola que voltease a verla. ─ si te diese igual no esquivarías mi mirada y tampoco empuñarías tu mano como lo haces. Esos claros signos que te molesta e insistiré en saber por qué.
─ ¿No te rindes verdad? ─ desafió Karina, tratando de zafarse de la mano en su rostro, pero esa mirada le impedía hacerlo, la estaba sometiendo involuntariamente.
─ No ─ respondió Akiane y esta vez fue más allá al pasar sus dedos de la otra mano por el contorno de la cara de la joven. ─ Quiero saber, Karina. Abre tu corazón y dime tus razones.
─ Eres insoportable ─ se quejó Karina entre dientes. ─ por que no lo dejas así y hablamos de dejarme ir por ejemplo.
─ No puedo hacerlo por la única razón que para ti es importante ─ señaló Akiane e insistía en delinear el rostro de la chica sin alterarse con la mirada que le estaban dando. ─ Y lo otro lo veremos en casa cuando me dejes explicarte un asunto. Mantendré mi palabra. Ahora ¡Respóndeme!
─ ¿Quién es la mandona ahora? ─ trató de zafarse Karina, porque ya se estaba poniendo muy nerviosa con esas caricias.
─ Sin duda que eres la mujer más evasiva que he conocido ─ mencionó Akiane y volvió a la carga. ─ Pero no me daré por vencida hasta que me digas tus razones Karina Sotomayor Mondriatti.
─ ¡Dios! ─ exclamó con angustia y ansiedad Karina que pegó un brinco ante la insistencia de la albacea. ─ ¿Por qué?
─ Porque eres tú ─ repuso Akiane sin intimidarse. ─ Tú y nadie más.
─ ¡Uffffff! ─ resopló con todas sus fuerzas Karina.
─ Dime ─ persistió Akiane, suavizando su voz tanto que parecía una súplica más que una orden.

Karina, ya no pudo más y simplemente se resignó. Bajando su cabeza hasta pegarla a su pecho, dijo…

─ Hazlo por respeto a mí. ─ admitió Karina, tragando saliva con dificultad y cuyas manos jugaban nerviosas entre sí producto de la ansiedad. ─ No la veas más.
─ Comprendo ─ susurró Akiane. ─ ¿Es lo qué deseas?
─ Sí ─ afirmó avergonzada Karina con las mejillas teñidas de escarlata y manteniendo el mentón pegado a su pecho.
─ Muy bien Karina ─ expuso complaciente Akiane. ─ Será de ese modo.
─ Gracias ─ murmuró apenas la joven Sotomayor.
─ No la des ─ dijo Akiane, levantándole la barbilla para que la mirase. ─ respetaré tus deseos, pero quiero que sepas que lo hago por ti y nada más. Por lo de tu pasado a mí no me compete hablar ni juzgar. Es un asunto que tú y Majo deberán resolver tarde o temprano. Tú necesitas tiempo para sanar tus heridas y ella para ganarse tu confianza. Deberán dejar que el correr de los días les permita meditar y dejar ir todo lo malo. De mi parte solo te pido que no te cierres más al dolor. Es hora que abras tu corazón y vuelvas a sentir y ser feliz, Karina.

Una y otra vez, los labios de Karina se abrían un poco y se cerraban. Por el temblor causado por los nervios, el estrés, la ansiedad y también por esa extraña nueva sensación que se estaba comenzando a sentir dentro de ella provocada por esa nueva faceta que estaba viendo en la mujer que se suponía que aborrecía con toda su alma.

─ ¿Eres tú? ─ balbuceó la pregunta Karina entre temblores de sus labios y miedos internos. ─ ¿Verdaderamente?

Esa pregunta hizo que un pequeño brillo asomase en los ojos verdes de la albacea y una cálida sonrisa comenzase a dibujarse en la comisura de sus labios.

─ Soy yo ─ respondió afirmativamente Akiane y su dedo se posó en la punta de la nariz de Karina. ─ Una mujer a quién tú le importas mucho.


Los ojos celestes se abrieron desmesuradamente al oír aquellas palabras y su corazón se disparó en una loca carrera que de un momento a otro saldrían de su cavidad y la dejaría sin vida. Inerte a todo y muy vulnerable a un escenario que no creyó posible. No para ella…Pero…Sí para su hermana…Adriana.

2 comentarios:

gwen1991 dijo...

Un mes sin actualización la espera me mata quiero aras del pasado.
Espero que estes bien por tu tierra.

susanaivette_ dijo...

aqui siguendote y esperando tu proximo capitulo saludos desde mexico

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