mujer y ave

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viernes, 5 de febrero de 2016

Lamentos de un corazón.


En Aras del pasado, capítulo 47.

─ ¿Ha quedado claro, hija mía? ─ preguntó Emmanuel, viendo seriamente a su descendiente.
─ Por supuesto, padre ─ respondió desganada Raniel.
─ Pues no lo parece, hija ─ refutó Emmanuel, entrecruzando sus manos en un acto de preocupación. ─ Tu mirada, me dice que estás en desacuerdo con mis planteamientos. Además, has sido incapaz de respondernos a tu madre y a mí, qué hacías ayer tan temprano. Aún espero que respondas como se debe jovencita.


La mirada de Raniel, se clavó en los ojos de su padre y se fueron oscureciendo como nunca antes la habían visto. Sin duda, que la joven Larson ya no era la misma. La molestia se podía apreciar en sus pupilas.

─ ¿Me acusas de mentirte padre? ─ osó preguntar Raniel.
─ No he dicho que hayas mentido ─ corrigió su padre con una mirada severa ─ Sin embargo, omitiste cosas, que lo hace tan delicado como mentir, jovencita.
─ No soy ninguna mentirosa, padre ─ esta vez respondió cortantemente Raniel─ Y sino dije expresamente al lugar que fui, es porque no tiene relevancia saberse. A lo mismo que ustedes han hecho conmigo al ocultar cosas sobre mi pasado.

Al oír aquella acusación por parte de su hija, Emmanuel, comprendió enseguida que la joven estaba al tanto de sucesos que habían sido ocultados a la espera de que fuesen realmente necesarios saberse.

─ Un momento señorita, por más que puedas tener razón o no en tus quejas. Debo recordarte que estás hablando con tu padre y no con tus amigos. Así que, modera el tenor de tus palabras si quieres que te respete como una mujer adulta y no una niña caprichosa y mal educada. ─ reprendió enérgicamente Emmanuel.

Bastó aquel sermón de parte de su progenitor, para que la joven Larson, cayera en cuenta de su lugar en la familia y por más coraje o molestia que pudiese tener; justificada o no; no eran formas de comportarse de una señorita y menos de una hija.

─ Lamento mi forma de comportarme, padre ─ se disculpó Raniel, avergonzada de sus actos. ─ No he querido ser grosera con ninguno de ustedes. Pero, sabes mejor que nadie que detesto la mentira o que me oculten cosas que son importantes; ya que me hace pensar que no soy lo suficientemente capaz de tomar una decisión o sacar mis propias conclusiones.
─ Hija mía, ¿Estás bien? ─ preguntó de súbito el señor Larson interrumpiendo a su hija.
─ Sí, ¿por qué lo preguntas padre? ─ indago Raniel. ─ No comprendo a qué viene la pregunta después de todo lo que me has dicho.
─ Muy simple, princesa ─ respondió Emmanuel, pasando su mano por la barbilla. ─ Desde tu llegada que te has comportado en forma muy inusual y nos miras como si fuésemos tus enemigos y quisiera me dijeras la verdad. ¿Qué sucede contigo?
─ Padre, quisiera responder a tus preguntas, pero por el momento, no puedo ─ mencionó Raniel. ─ Antes debo hablar con una persona en particular y cuando esté todo aclarado, seré yo misma quién les aclaré todo.
─ Comprendo ─ señaló Emmanuel. ─ dejaré que resuelvas tus cosas primeramente y luego, tú y yo hablaremos al respecto.
─ Lo aprecio mucho padre ─ acotó Raniel, algo más aliviada. ─ Si no tienes más que decirme, me retiro debo ver a Anabelle y cómo se encuentra ella.
─ Una cosa más hija mía ─ detuvo su padre.
─ Dime, padre. ─ dijo Raniel.
─ Procura buscar tu paz ante todo y reflexionar en todo lo que estás viviendo ─ explicó Emmanuel Larson. ─ Actúa con la cabeza fría y no dejes que los inconvenientes te superen o controlen tu vida como tu voluntad. Deja que las cosas sigan su curso y vive lo que te toca vivir.

No hubo necesidad de ser adivino para que la menor del clan Larson, supiese a lo que se refería su padre y lo que trataba de aconsejarle; ya que la mirada de esmeralda de la muchacha se volvió más intensa que de costumbre y desde el filo del rabillo de sus ojos, asomó un destello no familiar para el progenitor de la familia. Y es que ahí, estaba nuevamente esa mirada…Una que no era la de su hija…Sino de otra persona. Su antepasado, Rowine Mcraune.

─ Tendré presente tus consejos, padre mío ─ señaló Raniel, que al pestañear volvió la forma cálida de ser. ─ Con tu permiso.

El señor Larson, solo alzó su mano en forma condescendiente y la dejo partir sin más. Luego, meditó unos instantes y buscó en su escritorio un pequeño baúl con una copia de una llave muy antigua.

─ Creo que cada vez se hace más inevitable tu encuentro con tu antepasado, mi princesa ─ murmuró Emmanuel. ─ Muy pronto ellos,  reclamaran al descendiente legítimo de Enios y nuestras vidas cambiaran de paso también.

Sin pensarlo dos veces, guardó la llave en su chaqueta y salió del despacho con rumbo desconocido.

Por su parte, en la habitación de la joven Larson…

La Duquesa estaba pensativa con respecto a lo que su hermana le comentará sobre lo que le dijera su novia Sara y ello, contribuía a dejarla más sensible después de recordar todo lo que vio a través de su subconsciente. Una cosa era que la primera vez que vio a Raniel, con un arco en las manos y en su hombro con un halcón, hecho que la conmocionó tanto que en algo despertaron unos pocos recuerdos. No obstante, en esta ocasión fue mucho lo que recordó, mejor dicho supo qué sucedió con su viejo amor y los motivos que la llevaron alejarse de ella y claro está que dio con la responsable de su mayor desgracia.

Ahora no se trataba solo de Raniel y sus recuerdos sino que ambas atravesaban por dicha situación y sin duda todo ello traía conmoción a su corazón de haber pasado por alto tantas cosas que provocaron su pérdida.

─ ¿Qué piensas hacer hermana? ─ preguntó Francis, sentada a los pies de la cama y sacándola de su ensoñación. ─ Sara, teme que Raniel pueda hacer algo que perjudique su relación.
─ Tranquila, Francis ─ animó la Duquesa, quitando la manta que cubría su cuerpo para levantarse. ─ Agradezco que me hayas contado y por lo mismo, deseo que hables con tu novia y le digas que no dejaré que Raniel, cometa ninguna locura en contra de nosotros mismas al saber que ella fue Rowine.
─ La verdad hermanita que todo esto parece una novela de misterios ─ expuso Francis. ─ Tendrás que hablar cuanto antes con tu prometida porque sabes mejor que nadie como odia las mentiras y cuanto antes la familia le de las explicaciones tanto mejor para todos y en especial para mi cuñada.
─ No debes recordármelo, mira que aún tengo fresco en la retina lo sucedido por mi título nobiliario ─ acotó Anabelle. ─ Está vez es distinto y ella deberá entender que no hemos mentido si no estábamos a la espera de que su memoria le permitiese recordar y este viaje a contribuido a que ambas acordemos de nuestro pasado.
─ Es increíble que puedas… ─ dijo Francis, cuando fueron interrumpidas por unos toques en la puerta.
─ ¡Adelante! ─ Invitó a pasar Anabelle.

La puerta se abrió más despacio de lo que normalmente se puede hacer y en su umbral se dejo ver la figura de…

─ ¿Puedo? O ¿Interrumpo algo? ─ preguntó con algo de pica Raniel, cuyos ojos brillaban mucho al observar a la Duquesa.
─ ¡Por favor amor! No interrumpes nada ─ descartó Anabelle. ─ ¿No es así, Francis?
─ Por supuesto que no cuñadita ─ secundó  la menor de los Calguiere. ─ Solo hablábamos con Anabelle de cosas que no son tan relevantes por el momento.
─ ¡Ya veo! Si ustedes lo dicen ─ señaló Raniel, no muy convencida y con un dejo de decepción en su mirada. ─ Si prefieren vengo más tarde y las dejo para que platiquen a gusto.
─ ¡Raniel! ¿Cómo puedes decir una cosa así? ─ amonestó Anabelle. ─ he dicho que no interrumpes nada importante y me parece desconsiderado de tu parte que no quieras saber de mí y de cómo me encuentro.
─ Chicas, soy yo la que se retira ─ interrumpió Francis, dirigiéndose a la puerta y antes de irse, añadió. ─ Anabelle, no olvides mi consejo.
─ No lo hare ─ respondió ésta, sin dejar de ver a su prometida. ─ me reuniré contigo y mi madre más tarde.
─ Vale ─ dijo Francis. ─ Nos vemos cuñadita.
─ Gracias ─ señaló Raniel, inclinando un poco la cabeza.

Francis, abrió un poco sus ojos azules por aquel gesto atípico de la joven Larson y prosiguió su camino algo confundida, pero se reservó sus impresiones.

─ ¿Todo bien? ─ preguntó la Duquesa a su novia sin dejar de verla.
─ ¡Uf! ─ resopló Raniel, sacando el aire contenido de sus pulmones y caminó hasta la cama para sentarse a su lado y desde ahí, verle con detenimiento. ─ Sería deshonesto de mi parte decirte que está todo bien, cuando las cosas no son así.
─ Cariño ─ susurró con dulzura Anabelle, acariciando su rostro. ─ Puedo ver en tus hermosos ojos como la molestia y la ansiedad se ha instalado, por favor dime ¿qué está sucediendo contigo?
─ Anabelle, no será fácil esta conversación entre nosotras ─ comenzó por decir Raniel ─ Y hay mucho que aclarar.
─ No te detengas ahora, amor ─ instó Anabelle, tomando su mano y entre lazando con la suya para darle esa confianza. ─ Ambas sabemos que entre nosotras hay temas pendientes desde hace mucho tiempo y es necesario esclarecerlos porque no en vano me llamaste desde el fondo de tu ser, ¿No es así, Rowine?

Esta vez fue la propia Raniel, quién entrecerró sus ojos y en su iris podía verse un nuevo resplandor. Ahora sí, después de mucho tiempo, volvían a reencontrarse dos almas que se apartaron una de la otra sin una explicación y que provocó que sus corazones se fracturasen, dejando una historia inconclusa.

─ Anabelle ─ susurró Raniel. ─ pensé que habías olvidado lo que dije hace un rato.
─ Amor mío ─ expuso la Duquesa. ─ fue gracias a ese comentario que pude tomar conciencia de muchas cosas y aunque en un comienzo quede conmocionada por tu confesión y producto de ello, entre en trance.
─ Discúlpame cielo ─ manifestó con pesar Raniel. ─ No era mi intención provocarte un desmayo. Fui algo descuidada en ese aspecto. Jamás podría u osaría lastimar precisamente a la mujer que amo.
─ Eso lo sé muy bien, princesa ─ concordó Anabelle. ─ Por eso mismo, me gustaría que me dieras la oportunidad de escucharte y saber qué has recordado sobre nuestro pasado, pues siento que ha sido una carga muy grande para ti recordar y no ver vestigios en mí de lo que fuimos en la otra vida.
─ Dime una cosa antes ─ solicitó Raniel, tocando su mejilla para convencerse de que era real, al fin de cuentas, era su antiguo ser que lo pedía. ─ ¿cuánto has recordado?
─ Primeramente debo confesarte que no es la primera vez que tengo flashes de lo que fue mi vida anterior. ─ Cuando estuvimos en casa de Alesia y te vi con ese arco y el halcón de papá, quede en shock y sin darme cuenta varias imágenes comenzaron a venirme a la memoria sobre ti y tus gustos por la cacería como la cetrería.
─ ¿Por qué no me lo dijiste antes? ─ inquirió seria Raniel y un tanto impaciente. ─ ¿por qué me lo ocultaste?

La Duquesa, enseguida pudo apreciar que el enojo se hacía presente en su prometida, por lo que tomó sus manos entre la suyas e imprimió cierta fuerza para serenarla.

─ ¡Mírame Raniel! ─ demandó Anabelle, logrando captar su atención del todo sin esa molesta mirada. ─ Es necesario que dejes de tener esa actitud hostil, con ello, solo consigues mortificarme por actuar de un modo distinto del que tú creías. Por favor comprende que he tenido mis razones para no exponerte a un sufrimiento y hacerte padecer como ya ha sucedido en casa de mis padres.

Aquellos ojos esmeraldas al fin dieron una tregua y que a pesar de no estar molestos, se suavizaron y volvieron hacer los mismos de una cálida y transparente mirada. Pero no evitando que un poco la vergüenza hiciese que bajase su rostro hacia el piso.

─ Lamento comportarme cómo lo he hecho ─ repuso Raniel sin dejar de ver el piso. ─ Sus actos han hecho que pensará que me ocultan cosas sobre mi pasado aún sabiendo que todos ustedes se preocupan mucho por mí. Es sólo que detesto que me mientan y he perdido mi paz interior y a veces he actuado en forma desconsiderada.
─ Mi vida ─ murmuró Anabelle, alzándole el rostro a su prometida y viéndola a los ojos, demostrando todo su amor en ellos. ─ Yo te amo y no dejaré que nada malo te suceda aunque ello me signifique ir en contra de ti misma y créeme que ninguno de nosotros ha querido ocultarte nada, solo estábamos a la espera de que pudieses recordar y por el mismo motivo, he viajado con el propósito de ver a tu doctor y nos diga que debemos hacer y si es conveniente que te haga una regresión.
─ Eso ya no será necesario ─ mencionó Raniel. ─ Me refiero a la regresión.
─ ¿Por qué no? ─ indagó la Duquesa.
─ Por que solo los angustiaría a todos ustedes ─ explicó Raniel, tomando la mano de su novia y acariciándola para finalizar depositando un beso. ─ Hacerla significa un estrés y esfuerzo para mi mente y cada vez que concluye, terminó consumida en fiebre y con mis padres al borde de un colapso nervioso.
─ ¿Siempre ha sido de ese modo? ─ preguntó Anabelle. ─ Que tus recuerdos te atormenten tanto al borde de provocarte fiebre.
─ Así es─ contestó Raniel, rememorando viejas vivencias. ─ No es fácil convivir con imágenes, voces y lugares que no pertenecen a tu presente. Muchas veces esas misma voces dentro de mi cabeza me hacían llorar y sentir una gran tristeza que hacia doler a mi corazón sin poder comprender lo que estaba sucediendo.

Hubieron tantas noches en que despertaba empapada en un sudor frío al ver rostros borrosos de mujeres que danzaban alrededor mío y sus gritos y llanto solo provocaban mi angustia por no poder hacer nada para que desaparecieran de mis sueños, de mi vida. Por más que luchaba en las noches por leer tanto hasta caer rendida y así no tener tiempo para soñar o recordar, era inútil dado que siempre estaban esas voces, esas mujeres acosándome como fantasmas, dejándome vulnerable al punto que salía despavorida de mi habitación hacia el dormitorio de mis padres.

Una y otra vez le rogaba a Dios por que todo ello se detuviese. Sin embargo, desaparecían unos días y al poco tiempo se volvían a presentar cuando me encontraba en soledad. Tocando mi hombro, presentándose a través de una cortina o sobre mi lecho. Podía ver la figura de aquellas mujeres sin rostro ir y venir de mi habitación.

Y eso continuó hasta que cumplí los catorce años. En la víspera de ese día como a la media noche pude ver como se hacía visible la fisonomía de aquella joven de cabellos dorados. Como si fuese en cámara lenta se fueron develando su mentón, sus labios y sus ojos. Estos eran el azul más profundo que había visto en mi vida y quede prendada de aquella mirada. Toda la noche soñé con ella y cada momento que vivió en su palacio.

Al tiempo después, se develó de quién provenía la voz que me acompañó desde los cinco años y aunque su rostro no siempre se mostró nítido, podía apreciar la figura de una joven trigueña y cuando intentaba ver sus ojos, estos brillaban de tal manera que parecía que chocaba con un espejo, lo que provocaba que me perdiese en mi subconsciente.

Nunca supe sus nombres y si lograba escucharlos, estos se perdían al día siguiente cuando despertaba sin poderlo recordar.

Yo solo quería descubrir quiénes eran ellas por lo que comencé a dibujarlas según se fueran presentando ante mí y por orden del médico, sugirió que solo lo hiciera cuando fuese absolutamente necesario para que mi mente no se esforzará tanto.

Con el tiempo fui domesticando mi ansiedad hasta conseguir dominarla por completo y dejé que el especialista me guiase y pudiera disfrutar de una vida más o menos normal dentro de lo que se podía y solo dibujaba cuando podía y lo quería ─ terminó de referir la joven Larson.

─ ¡Princesa! ─ exclamó apabullada Anabelle de oír el relato de su prometida y ahora siendo ella, que besará las manos de su mujer. ─ ¡Cuánto has debido pasar por causa de nuestro pasado! Y yo tan lejos de ti, desconociendo que en tierras lejanas se encontraba el amor de mi vida, mi pasado y mi presente.
─ Anabelle, es inimaginable lo que he vivido y muy poco creíble los sucesos que han acompañado mi vida. ─ mencionó con tristeza Raniel, perdiendo a ratos la mirada en el vacio sin ver nada en cuestión. ─ Gracias a los cuidados de mis padres pude sobrellevarlos y hacerlos parte de mi vida cotidiana. Aunque a veces llegué a pensar que eran solo sueños consientes producto de la imaginación. No te niego que sentía curiosidad y a la vez temor de ir más allá y saber la verdad.

Por momentos deseaba conocer la verdad de quienes eran esas mujeres y qué trataban de decirme y cuando intentaba provocar a mi mente en ir más allá, las cosas se ponían un tanto complejas y caía con fiebre y con mis padres yendo de un lugar a otro conmigo.

Fue una época difícil y sin embargo, un poco más sencilla que la he tenido que vivir desde que viaje a Inglaterra. Mi subconsciente fue puesto a prueba desde el mismo momento que pise suelo inglés y más aún, cuando llegue al castillo. Desde ese instante, mis recuerdos comenzaron atormentarme constantemente y a revivir viejas emociones dormidas dentro de mi alma.

Ahora entiendo que tenía que ser de ese modo, dado que fue aquí dónde se desarrolló y gestó todo. Mi nacimiento, mi familia, el amor de mi vida, el engaño y la traición a lo que fuimos sometidas las dos a causa de la persona de quién menos hubiésemos imaginado y fue demasiado tarde al final. Ella había hecho muy bien sus jugadas y conseguido que hiciéramos exactamente lo que deseaba y maquinó a todos a su favor.

─ ¡Un momento princesa! ─ interrumpió Anabelle. ─ Cuando hablas de ella. ¿te refieres a Vivian?
─ ¡Anabelle! ─ exclamó sorprendida Raniel. ─ Entonces sí, sabes que fue Vivian, la culpable de nuestra separación y de mi destierro.
─ Mi vida, así es ─ afirmó la Duquesa, acariciando las manos de su prometida. ─ justamente hoy he podido recordarlo y ha sido lo más doloroso que viví en el pasado. Un dolor que fue insoportable, y que arrastré conmigo hasta el mismo día de mi muerte. Jamás pude recuperarme de tu partida y llegué a odiar a mi antigua madre. Henrietta.

Me volví desconfiada y escéptica con todos los que me rodeaban. Castigué duramente a Jonathan y acabé por desterrarlo del castillo y alejarlos de mis hijos.

Trabaje arduamente para saldar la deuda que mi madre contrajo con Vivian y su esposo y luego de ello, conseguí que la reina enviase a India a este mercader y su esposa por una larga temporada. Esa fue mi venganza contra la que por muchos años creí mi mejor amiga.

Busque ayuda con familias amigas para buscarte en toda Inglaterra y luego en países como Italia, Francia y España. Pero todo fue inútil, habías desaparecido sin dejar rastros o indicios que permitiesen rastrear tu nombre.

Durante 10 años, te busqué con guardias que contraté para que viajasen  a distintos países e inclusive yo misma, realice viajes a distintos lugares tras alguna pista que nos daban de ti y cuando lográbamos llegar al sitio en que fuiste vista, nada. Sólo eran presuntas suposiciones que no buscaban otra cosa que un par de monedas por la información. Fue tan desalentador llegar a esos sitios y ver que solo eras un espejismo, al cual no podía alcanzar.

Cuando ya contaba con 50 años, una mujer que trabajó para un posadero en las afueras de Londres, y que reconoció mi rostro a pesar de mis años en un retrato que vio hacer a una joven mujer que estaba por abordar un barco que la llevaría tierras lejanas y nuevas. Ella me confesó que aquella joven le mencionó que era la persona más querida para ella y que lamentablemente debía alejarse. Que en sus ojos verdes pudo ver mucho dolor y las lágrimas manchar aquel retrato de una mujer de cabellos dorados.

Ese día asumí que jamás te volvería a ver y saber de ti. Desde ese momento lleve un luto perpetuo y a pesar de tener compromisos en la corte con su majestad y mi esposo, nunca cambie mis ropajes, fue mi forma de mostrarles aquellos que me traicionaron que con tu partida había sido arrancada mi propia vida.

Ni mis hijos siendo muy amados por mí, pudieron mitigar esa perdida y con el tiempo, fueron ellos los que continuaron buscando un poco más y traerme de vuelta a mi viejo amor. Jamás pudo ser y mi heredera juró en mi lecho de muerte que los descendientes de los Calguiere, jamás olvidarían el agravio hecho y la deuda que tenían con la familia Mcraune.

Siendo mi madre fiel depositaria de esa voluntad y quién guardo con ellas viejas cartas dejadas por la Duquesa Henrietta a las descendientes de los Calguiere y su compromiso de enmendar una afrenta hecha para con una inocente. ─ concluyó Anabelle, en cuyo rostro estaba siendo bañada por las lágrimas. ─ ¡Por favor, perdóname Rowine por todo el daño que te provocaron y que te provoqué!
─ ¡Anabelle! ─ balbuceó a duras penas Raniel, cuando sus lágrimas descendían en loca carrera por su mejilla tras la confesión de su viejo amor, llevando su mano nerviosamente hasta sus labios. ─ No dejaste de buscarme ¡Oh amor mío! Siento tanto haberte causado tanto dolor. Perdóname tú a mí por exponerte a tanto sufrimiento.
─ Fue tan doloroso descubrir en esas cartas que te ibas de  mi vida sin más. Dejándome tan vacía, tan impotente y carente de tu amor, caricias, de toda tú. ¿No sabes cómo me dolió leer tu carta? Fueron como mil cuchillos clavándose en mi corazón y desde ese día jamás paró de sangrar como llorar dentro de mí ser. Nunca más volví hacer la misma. Era una mujer muerta en vida.

La joven Larson, fue incapaz de pronunciar palabra alguna y es que la congoja era tan grande de constatar todo el sufrimiento que debió pasar su viejo amor. Que fue tan doloroso como el destierro que a ella misma le tocó vivir y aunque hubo un hijo único de por medio. No fue suficiente para llenar el corazón desgarrado de la joven Rowine. Se dice que el amor de madre supera todo en la vida, pero el verdadero amor hacia tu pareja hace que te sientas tan vacío, tan incompleto que pierdes las fuerzas y ganas de vivir, provocando que tomen decisiones severas y drásticas. Es un amor que no solo vemos en los seres humanos; pocos por cierto y extraordinarios; sino que también lo vemos en la naturaleza como el caso de los gansos salvajes de Alaska, pingüinos y cóndor, que al perder a su compañero quedan sin más compañía y mueren de pena o vuelan tan alto para dejarse perder en picada e ir al encuentro de su pareja. Duros ejemplos, pero no solo hablamos de fidelidad sino de un amor que va más allá de lo trascendental.

Aquella muchacha estaba tan devastada por la confesión de la Duquesa que todos los recuerdos de su exilio fueron nuevamente vividos en una cámara de alta velocidad, una a una las imágenes iban y venían a su mente, recordándole su tristeza, su necesidad y ese mismo vacío que sintió Anabelle con su partida. No cabía duda que a pesar de la distancia y el tiempo, jamás dejaron de amarse, de extrañarse tanto que fue tan grande su anhelo de volver a encontrarse que el milagro divino les permitió concretarlo en esta vida.

─ Por eso esta razón, cuando te conocí aquel día en el salón ─ prosiguió Anabelle. ─ mi corazón quemó mi pecho tan fuerte que sentía desfallecerme de un momento a otro y es que él te reconoció enseguida y yo sin saber porque no podía dejar de pensarte y soñar contigo.

A medida que transcurrían los días, necesitaba desesperadamente verte mantenerme lo más cerca de ti y fue una lucha constante con mi razón que se negaba aceptar que estuviese sintiendo ese tipo de sentimientos por una mujer. No quería admitir que tú me atraías como las abejas a la miel y esa necesidad hacía crecer una tensión tan grande que me enloquecía.

Ver que te llevabas de mil maravillas con toda la familia y conmigo mantenías una distancia y actitud algo parca, provocando que mi corazón se angustiase. Cuantas veces se oprimía mi pecho al verte alejarte de mí y no podía comprender porque. Llegue a creer que yo te disgustaba y casi enloquecía por las noches oyendo mis pensamientos más íntimos de voces que me suplicaban que no te dejara ir.

Cuando tuve claro mis sentimientos hacia ti, decidí que haría hasta lo imposible que te fijaras en mí como mujer y a sabiendas que no deseabas compromisos y nada que tuviera relación con el amor, no quise darme por vencida y Alesia, estuvo instándome a que jugará todas mis opciones para conquistarte.

Ahora comprendo porque esa necesidad imperiosa de no dejarte escapar y es que mi subconsciente estaba advirtiéndome que se volvería a repetir la historia si te dejaba  ir de mi vida.

Sin duda que no fue casualidad que Alesia fuese de vacaciones a tu país y que me permitiese el destino volver a encontrarte y así, darle sentido a nuestra historia de amor, nuestro padecimiento y la necesidad de volver a ser feliz a tu lado. Darnos esa oportunidad que Vivian nos truncó con su maldad y egoísmo ─ acabo por finalizar Anabelle, acercándose hasta dónde se hallaba Raniel y la abrazó tan fuerte como reconciliándose con Rowine. ─ ¡Perdóname Rowine! Por desconocer tu sufrimiento y sacrificio. Por favor, no dejes que nos vuelvan a separar nunca más.
─ Amor mío ─ susurró Raniel, aceptando las disculpas en lo profundo de su corazón. ─ esta vez no permitiré que ella vuelva hacer de las suyas.
─ No sabes lo feliz que me hacen tus palabras en este momento ─ murmuró una debilitada Anabelle en su voz. ─ Creeré en tu palabra y a ella me aferraré.
─ Esta vez puedes confiar en mí ─ señaló Raniel, rompiendo el abrazo y acariciando su mejilla─ No volveré a huir y abandonarte como lo hice antes, pero debes saber que no estamos sola…Ella regresó.
─ Lo sé ─ afirmó Anabelle. ─ Mi madre así me advirtió.
─ Entonces es hora de que sellemos el pasado ─ instó Raniel. ─ vamos a cerrar etapas Anabelle. Por favor acompáñame.
─ ¿Adónde quieres ir? ─ preguntó Anabelle, confundida un poco.
─ Donde descansan los restos de mi otra vida ─ mencionó Raniel. ─ Donde se durmió Rowine.
─ Comprendo ─ asumió Anabelle, limpiando sus ojos de lágrimas escurridizas que aún fluían desde su ser. ─ Llévame con ella.
─ Vamos ─ consintió Raniel. ─ Pero debemos avisar a los demás y abrigarte un poco.
─ Está bien, princesa ─ respondió Anabelle.

Ambas chicas, salieron del cuarto de la joven Larson y fueron directo hasta la planta baja donde se hallaban el resto de la familia, al verlas entrar pudieron notar las huellas del dolor presente en sus rostros.

─ ¡Hija mía! ─ dijo Anette, al verla y no necesito preguntar nada en absoluto y se limitó en sacar de un cofre que llevaba en esos momentos, unos documentos y se los entregó. ─ Es su turno de conocer la verdad de Henrietta.
─ Gracias madre ─ contestó Anabelle y recibió las cartas de su antecesora y madre en la otra vida. ─ Raniel y yo, saldremos a ver donde descansa Rowine y luego de ello, hablaremos con todos ustedes.
─ A eso has venido hija mía ─ secundó su madre. ─ ha reconciliarte con tu pasado y retomar su historia de amor junto a Raniel. Vayan a honrar la memoria de Rowine Mcraune. Nosotros les acompañaremos más tarde, queremos darles esa privacidad.
─ Gracias Anette ─ señaló una Raniel, más serena con su vida y que apreciaba el apoyo de su familia como la de su prometida. ─ Les esperamos allá y juntos como familia hacer una promesa frente a su tumba.
─ Así se hará, mi querida Raniel. ─ concordó Anette. ─ saldaremos nuestra deuda con Rowine y llevaremos a casa a la hija de Enios.
─ ¡Ya veo! ─ atinó en decir la joven Larson. ─ será lo mejor después de todo.
─ Hermana ve de una vez. ─ instó Helemiah. ─ El tiempo corre y debes hacer lo que debes junto a tu prometida.
─ Así es ─ afirmó Raniel y tomando la mano de su prometida, añadió. ─ Nos vemos más tarde y les esperamos.
─ Ve, cariño ─ apremió Fabiola junto a su esposo que comprendieron que la hora de la verdad había llegado.
─ Esperen ─ intervino Francis que venía con su novia.
─ Toma esto ─ dijo Sara pasando una chaqueta a su futura cuñada. ─ te mantendrá abrigada.
─ Gracias ─ dijo Anabelle colocándosela enseguida.
─ Ahora váyanse ─ volvió a insistir Anette y junto a los padres de Raniel, asintieron dando de esta forma su apoyo.

La pareja sin más se giraron y salieron de casa de los Larson y abordaron un colectivo que los llevaría al cementerio de Punta Arenas, donde descansaban los restos de Rowine Mcraune. Sin duda que ambas chicas estaban aún debilitadas con las emociones de encontrarse cara a cara con su pasado y sus recuerdos, pero debían pasar por esa transición y reconciliarse con su legado e historia.

En aquel lugar les aguardarían muchas cosas más por descubrir así como también serían develadas otras más y un voto que harían los herederos de una promesa que juraron cumplir en el lecho de muerte de la antigua Duquesa y del padre de los Mcraune.

No obstante y muy lejos de ahí…


─ No las dejaré ser felices ─ amenazó una pelirrojo cuyos ojos eran maldad pura como antaño─ ¡ya lo verán!

3 comentarios:

Sayuri dijo...

Wowwww que intenso!,esta historia realmente me atrapo,mil gracias por seguir continuandola.te mando un beso grande

Delfi Castillo dijo...

Esta de más decir, pero esta es una de las mejores historias que he leído y como siempre un gran capítulo...Al menos ambas comprendieron su sufrimiento y terminaron bien las cosas entre ellas..
Solo espero que llegue el momento en que aparezca la causante de toda esta desgracia y que Rowine-Raniel le den su merecido....
A la espera del siguiente capítulo...Que estés bien..

DULCE LOCURA dijo...

Me encanto tu relato, lo sigo desde el primer capítulo. Pero no dejes de escribir por favor, no me dejes con la intriga y esa sed de curiosidad

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