Destino implacable, capítulo 10.
Dos
descargas secas y certeras se hicieron tanto en los cielos australes como en la
casa patronal de la estanciera.
Ni
la lluvia ni nada en la naturaleza podía compararse con lo sucedido dentro del
interior del inmueble y es que, después de unos instantes, recién los ojos de
los presentes se abrieron muy despacio y pudieron observar lo sucedido.
El
eco del disparo aún resonaba dentro de la casa. No obstante a ello, un cuerpo
yacía doblado sobre sí mismo, entre la puerta y el interior de la misma. Y el
olor a pólvora estaba impregnado en todo su interior.
─
¡Patroncita! ─ exclamó consternado uno de los empleados. ─ ¿usted…?
La
susodicha, vio por el rabillo de sus ojos a su empleado, lanzándole una mirada
intimidante que no ameritaba discusión alguna o reproche.
─
¿Qué están esperando? ─ recrimino Ariza, bajando un poco su arma. ─ Ayuden a
levantar a esa idiota y despreocúpense por ella, que solo tiene un rasguño nada
más.
─
Como usted mande, patrona. ─ respondió éste y junto a otros tres hombres,
levantaron el cuerpo de Marcela.
─
Déjenlo sobre ese sillón ─ ordenó Ariza y viendo a una de sus sirvientas. ─
Rosalía, trae el equipo de primeros auxilios.
─
Enseguida mi señora ─ respondió la mujer y se fue directo al despacho.
─
Óiganme bien todos ustedes. ─ señaló Ariza, dejando su escopeta sobre la
estantería de las armas que estaba a la entrada. ─ Desde ahora, ningún
funcionario de Enap será bienvenido en esta hacienda y cualquiera que sea
sorprendido dentro de los limites, tienen órdenes de disparar uno de
advertencia y luego tiren a matar. No toleraré más impertinencia de su parte y
de ningún otro.
Martín,
sale con una cuadrilla de 15 hombres y cierra los cuatro pasos a las
instalaciones de la estatal.
José,
sal de inmediato al retén y trae enseguida al teniente para constatar los daños
que hemos sufrido.
Hermelinda,
prepara un cuarto en la planta baja para que sea ocupado por nuestra nueva
huésped.
Quiero
que sigan mis órdenes al pie de la letra y el que se atreva a desobedecerlas,
va a pagar con su vida ─ sentenció sin asco Ariza, viendo duramente a sus
empleados. ─ ¡les queda claro!
No
fue uno, sino todos los presentes los que la vieron con pavor y es que aquella
mujer se transformó en la personificación de la crueldad y le hacía alusión a
su apodo…La Quintrala.
─
Sí, patrona ─ fue la respuesta de los hombres y es que no era para menos dado
que en lugares tan apartados el hacendado tomaba la ley en sus mano y no había
nadie que hiciera algo al respecto.
─
¿Entonces que están esperando para hacer lo que les mande? ─ inquirió seca
Ariza.
En
un abrir y cerrar de ojos todos se hicieron humo de su vista y sólo una
sirvienta y Manuel su hombre de confianza quedaron junto a ella.
Una
vez que Rosalía, llegó con el pedido. Fue la propia estanciera, que aplicó
primeros auxilios en la inspectora y giró su rostro hacia ella.
─
¿Estará bien mi señora? ─ se atrevió a preguntar la sirvienta.
─
Sí ─ fue la escueta respuesta de Ariza, que limpiaba la sangre del oído derecho
de la Enapina.
La
estanciera siguió limpiando la herida y tras ver por el rabillo de sus ojos, el
semblante de su empleada, añadió…
─
¡Despreocúpate! ─ indicó Ariza, viendo fieramente el semblante de la mujer que
yacía desvanecida en su sillón. ─ solo se desmayó por la impresión del disparo
nada más y cuando mucho pude haberle perforado el tímpano.
─
¡Oh! ─ exclamó consternada de igual forma la empleada.
─
Eso le enseñará a no invadir propiedad ajena ─ replicó Ariza, poniéndose de
pie. ─ Manuel, llévala a la habitación y pon dos hombres que la vigilen.
─
Como usted ordene ─ contestó éste y tomó en brazos a Marcela, sacándola de la
sala con rumbo a dónde se le indicó.
Ariza,
guardó todo en su maletín y los entregó a su empleada…
─
Mi señora ─ mencionó ella. ─ usted debe verse esas heridas que siguen
sangrando.
La
estanciera, bajo su mirada hacia sus brazos y vio el vendaje que estaba
manchadas con su sangre.
─
Las dejaré así hasta que llegue el Teniente y constante mis lesiones ─ afirmó
Ariza. ─ será suficiente prueba en contra de la inspectorcita.
─
Comprendo ─ se limitó en decir a la sirviente.
─
Manda a preparar mi vehículo que saldré nuevamente una vez que venga
carabineros ─ demandó Ariza.
─
Enseguida, mi señora ─ repuso la empleada y se retiró del lugar.
Ariza,
sin dudarlo entró a su despacho y tomando su teléfono, marcó a…
─
¡Vente cuanto antes a Posesión! ─ ordenó Ariza. ─ Te quiero cuanto antes. Hay
problemas y necesito que busques resquicios legales para detener las funciones
de Enap.
─
¿Estás hablando en serio? ─ se escuchó desde el otro lado de la línea.
─
¿Crees que estoy para bromas? ─ Contra preguntó Ariza molesta. ─ No te pago el
salario que tienes para que hagas preguntas imbéciles. Espero verte antes que
amanezca o prescindiré de tus servicios y te irás olvidando de todas tus
propiedades.
─
Ariza ─ murmuró el abogado espantado. ─ Estaré ahí. No hace falta que me
amenaces.
─
No es una amenaza ─ corrigió Ariza. ─ Solo una advertencia, yo cumplo lo que
digo. No lo olvides jamás.
─
De ninguna manera ─ respondió el abogado.
─
Y no olvides traer lo que te pedí sobre Paredes ─ demandó Ariza, cortando la
llamada de plano.
Antes
de colocar la bocina en su lugar, le vino algo a la mente y volvió a marcar.
Estuvo unos cinco minutos esperando que el otro teléfono respondiera y cuando
lo consiguió…
─
Hola ─ contestaron al otro lado.
─
Tú lo has querido así ─ murmuró entre
dientes Ariza, con un sentimiento de enconó en su ser. ─ Llegó la hora de la
verdad para ti.
Sin
dejar que respondieran a sus cuestionamientos, colgó y lanzó el aparato más
allá, llena de rabia.
─
¡Así que su novia! ─ masculló Ariza, cegada de celos. ─ ¡Ya veremos!
No
se podría explicar con tal exactitud lo que se albergaba en el corazón de la
estanciera en esos instantes. Sin duda, que era una amalgama de emociones
contenidas que iban desde: la impotencia, la frustración, la envidia, los
celos, el coraje y por sobre todo…El despecho.
Por
segunda vez en su vida, Arlyn o Ariza,
hoy, tenía que sufrir un revés sentimental que la tenía descompuesta y superada
más allá de la razón. Ella, la mujer más dura e intratable de toda la comarca
era subyugada y doblegada por un ser humano.
Se
había prometido que nunca más volvería a dejar que nadie le pasará por encima y
para ello, a corta edad, siendo una adolecente tomó la determinación de hacerse
brutalmente fuerte en carácter como interiormente. Se valió de todo el poder y
riquezas de sus padres, todo el conocimiento aprendido de los mejores y forjo
un nombre en el mundo de los negocios. Derribando a personajes muy conocidos y
ya antes de cumplir los 20 años, ya poseía una fortuna más grande que la de su
familia, conseguía título de ingeniero en comercio exterior y estrategias
financieras.
Un
currículum bastante prestigioso como a la vez increíble para una joven de tan
corta edad y además, de ser la más admirada y deseada de la región por su
aspecto gitano. Pero que sin duda, su temperamento la hacía la más incasable de
todas.
Hombres
en su vida no falto, pero jamás pudieron conquistar su corazón. Tan solo fueron
un mero objeto u adorno para llevar o utilizar cuando algún evento social así
lo requería.
Ariza,
podía tener a quién se le diera la real gana y eso incluía mujeres también. No
se consideraba una santurrona ni nada que se le parezca como tampoco una ramera.
Ella
tenía muy claro que no podía permitirse tener ninguna relación porque desde que
cumplió los 8 años, comenzó a recordar vivencias de su vida pasada tan
nítidamente que en poco tiempo ya sabía quién fue y cómo se llamaba. Sin mencionar
a la persona que más amó en la otra vida.
Como
suelen decir el pueblo gitano…Un espíritu permanece con sus memorias
infinitamente y traspasar la barrera del tiempo…Un gitano, no niega sus
orígenes, ni su sangre como tampoco los lazos que se atan a lo largo de su
caminar por la vida.
Fueron
estos recuerdos que mantuvieron a la joven Ariza, en alerta constante de no
sucumbir al amor hasta que no apareciera su otra mitad, su Krisen (gemelo)
porque tenía esa seguridad que tarde o temprano se volverían a encontrar, solo
era cuestión de tiempo.
Y
ese momento llegó el día que descubrió a la joven Rangel en el camino con un
cordero en brazos y aunque al principio no pudo verla bien por estar a espaldas
de la joven. Bastó que la muchacha se diera vuelta para ver reflejada en ella a
su viejo amor. Eran la misma persona y no había equivocación alguna y su
corazón fue la prueba viviente de ello. Se disparó a mil y quemaba dentro de su
pecho.
Sin
embargo, le entristeció saber que la muchacha no recordaba mucho de su pasado y
que venía huyendo de algo y por intuición sospechó que podría tratarse de ella
o mejor dicho de su vida anterior y lo confirmó cuando le revelo quién era
ella.
Desde
ahí, que comenzó su calvario una vez más y es que había que tener cojones para
bancarse dos veces el desprecio del ser amado y negándole lo que le
correspondía por derecho propio.
Y
ahora había que sumarle el mayor mal de todos…Una rival.
─
¡Jamás lo consentiré! ─ bramó Ariza, golpeando la pared con su puño. ─ Tú eres
mi esposa y no estoy dispuesta que mancilles mi amor.
Una
empleada asomó al escuchar el golpe…
─
Mi señora ─ inquirió Rosalía. ─ ¿Se encuentra usted bien?
─
¡Déjame sola! ─ ordenó furiosa Ariza.
No
hizo falta que lo volviese a repetir la orden porque la sirvienta salió en
menos de lo que toma cerrar los ojos y abrirse nuevamente.
La
estanciera, retiró su mano de la pared y clavo sus ojos perdidamente en la
lejanía…
Flash
back
─
¿Qué sucede contigo? ─ preguntó Ariza, mientras forcejeaba con la joven Rangel.
─ No te das cuenta que me deseas tanto como yo.
─
Eso es mentira ─ refutó Bianca, moviendo su cabeza de un lado a otro para
evitar ser besada por la estanciera.
─
No es lo que me indica tu cuerpo ─ contradijo Ariza, despojándola de la toalla
que cubría el cuerpo de la joven. ─ puedo sentir como se estremece con mis
caricias y sólo yo puedo despertar esas sensaciones en ti.
─
No quiero nada contigo, Ariza ─ protestaba Bianca.
─
Eso lo vamos averiguar en este mismo instante ─ mencionó provocativamente
Ariza.
Su
mano derecha comenzó un lento descenso desde el cuello hasta la entre pierna de
Rangel y esta luchaba por permanecer impasible ante las caricias, sin poder
conseguirlo del todo. Pues como toda mujer posee zonas erógenas que están
cargadas de sensibilidad y vibraban con cualquier roce.
─
¡Admítelo vida mía! ─ provocó sensual Ariza, jugando con uno de los pezones de
Bianca. ─ soy la única capaz de despertar la mujer que hay en ti.
─
Eres una maldita engreída. ─ rabio Bianca, tratando de apartar esa mano de su
cuerpo.
─
Sabes que no es así, dulzura ─ rebatió descaradamente Ariza, que abrió de golpe
las piernas de la joven con ayuda de su rodilla. ─ Sólo soy una excelente
amante, que he sabido hacerte gozar en la otra vida como lo haré en esta. O
¿quieres que refresque tu memoria mi querida esposa?
─
¡No me llames así! ─ soltó con rabia Bianca, mordiendo el hombro de la
estanciera.
─
¡Auch! ─ exclamó con un dejo de dolor Ariza, sujetando fuertemente a la
muchacha. ─ ¿estás loca o qué?
─
Tú me obligaste ─ afirmó Bianca, haciendo ademán con sus labios de ese sabor a
sangre que había en su boca.
─
Es una lástima que no disfrutes en plenitud de mis caricias como de mi amor ─
advirtió Ariza, limpiando los labios de Rangel. ─ Pero te guste o no, eres y
serás mi esposa hasta que la muerte nos separe.
─
No lo soy ─ rabió Bianca, desesperada por librarse de las manos de la
estanciera. ─ Lo que fue en la otra vida no lo será en esta.
─
Eso está por verse ─ contravino Ariza, mostrándole el tatuaje de su unión que
poseía en su ombligo. ─ Esta es la prueba de que soy tu legítima esposa y
aunque hoy te llames Bianca, no cambiará ese derecho y verás que también en
esta vida consumaré nuestra unión y no podrás negarme nunca más.
─
¡No lo conseguirás! ─ repuso enérgicamente Bianca.
─
¿Y quién va impedírmelo? ─ desafió Ariza, sometiendo con su cuerpo al de la
muchacha. ─ ¿Tú?
─
Sí… Yo ─ provocó Bianca, viéndola desafiantemente.
─
No me hagas reír ─ se mofó Ariza y de golpe bajo su mano al centro de la
femineidad de Bianca y solo bastó con unos cuantos movimientos y el cuerpo de
ésta, se estremeció como nunca en su vida. ─ Pobre ilusa…Nunca podrás conmigo y
comprobarás por ti misma como tu cuerpo se rinde ante mis caricias y me
proclamará como su dueña.
─
No ─ fue el grito ahogado que se quedo en la garganta de Rangel, pues los
labios de Ariza, envolvieron los suyos y reclamaron sus besos.
Por
más que intentó sacarse de encima a la estanciera fue imposible y es que su
cuerpo la traicionó por completo y lentamente fue cediendo terreno a manos de
Ariza, cada caricia la ponía entre la espada y la pared. Sus esfuerzos mentales
estaban siendo hechos añicos al fuego de la pasión y por cada intento
desesperado por apartarla, su cuerpo la desmentía de plano. Dejando en
evidencia que necesitaba ser amada una vez más.
─
¿Bianca estás ahí? ─ fue el llamado que se escuchó e interrumpió de sopetón a
la pareja
Fin
del flash back
Ariza,
llevó su mano hasta su corazón y sintió como la latía dentro de su pecho. No
podía negar lo que estaba sintiendo por más coraje que tuviese en contra de
Bianca Rangel por despreciarla y arrancarse de sus brazos.
─
Quisiera no amarte de este modo ni de esta forma ─ murmuró con pesar Ariza,
apretando su pecho. ─ No te mereces mi amor y tus desprecio son un dardo
envenenado para mi corazón. Pero yo no mando sobre él y solo tú, eres su dueña.
Por segunda vez me lastimas como nadie y es injusto para mí que pudiera tener a
mis pies a cuanto hombre o mujer se me antoje y regodearme entre todos ellos. Y
sin embargo, me encuentro mendigando tu amor como una pordiosera y tus desaires
son las migajas que debo recibir a cambio a de mi amor. ¡No es justo Bianca
amarte de este modo!
Tragó
dolorosamente para sus adentros su desdicha y optó por retirarse a sus
aposentos a la espera de carabineros.
Las
manecillas del reloj avanzaron lentamente en el reloj de péndulo que había en
uno de los salones y solo silencio se respiraba en el interior de la gran
casona. Cuando tiempo después, un furgón de la policía local estacionaba frente
a la gran casa de la estanciera.
─
Mi señora ─ irrumpió una de las empleadas en el dormitorio de la ama de casa.
─
¿Qué sucede? ─ preguntó Ariza, recostada en un sillón adyacente a un gran
ventanal que tenía una amplia visión del mar y del estrecho.
─
El teniente ha llegado y está esperando por usted ─ comunicó la empleada.
─
Hazlo pasar a mi despacho ─ ordenó Ariza. ─ Y avísale que me reuniré con él en
unos instantes.
─
Como usted ordene, mi señora ─ dijo la empleada y haciendo una reverencia, se
retiró de la alcoba de su patrona.
Ariza,
quedo unos segundos divagando antes de ponerse de pie y dejar la comodidad de
su sillón y de la vista que tenía y la hacía rememorar viejas vivencias junto a
su antiguo amor.
─
¡En fin, no hay vuelta atrás! ─ se dijo para sí, Ariza, tomando su bata y ciñéndola
a su cuerpo antes de salir al encuentro con el oficial. ─ Tú lo has querido de
este modo.
La
estanciera dejo su alcoba y se dirigió hacia su despacho, no sin antes pasar
por el dormitorio en que estaba la inspectora y cerciorarse de que estaba bien
y vigilada por sus hombres. Luego de ello, llegó hasta dónde se encontraba los
oficiales de carabineros, que al momento de verla entrar, quedaron de una pieza
al ver semejante belleza recibirlos de un modo más seductor…
─
Teniente Espínola ─ saludo Ariza, presentando su mano para ser saludada como lo
merecía.
─
Señorita Pedrales ─ saludó éste, besando la mano de la estanciera y en cuyos ojos
se podía apreciar el arrobamiento que le provocaba aquella mujer. ─ He venido a
la brevedad tal cual usted lo ha solicitado.
─
Se agradece tal consideración por mi persona ─ adujo con coquetería Ariza y
complacida de ver que tenía al oficial a sus pies. ─ Tome asiento por favor.
El
hombre acató sin pereza ni demora la petición de la estanciera e hizo señas a
su acompañante.
─
Usted dirá señorita Pedrales ¿en qué puedo servirla? ─ inquirió con vivo
interés el lisonjero Teniente.
─
¡Verá usted, Teniente… ─ inició su discurso Ariza, enumerando los pormenores de
lo sucedido en forma muy sutil y conveniente para ella.
No
fue nada difícil para Ariza, conseguir llevar al Teniente al lugar que quería y
mantenerlo cautivado con su belleza que no encontró oposición alguna a sus
requerimientos y en poco tiempo. Ambos carabineros la acompañaban hasta dónde
se encontraba la inspectora y en el mismo sitio, tomaron nota de todo cuanto
les señalara la estanciera y respaldaron las medidas tomadas por ésta en contra
de la empresa estatal.
En
cosa de minutos, Alejandro Miranda, era comunicado por el mismo oficial de que
su compañera de labores y sub alterna quedaría recluida en el reten de policía
acusada de intento de homicidio en contra de la estanciera y que ya había sido
puesto en antecedentes al fiscal de la zona.
De
este modo, Marcela Paredes, una vez despierta, fue escoltada por otros dos
carabineros hasta el furgón y subida a éste sin derecho a defenderse y dar una
explicación de lo que realmente sucedió.
─
¡No te saldrás con la tuya! ─ masculló contrariada Marcela, al momento en que paso frente a Ariza y cuyo rostro había
sido enmascarado por uno de victimaria.
Una
vez que la Enapina, fue subida al vehículo de la policía. Un mohín de burla, asomó en los labios de
Ariza Pedrales, alzando su mentón en forma desafiante y soberbia, sin que la
viese el oficial de carabineros.
« ¿Pensaste qué podrías compararte conmigo? ¡Pobre diabla! Nadie se
mete conmigo y lo mío» se jacto mentalmente Ariza.
Mientras
estas acciones ocurrían en casa de la reina de las pampas y no muy alejado de
ahí…
Un
teléfono sonó tantas veces dentro de la casa I de mujeres y a pesar de ser las
3 de la madrugada, Una mujer fue hasta el corredor y contestó
─
Diga ─ murmuró adormilada Fernanda.
La
muchacha escuchó del otro lado de la línea lo que le informaban…
─
¿Qué? ─ exclamó con espanto la joven ─ ¿Cómo que Marcela está detenida?
Su
interlocutor le explicó todo lo sucedido y le dio instrucciones precisas de qué
hacer.
─
De acuerdo voy para allá ─ respondió Feña ─ y le daré tu recado de inmediato.
Sin
más se cortó la llamada desde el otro lado y la joven, golpeó el dormitorio de
su compañera.
─
Feña ─ murmuró somnolienta Valeria ─ ¿Por qué me despiertas a estas horas?
─
Hay problemas y graves ─ explicó Fernanda, tomándola del brazo y llevándosela
hasta la sala de estar.
─
Mira la hora qué es ─ dijo molesta Valeria que odiaba que interrumpieran su
descanso. ─ Por cierto, ¿Ya regresó Marcela? Es que estaba muy cansada para
esperarla.
─
Precisamente se trata de Marcela ─ señaló Fernanda.
─
¿Qué sucede con ella? ─ preguntó inquieta Valeria.
─
Marce, fue detenida por intento de homicidio ─ explicó Fernanda.
─
¿Qué? ─ exclamó estupefacta Valeria, con la cara descompuesta. ─ ¿Me estás
hueviando (epíteto chileno muy común) verdad?
─
¡Cómo se te ocurre que haría una cosa así! ─ recriminó Fernanda ─ fue el propio
Alejandro que me llamó y me comunicó que ella está detenida.
─
¡Mierda! ─ masculló la enfermera. ─ Yo sabía que era muy mala idea que fuera a
enfrentarse con esa tipa. ¿Por qué carajo no me escuchó? Marce y su porfía de
andar metiéndose a defender a esa niñita que lo único que le ha traído son
puros malos ratos.
─
¡Para ya Val! ─ demandó Fernanda. ─ de nada sirve que nos lamentemos cuando
debemos buscar la forma de ayudarla en este momento.
─
¿Y qué vamos hacer? ─ inquirió seca Valeria.
─
Alejandro, me ordenó que me fuera de inmediato al reten con Patricio ─ mencionó
Fernanda─. Y que tú te encargarás de Bianca hasta que él llegara a Posesión.
─
¿Alejandro viene para acá? ─ indagó Valeria.
─
Viene viajando ─ respondió Feña. ─ Junto con Atalía.
─
¡La que se nos viene encima! ─ murmuró sulfurada la enfermera. ─ Y todo por
culpa de la bendita de Bianca y sus oscuros asuntos con esa estanciera de
mierda.
─
¡Cálmate quieres! ─ amonestó Fernanda. ─ No sacarás nada con culparla. Ninguno
de nosotros sabes qué paso en casa de la estanciera y ahora, necesito que te
ocupes de Bianca mientras yo me voy a vestir.
─
¡Está bien! ─ respondió de mala gana Valeria, levantando su mano en señal de
rendición.
Al
poco rato, Fernanda se iba junto con Patricio. Mientras que Valeria, con
bastante molestia encima se encargaba de poner al tanto a Bianca de lo sucedido
con Marcela.
La
joven Rangel, no solo quedo de una pieza sino que palideció tanto que llegó a
preocupar a la enfermera, que movía su mano una y otra vez frente al rostro de
la muchacha sin conseguir ni siquiera que pestañeara.
Era
tal su conmoción que no podía siquiera moverse o pensar. Realmente Bianca,
entró en shock por la noticia y solo su corazón resentía todo, puesto que dolía tanto que no podía explicar si se
trataba por saber que Marcela estuviera detenida o tal vez… Saber que algo malo
le hubiera sucedido a Ariza.
─
¡Mierda Bianca! ─ gritó Valeria, perdiendo la paciencia en ese instante y
remeciendo a la muchacha. ─ ¡Háblame!
Al
fin consiguió hacerla reaccionar…
─
Marce ─ fue lo que balbuceó apenas Bianca.
Tamaños
ojos fueron los que abrió Valeria, al oírla y ver su semblante que fue ahora
conmovedor incluso para ella.
─
¿Estás preocupada por Marcela? ─ indagó con curiosidad viva la enfermera.
─
Claro que sí ─ mencionó Bianca, angustiada ─ Por mi culpa está detenida y
yo…yo… yo no quería…que esto sucediera realmente.
─
¿Y por qué no lo detuviste cuando podías? ─ inquirió Valeria, recostándose en
la pared. ─ habrías evitado que ella pasara por todo esto.
─
No podía hacerlo ─ se lamentó Bianca, compungida hasta lo indecible. ─ Si yo
hubiese actuado de otra forma, todos ustedes sufrirían las consecuencias y no
era mi deseo darle el gusto a Ariza y me arrepiento tanto de haberme quedado en
este lugar y haber obedecido las ordenes de Don Alejandro. Ahora estoy en sus
manos irremediablemente para mi desgracia.
─
Bianca… ─ tanteó con sagacidad Valeria. ─ ¿ustedes dos se conocen de antes?
─
Sí, lamentablemente ─ respondió la joven Rangel.
─
¿Desde cuándo? ─ instó la enfermera.
─
Hace mucho ─ contestó avergonzada Bianca. ─ Pero…
─
¿Pero qué? ─ apremió Valeria.
─
Cuando yo me vine a Enap, jamás pensé encontrar a Ariza Pedrales en este lugar
─ explicó Bianca. ─ De lo contrario jamás hubiera venido si hubiese sabido que
ella estaba acá.
─
¡Um! ─ exclamó la enfermera, rascando su barbilla. ─ Hay algo que no me calza
en toda esta historia.
─
¿Qué cosa? ─ indagó Rangel.
─
¿Por qué hiciste que no la conocías en la oficina de Héctor ─ preguntó de
frentón Valeria. ─ y montaste todo ese show de insultarla frente Alejandro.
─
No hice ningún show ese día ─ protestó Bianca ─ porque yo no recordaba a Ariza
y fue al tiempo después que supe quién era ella y es una larga historia que no
quiero tocar ni ahora ni nunca más.
─
¡Ya veo! ─ dijo Valeria, acercándose a la joven y sobando su hombro. ─ Cómo
sean que ustedes dos se conocieron solo te concierne a ti solamente y lo único
que te puedo decir es que ahora, tendrás que tomar una decisión y enfrentarte
con esa estanciera y librar a Marcela de la cárcel.
─
Estoy muy consciente de eso ─ Respondió Bianca ─ Y mi decisión ya la tomé.
─
¿Y qué vas hacer? ─ inquirió Valeria.
─
Quiero ver a Marcela antes de ir a hablar con Ariza ─ contestó Bianca.
─
Bianca, hablando con la verdad ─ expuso la enfermera. ─ ¿Estás consciente de
que Marce, puede profesar por ti un
cariño más allá de la amistad? Y por eso ha estado arriesgándose más de la
cuenta y poniendo en jaque su trabajo.
Fue
la pregunta más directa que en su vida le habían hecho a la joven Rangel y sus
ojos grises quedaron abiertos como platos y es que aquello le era algo
perturbador para ella todavía. Imaginarse aquello era una cosa y suponerlo era
otro muy distinto y tener a dos mujeres interesadas en ella, era más de lo que
podía lidiar en esos instantes.
Y
qué jamás de los jamases sospechó que su jefa pudiera sentir algo por ella y
eso la dejo más frágil aún de lo que ya estaba.
─
Yo… Yo no… sabía eso ─ balbuceó entre cortado Bianca, tragando saliva de solo
pensarlo.
─
Bianca, te sugiero que pienses muy bien las cosas antes de ver a Marce ─ señaló
Valeria preocupada. ─ Porque si confirmas mis sospechas, estarás entre la
espada y la pared. Y no necesito ser adivina para saber que la estanciera
también está detrás de ti y lastimosamente tendrás que elegir entre una de las
dos.
─
¿Y qué hay de mis sentimientos? ─ se atrevió a preguntar Bianca, defensivamente.
─ ¿Acaso no cuentan?
─
¡Vamos Bianca! ─ rebatió seca Valeria. ─ ¿A quién quieres engañar? Recuerda que
llevamos varios meses compartiendo juntas y te observado mucho y te he llegado
a conocer más de lo que te imaginas. Y puedo decirte con toda honestidad que
una de ellas solo te confunde nada más. Mientras que la otra, te roba hasta el
aliento. Así que no me hables de sentimientos cuando tú misma sabes que lo que
digo es verdad. Se te nota que estás enamorada de una de ellas y si no quieres reconocerlo
es tu problema nada más. Yo solo digo lo que veo y para tu desgracia, tendrás
que decir entre Ariza o Marcela. Solo sé honesta contigo misma.
La
enfermera no se tomo la molestia en que la joven Rangel, pudiera hacer sus
descargos y se mando a cambiar.
─
¡Espera! ─ La detuvo Bianca, sujetándola del brazo ─. ¿Dónde vas?
─
A vestirme ─ respondió Valeria ─ ¿No quieres que ver a Marcela?
─
Sí ─ respondió escuetamente Bianca algo confundida.
─
Te sugiero que te vistas cuanto antes y me acompañes a verla antes de que
llegue Alejandro y te impida hacerlo. ─ instó Valeria. ─ ¿Qué estás esperando?,
¡tarjeta de invitación!
─
Claro que no ─ respondió Bianca y se fue rauda a su dormitorio aprovechando que
Fernanda no estaba.
« Sólo espero que hagas lo correcto esta vez» se
dijo mentalmente Valeria.
Solo bastaron unos minutos y las dos chicas ya
estaban sobre la camioneta de la enferma con rumbo al reten.
Y en otro sitio…
─
Dime ─ preguntó Ariza, contestando la llamada en su celular.
─
Ella acaba de salir ─ respondieron al otro lado de la línea.
─
¿Hacia dónde va? ─ inquirió Ariza, aún recostada sobre su cama.
─
Al reten ─ contestó la otra persona. ─ Va acompañada de Valeria.
─
¡Ya veo! ─ mencionó Ariza, sentándose de golpe. ─ ¡Síguelas sin que te vean!
─
Así lo haré ─ dijo éste.
─
Mantenme informada de cualquier cosa que suceda ─ ordenó Ariza.
─
Cuenta con ello ─ confirmó la otra persona y cortó la llamada.
Aquella
noticia dejo un tanto pensativa a la estanciera y buscaba la forma de
anticiparse a los hechos de algún modo.
─
¿Qué intentas hacer ahora? ─ se preguntó así misma Ariza y no fue necesario una
respuesta ya que en sus pensamientos se vislumbró una imagen que no le gusto
nada. ─ Te dije que no jugarás conmigo y voy a darte la lección de tu vida, Anaí.
Saltó
de su cama y se fue a su armario para vestirse cuanto antes y cuando ya lo
estuvo. Ordenó a uno de sus empleadas que avisaran a su chofer para que
preparase su coche y la llevara un lugar determinado.
Sin duda lo que sucedía en una tierra de nadie,
estaba trastornado todo el lugar y es que la plana mayor de Enap, estaba
reuniéndose en la ciudad de Punta Arenas. Mientras que por su parte, Alejandro
Miranda junto a Atalía iban en camino al campamento de posesión con órdenes
precisas y que afectarían el futuro de muchos y en especial el de Bianca
Rangel.
A unos cuantos kilómetros del campamento y frente
al helipuerto, se hallaba el único reten de carabineros que había a cien
kilómetros a la redonda y que hacía de guardia fronteriza, ya que solo una
alambrada separaba el territorio Chileno del Argentino.
A ese mismo sitio, llegaba la camioneta de la
mutual, que era ocupada por Valeria al volante y su acompañante la joven
Rangel.
─
No lo puedo creer ─ se quejó Valeria, al bajarse de su vehículo. ─ Yo en mi
vida me levanto a las 3 de la mañana y con semejante aguacero.
─
Te sugiero que no te lamentes tanto y entremos ya ─ indicó Bianca, subiendo el
gorro de su chaqueta. ─ He tenido suficiente agua en mi cuerpo desde que llegue
acá.
─
Pues fíjate que aquí llueve todo el año, así que; acostúmbrate de una vez
Bianca ─ replicó Valeria, corriendo tras su compañera para no mojarse más. ─ Además,
deberías agradecerme por acompañarte, si fuera otro, ni las buenas noches te
da.
─
Gracias Val ─ dijo Bianca. ─ aprecio mucho el que estés acompañándome ahora.
─
Todo sea por sacar a la loca de Marce de la cárcel ─ expuso enseguida Valeria.
─ Recuerda que ella ahora depende de ti.
─
Lo sé mejor que nadie ─ respondió Bianca.
Justo
cuando tocaban a la puerta…
─
¿En qué puedo ayudarles? ─ preguntó un oficial de carabineros que las recibió
abriendo la puerta.
─
¡Buenas noches! ─ saludo Valeria. ─ Queremos saber si se nos permite ver a
Marcela Paredes.
─
¡Buenas noches! ─ saludo el carabinero. ─ ¿Se refieren a la Enapina que fue
detenida en la estancia los pozos?
─
Se llama Marcela ─ defendió en el acto, Bianca. ─ puede que sea personal de
Enap, pero ella ante todo es un ser humano con nombre y apellido; y con
derechos igualmente.
─
¡A ver señorita! ─ replicó algo molesto el oficial. ─ la persona en cuestión
está detenida por un delito que cometió y en este instante está siendo
examinada por un paramédico de la institución.
─
¿Médico? ─ preguntó Valeria ─ ¿Qué sucedió con Marcela?
─
Al parecer ella, presente daños en su oído y están revisando su estado ─
explicó el carabinero.
─
Yo puedo ayudar ─ indicó Valeria. ─ Soy enfermera.
─
Déjeme consultarlo con el cabo Gonzales y si autoriza, puede ingresar ─ acotó
el oficial. ─ espere aquí. Tomen asiento mientras tanto.
─
De acuerdo ─ convino Valeria.
Ambas
mujeres se sentaron en la única hilera de tres sillas que había en la entrada a
la vez que entre ellas sólo quedaba la resignación de aguardar unos momentos. Cómo
a los 15 minutos más tarde. Regresó el carabinero y le indicó ingresar solo a
Valeria.
Bianca,
tuvo que conformarse con permanecer sentada al menos lo que su ansiedad le
permitía quedarse sosegada y es que estaba sumamente preocupada por su jefa y
los pensamientos le taladraban su cerebro como pájaro carpintero, pues las
palabras dichas por la propia inspectora antes de irse y las advertencias de
Ariza, le venían a su mente cual proyectil directo en busca de su blanco y no
perdería su objetivo hasta alcanzarlo
por completo.
Aquellas
palabras se cumplieron a cabalidad y el precio que tendría que pagar la joven
Rangel era bastante alto; le gustase o no. No había escapatoria posible para
ella y estaba a las puertas de decidir un futuro incierto e impuesto, en el
cual no habría garantías como beneficios; puesto que sería despojada de su
libertad, su derecho.
─
Por más que luché y huí de Antofagasta con tal de no toparme contigo, acabé
llegando al mismo sitio en el que tú estabas y hoy me condenas a la más amarga
desventura. ─ se lamentó angustiada Bianca, jugando con sus manos
nerviosamente. ─ Si tan solo pudiera vislumbrar una salida, la tomaría sin
dudarlo.
Tan
perdidamente se encontraba Bianca en sus cavilaciones que no sintió cuando
Valeria, retornaba junto a ella y si no es porque le toca el hombro, hubiese
pasado desapercibida del todo.
─
¿Estás bien? ─ preguntó de sopetón Valeria.
─
Sí ¿por qué la pregunta? ─ indagó confusa Bianca.
─
Mija, tienes una cara de funeral que te la encargo ─ explicó Valeria. ─ Y para
tu tranquilidad Marce, tiene una leve sordera que será momentánea.
─
¿Qué sucedió con Marcela? ─ inquirió Bianca, olvidándose de sus preocupaciones
personales.
─
Te informo que tu querida estanciera le disparó rosando su oído lo que la dejó con
esa condición ─ mencionó Valeria y estirando su mano. ─ Acompáñame a verla.
Ella está preguntando por ti.
Va─mos,
entonces. ─ contestó Bianca y se puso de pie y le dio la mano a su compañera.
Con
el permiso del cabo de la guardia, entraron ambas chicas al interior del reten,
pero antes, fueron interceptadas por Patricio y le aconsejó a la joven Rangel,
que por nada del mundo cometiese la torpeza de replicarle al Teniente bajo
ninguna circunstancia ya que estaba influenciado por lo dicho por Ariza Pedrales
y cualquier cosa o palabra sería utilizada en contra de Marcela.
No
se podría decir a ciencia cierta, si Bianca, estaba en la cresta de la ola o su
núcleo central estaba a punto de entrar en erupción, puesto que sintió dos
hincones contraer su pecho y una gotas de sudor frío bajo desde su cien hasta
caer debajo de su mejilla.
Cuando
el oficial de carabineros, abrió la puerta permitiéndoles ingresar. Bianca,
detuvo en seco sus pasos al contemplar una escena que por nada del mundo quería
ver y era, la de la jefa de inspectores llevar un parche o vendaje sobre su
oreja derecha y que realzaba más al ser tomados sus ondulados cabellos en una
especie de tomate (moño) para que no entorpeciera con el parche y se le fuera a
salir.
─
Mar…ce ─ balbuceó con dificultad Bianca, tragando saliva y sintiendo un nudo en
el estomago al verse cumplido uno de sus mayores temores.
─
¡Has venido! ─ murmuró Marcela, al verla cruzar el umbral de la puerta y se
levantó de la camilla en que se encontraba, aunque sus pasos eran inseguros al
caminar.
─
Señorita no es aconsejable que se esfuerce ─ interrumpió el paramédico de
carabineros. Sosteniéndola por la cintura. ─ Aún está bajo los efectos del
disparo y su oído medio debió resultar perjudicado.
─
¿Cómo? ─ fue la exclamación que brotó de los labios de Bianca al escuchar al
funcionario. ─ ¿Qué sucede en verdad con Marcela?
─
Ella aún presenta los efectos del disparo y ello conlleva a que su equilibrio
se vea afectado y haya perdido un poco la audición, por lo que no es aconsejable
que camine hasta que la examiné un medico y podamos estar completamente seguros
de daños puede presentar más a futuro.
Aquello
fue un golpe duro de digerir para la joven Rangel, ya que con ello constataba
que producto de sus acciones la propia Marcela, sufría las consecuencias de sus
decisiones de irse en contra de su antiguo amor.
─
¡No es tu culpa! ─ mencionó Marcela, leyendo en sus ojos la decepción y la
angustia. ─ Esa mujer está acostumbrada a pasar por encima de quién sea.
Bianca,
se arrodilló frente a la inspectora y hurgó en sus ojos verdes, esas
impresiones que le hicieran creer que no era su culpa, pero en el fondo de su
ser sabía que no era así. Sus ojos veían con ansiedad la retina de los otros y
podía percibir el miedo cada vez que sus pupilas se contraían para no dejar ver
su interior.
Es
bien sabido que las impresiones más internas de un ser humano, pueden verse
reflejadas en sus ojos y estos delatan muchas veces. Aunque hayan varios de
miles capaces de disfrazar las emociones internas y especialistas en el engaño
y el arte de ocultar miedos, verdades y lo más siniestro de su corazón. Pero en
este caso, no era así. Marcela, no era ninguna embustera o maestra de la
mentira. Sino una mujer que si bien era muy honesta en su forma de actuar y
pensar, trataba de ocultar sus emociones, puesto que aquella mirada gris, la
traspasaba de una forma increíble y sentía que podía leerla como libro abierto
y eso sí que la atemorizaba. No deseaba que la joven descubriera algo que ella
misma estaba tratando de mantenerlo a raya por su propio bienestar personal y
paz mental.
Sus
ojos trataban de rehuir de esa mirada que seguía escudriñándola más allá como
desnudando su alma como su corazón. Era tan poderosa esa mirada que sus piernas
comenzaron a flaquear y sentía que de un momento a otro se desvanecería
producto de los nervios. Necesitaba distraerla cuanto antes y hacer que sus
ojos se alejaran de los suyos.
En
eso y como leyéndole la mente, fue la propia Bianca que interrumpió el
instante…
─
¿Qué fue lo que sucedió Marce? ─ preguntó Bianca, tomando sus manos entre las
suyas. ─ Por favor, dime la verdad.
─
Bianca ─ murmuró la inspectora, tratando de sostener esa mirada que le
imploraba en silencio. ─ ¿De qué serviría? Cuando todo lo que te he dicho no ha
servido de nada y ahora, no podremos librarnos de lo que hará esa mujer.
─
Serviría mucho, Marce ─ adujó Bianca, juntando ambas manos de la inspectora y
estrujándola entre la suyas como tratando devolverle las esperanzas. ─ Porque
yo no creo ni creeré jamás que tu intentaste asesinarla como me dijeron.
Tú…Tú…No eres así. Eres incapaz de hacerle daño a otro semejante. Yo estoy
segura de eso porque me lo dice mi corazón, yo creo en ti y me niego aceptar
que tú eres una mujer violenta; porque para mí, eres una mujer excepcional,
fuerte, sincera y ejemplar, además de ser bella por fuera como por dentro.
Esa
fue una confesión tan sincera y profunda como espontanea que no solo dejó
conmocionada a Marcela sino que Valeria y el funcionario de carabineros
quedaron de una pieza ante lo esgrimido por Rangel. En la vida hay mucho que
ver, aprender y admitir y esta era una de esas ocasiones.
─
Bianca ─ susurró Marcela, con tal turbación en su corazón dado las emociones
que en él guardaba. ─ me halagas con tus palabras y me siento feliz de haberlas
escuchado, pero no pueden ser usadas para un testimonio y hoy es mi palabra
contra la de Ariza Pedrales.
Sin
duda que ese comentario gatilló el enojo en la joven Rangel, que no estaba
dispuesta a ser derrotada tan fácilmente.
─
Te equivocas Marcela y todos ustedes, si piensan que nada pueden hacer para
defenderse de la dueña de los pozos. ─ contravino Bianca, con el ceño fruncido.
─ Quizás piensen que tienen todas las de perder, pero no es suficiente
argumento para defenderse y olvidan que ella trató de interceptarme en el
camino y por poco me vuelco.
─
Sí lo sabemos, pero fui yo quién interrumpió en su casa ─ admitió Marcela ─
Ella y su abogado se tomaran de eso para querellarse en contra de la empresa y
tomarán medidas de castigo en contra de Enap. De eso puedes estar más que
segura.
─
No si yo puedo impedirlo ─ advirtió seria Bianca con un tono de voz que nunca
escucharon antes en ella, en el cual percibían una abierto desafío hacia la
estanciera. ─ A ella no le interesa Enap, sólo está en busca de una sola cosa y
por eso, es necesario que me digas lo que sucedió en casa de Ariza para que te
haya disparado y sepa a qué enfrentarme con ella.
Ese
fue el detonante para que ambas funcionarias quedaran impresionadas ante la
fuerza y el valor de la joven, que una vez más se negaba aceptar las
imposiciones de la reina de las pampas y estaba dispuesta a desafiarla una vez
más, no importándole si salía lastimada en el intento. Las miradas se cruzaron
entre Marcela y Valeria, y fue ésta última, quién asintió con su mentón para
que la inspectora tomará cartas en el asunto.
─
¿Estás segura qué podrás con ella? ─ indagó expectante Marcela.
─
Ya una vez me enfrenté con ella y anulé sus ataques en forma definitiva. ─
aclaró y confesó Bianca, refiriéndose a su vida pasada, al mismo tiempo que se
ponía en pie. ─ Esta vez voy a poner el punto final a esta historia cueste lo
que me cueste. No dejaré que me arrastré otra vez a su locura.
Esa
era la señal que Marcela Paredes, estaba esperando interiormente desde hace un
buen rato e inconscientemente trató de negarla tanta veces para no dejar
entrever nada y salir lastimada en el intento. Pero ahora, era distinto solo
escucharla hablar de eso modo, fue el interruptor que se prendió
instantáneamente dentro de pecho de la inspectora y la luz verde en su cabeza,
para proceder y actuar en conformidad que le dictaba su ser interno.
Alzo
sus ojos buscando el rostro de la joven Rangel, escudriñándola ahora a ella y
lo que vio, le bastó para tomar su decisión.
─
En ese caso ─ comenzó por decir Marcela, levantando desafiantemente su mentón
hacia la joven. ─ Has de saber que la razón porque me disparó Ariza, fue porque
le dije claramente que tú eras mi novia y que no dejaría que se acercará más a
ti.
─
¡¿Qué?! ─ exclamó estupefacta Valeria con tamaños ojos, que ya salían fuera de
su cavidad─ ¿Cómo se te ocurrió decir eso?
No
hubo contestación por parte de Paredes, que tan solo tenía clavada la mirada en
los ojos grises de Bianca y observaba sus reacciones ante sus dichos. Sus ojos
quedaron prendados de la joven y por un breve momento, quedaron conectados de
tal manera como si hubiesen sido encajados en una perfecta unión y en ambos
iris se podía apreciar un destello de luz muy bello y limpio, que bastó para darles
a entender que estaba surgiendo algo muy poderoso entre ellas, que hizo que
todo en la sala desaparecieran y solo ellas fueran las únicas protagonistas en
ese lienzo de la vida.
Ni
por más que la enfermera, paso la mano por delante del rostro de la inspectora
para hacerla reaccionar, no consiguió nada en absoluto porque estaban perdidas
una en la otra sin pestañear siquiera, no había nada que importará mas en ese
momento y sólo el resoplido de resignación vino a desconectarlas de tan
perfecta simetría.
─
¡Ya veo! ─ fue la respuesta que salió de los labios de Bianca, sin dejar de ver
los verdes ojos de Marcela. ─ Así que somos novias… ¡Que así sea entonces!
─
¡Shet! ─ masculló un improperio Valeria, tomando su cabeza con ambas manos. ─ ¿Se
han vuelto locas o qué? Están pensando en las consecuencias de lo que esto va
acarrear en toda la empresa y lo que va a decir esa mujer cuando se enteren que
ustedes están inventando jugar a ser ¡Happy les Girlfriend!
─
¿Estás segura? ─ preguntó Marcela, que se puso de pie e ignoró por completo los
argumentos dichos por Valeria.
─
Marcela, no me ignores ─ refutó Valeria al darse cuenta de la omisión que hizo
su colega y amiga. ─ ¡Piensa con lógica mujer por dios!
─
Si a ti no te incomoda saber que será necesario todo esto para librarnos de
encima de Ariza ─ expuso sin escrúpulos y sinceramente Bianca, acortando la
distancia entre ambas. ─ Estoy más que segura y preparada.
─
¡¿Cómo?! ─ escupía Valeria, llevando sus manos hacia su rostro y cuyo semblante
estaba demacrado en su totalidad.
─
Estoy consciente de ello ─ afirmó Marcela, acariciando con el dorso de su mano
la mejilla de la muchacha. ─ Es un pequeño precio a pagar con tal de ayudarte.
─
¡Ay no! ─ protestó Valeria, que ya estaba paranoica total. ─ Ustedes son un par
de irresponsables.
─
Será interesante ver qué sucederá de ahora en adelante ─ expuso Bianca,
devolviendo el gesto hacia Marcela. ─ Nunca lo hubiese imaginado y lo agradezco
tanto, sin duda, los milagros existen.
─
Dicen que el mundo es un pañuelo ─ acotó Marcela, que esbozo una tímida
sonrisa. ─ Nunca se puede dar nada por sentado sin atreverse a buscar más allá.
─
Completamente de acuerdo ─ concordó Bianca, emulando esa sonrisa y sus ojos
irradiaban esa dicha. ─ No me dejaré atar nuevamente por el destino y voy a
luchar con todas mis fuerzas para torcerle la mano una vez más.
─
Yo seré tu soporte en todo momento ─ respaldó Marcela y envolvió a la joven en
un abrazo que confirmó sus palabras. ─ Cuenta conmigo para lo que sea.
─
Lo haré, Marce ─ aseguró Bianca, descansando su cabeza sobre el pecho de la
inspectora. ─ Ahora, sé que tengo una oportunidad para ser feliz.
─
Claro que la tienes ─ afirmó Marcela, estrechándola más a su cuerpo. ─ Nunca te
des por vencida, digan lo que digan. Lucha a brazo partido por tu libertad y
tus derechos.
Después
de eso, solo hubo silencio en aquella sala de especie de enfermería y es que el
funcionario salió del lugar sin hacer ruido y algo turbado ante la escena tan
melosa que le tocó ver y sólo Valeria, estaba sentada o mejor dicho, echada
sobre la silla con la cara descompuesta, sus ojos sobresalidos y su boca más
abierta que las puertas del cielo. Y razones tenía de sobra la pobre enfermera,
y es que por más que hubiese sospechado de los sentimientos que estaba profesando
su amiga y colega. No esperaba lo mismo de parte de la otra chica, ya que
estaba más que segura que la joven Rangel, sentía o estaba enamorada de la
estanciera y toda esa confesión y muestras de cariños, le dieron un vuelco a
sus conclusiones precipitadas.
─
¡Dios nos libre! ─ se lamentó con resignación Valeria, arrastrando sus manos
por su rostro hacia abajo. ─ No queda más que cruzar los dedos y que su treta
funcione y la tal Ariza, se la coma enterita, porque sino aquí arderá Troya.
La
pareja o mejor dicho ambas mujeres, recién tomaron en cuenta los dichos de su
compañera y viéndose mutuamente, esbozaron una sonrisa para luego, deshacer el
abrazo y fue la inspectora, quién volteó a ver a la enfermera.
─
Y ¿Tendría que importar lo que piensa Ariza al respecto? ─ cuestionó Marcela.
Antes
que la enfermera pudiera responder, una sombra asomó en el umbral…
─ Todo lo que se refiera a Bianca, me concierne
en lo absoluto ─ interrumpió una voz grave y conocida para todas.
La
peor pesadilla se materializó en carne y hueso. Dándoles el susto de sus vidas
y es que a espaldas a las tres mujeres, se vio a una morena de larga cabellera,
apoyada en el travesaño de la puerta con una postura de brazos cruzados sobre
su torso en forma desafiante.
Y
antes que cante un gallo, giraron para encontrarse con la estampa de la mujer
más temida de la comarca y cuyo semblante era un poema a…
─
¡Ariza! ─ murmuró Bianca, tragando saliva para sus adentros.
─
El mismo diablo en persona hizo presencia ─ masculló entre dientes Marcela.
─
¡Cristo mío! ─ exclamó con espanto vivo Valeria.
Un
momento, un segundo, una eternidad en que tres miradas cruzaron caminos y
destellos infinitos cargados con un
cúmulo de emociones encerradas, quedaron grabadas en la retina de la enfermera
y que jamás olvidaría en su vida.
─
Ya que estamos en la hora intima de las confesiones, les agradará saber que
tengo la mía ─ soltó Ariza, viendo directamente a los ojos de Bianca en una
forma aterradora y su voz hizo énfasis en lo siguiente. ─ Y es que he venido a
buscar a mi Esposa. ¿No es así,
Bianca?
Un
rayo, un trueno, un estallido…No eran nada, en comparación a la hecatombe que
resonó en aquella habitación del reten de carabineros tras la confesión de la
estanciera.
─
¡¿Qué?! ─ fue la exclamación en conjunto que brotó de los labios de ciertas
mujeres.
Y
en la otra cara de la moneda…
─
¡Maldición! ─ fue el lamento que surgió en el corazón de una mujer, que
resintió aquella confesión. ─ ¿por qué?
Y…
─
¡Atrévete a negar frente a los demás que eres mi esposa! ─ siseó con voz
endurecida, quién es la reina de las pampas.
Y
de este modo…Se corrió el telón y la hora de la verdad llegó para estas tres
mujeres y solo una decisión debía tomarse para bien o para mal. ¿Cuál sería la
verdad que prevalecería de ahora en adelante?
¿Pasado?
o ¿Presente?...Un destino que era fiero hasta lo más profundo de la misma
médula… Un destino implacable.
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