mujer y ave

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domingo, 18 de octubre de 2015

Tempestad.

Destino implacable.

Tempestad, capítulo 9 

─ ¿Bianca, estás aquí? ─ fue la voz de una mujer llamar a medida que se acercaba hacia la habitación de la joven Rangel.

A la par de ello, en el firmamento de la zona más austral del continente. Un gran rayo, en forma de racimo, se dejo sentir o vislumbrar en todo el horizonte, provocando alarmada en los animales como en los lugareños.


¿Coincidencias o confabulación de los elementos con? Lo que sucedía dentro de la casa de mujeres y que por cierto, era un fenómeno poco usual contando las lluvias ya habían ocurrido en los días anteriores.

La sombra de un cuerpo se vislumbró en la pared contigua a la puerta de la joven Rangel y sin mencionar que la pregunta no tuvo respuestas.

─ ¿Bianca? ─ volvió a insistir la voz de mujer, que ya dejaba sentir su mano sobre el pomo de la puerta.

Mientras que en la habitación de la joven…

El llamado causó pavor en la joven ingeniero que fue acallada por una mano de piel morena, que evitó que respondiese enseguida…
─ ¡Guarda silencio! ─ susurró demandante la morena.

La muchacha movió negativamente su cabeza y sus ojos estaban suplicantes de que le permitiese contestar y evitar una desgracia, pues sabía de quién se trataba y a como diera lugar tenía que evitar un enfrentamiento entre ellas.

─ No dejaré que me prive de este momento ─ murmuró a dientes apretados Ariza, colocándose sobre el cuerpo de la joven. ─ ¡Quédate tranquila y deja que se vaya!

Bianca, no hizo caso a la demanda de la estanciera y quiso liberarse de ella, tratando de zafarse de la mano que le impedía hablar.

─ ¡No te muevas! ─ exigió Ariza, ejerciendo más presión sobre ella. ─ No me obligues hacer algo que no quiero.

Los ojos grises de la muchacha se abrieron desmesuradamente al oír la amenaza que el estaban haciendo y tragó saliva un poco movida por el pavor.

─ ¡Buena chica! ─ agregó algo burlona Ariza, de conseguir imponerse por la fuerza a la joven.

En eso, se oyó al otro lado…

─ ¡Bianca responde! ─ volvió a insistir al otro lado de la habitación.

Una vez más no bubo respuesta a la pregunta, por lo que otra vez la mano delgada y blanquecina, se poso sobre el pomo de la puerta y se disponía abrirla, cuando…

─ ¡Hola, Marce! ─ fue el saludo de la una de las enfermeras que se alojaba junto a otras en la casa I. ─ ¿Qué haces?, ¿sucede algo con Bianca?
─ Valeria ─ fue la respuesta de la jefa de inspectores ─ Por lo visto te tocó turno antes.
─ Sí ─ respondió la enfermera ─ tuve que reemplazar a Claudia que tuvo que viajar a Santiago por una capacitación. Y… ¿Tú qué haces?
─ ¡Um!... ─ exclamó con incomodidad Marcela, retirando su mano de la manilla. ─ quería ver si Bianca, se encontraba.
─ Marce… Marce ─ señaló Valeria, moviendo su cabeza en forma reprobatoria. ─ Creo que debes darle cierta libertad a la chica, ya suficiente castigo ha recibido de parte de todos por lo que sucedió con la estanciera como para que le prives de su poca privacidad que tiene en su cuarto. ¿No crees que sea mucho?
─ No pensarías igual si supieras que Bianca, se paso las órdenes por el real trasero y se fue a Dunguenes a la misma boca del lobo y de lleno con la idiota de Ariza Pedrales, siguiéndole los talones ─ rebatió con suma molestia Marcela.
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó Valeria con los ojos saltones del asombro. ─ ¡Dios mío!... ¿se volvió loca o qué?
─ ¡Vez! ─ acotó Marcela, dando unos cuantos pasos más allá de la habitación. ─ Bianca, no escucha a nadie y nos pone contra la pared y le facilita las cosas a esa imbécil que lo único que quiere es llevársela consigo con no sé qué pretexto de que están  unidas o qué sé yo.
─ ¡Ya veo! ─ convino la enfermera. ─ Ahora entiendo qué estés preocupada por ella y dime, ¿qué sucedió en Dunguenes?
─ Realmente no lo sé ─ aclaró frustrada la inspectora. ─ llegué cuando esa bendita estanciera venía de vuelta y me encaró con una cachetada que casi me tuerce el cuello, la muy infeliz.
─ ¿La dueña de los pozos, se atrevió a abofetearte? ─ preguntó Valeria, que casi se ahoga  ante el comentario y tosió un tanto de la impresión.
─ Sí ─ respondió Marce ─ Y no se detuvo ahí no más, sino que como es su costumbre forajida, me amenazó con hacerme pedazos si me interponía entre Bianca y ella. O si la empresa hacia algo estúpido en contra de Rangel.
─ ¡Válgame el cielo! ─ exclamó pasmada la enfermera y arrastró a la inspectora hasta el living y saco de su chaqueta, una cajetilla de cigarrillos, ofreciéndole una a su compañera. ─ Las cosas se están volviendo muy feas y por lo visto, esa mujer no se detendrá hasta conseguir sus objetivos. ¿Qué será lo que se traerá con Bianca? Cuando jamás le ha importado o interesado en un empleado de Enap, que no sea Héctor.
─ Ese es el problema ─ concordó Marcela, encendiendo el cigarrillo y aspirando su nicotina. ─ Ella jamás ha pisado este campamento desde que compró la hacienda cuando era una chiquilla y estamos hablando de varios años ya. Salvo algunas excepciones que ha estado en la casa del intendente para reuniones con él y Héctor, con fines de cobrar más dinero por algún animal muerto en el camino.
─ Es lo que hacen todos los estancieros de aquí ─ apoyó Valeria.
─ Sí, pero Ariza Pedrales, no se rebaja a buscar un simple empleado para acosarlo como animal y llevarse a una empresa por delante por un caprichito suyo. ─ mencionó enojada Marcela. ─ Esa mujercita debe tener un motivo muy poderoso para estar actuando de esa forma y es que en 20 años que lleva viviendo en estas tierras jamás le ha importado un comino algún Enapino y ahora, resulta que es toda dedicación y motivación por una muchacha que puede ser su hija.

La enfermera, tras oír aquellos descargos, esta vez sí se ahogó y tuvo que golpearse fuerte el pecho porque le costó para volver a respirar. Se le dificultó ver a su compañera de casa y por más que la veía una y otra vez, le costaba asimilar sus palabras; pues esa no era Marcela Paredes, a la que ella conocía y llevaban compartiendo hace 12 años en el campamento.

─ ¡Por Dios Marce! ─ adujo Valeria, recuperando el aliento que se escuchaba con dificultad por la carraspera. ─ Creo que exageras las cosas. Admito eso sí, que la estanciera está actuando fuera de la normal, pero de ahí, a que acorrale a Bianca como un animal,  lo dudo. Y eso de que puede ser su hija, ¡Simplemente te pasaste! Solo tiene 36 años nada más. No es una anciana ni que Bianca fuese un bebé, acaba de cumplir 24 años hace unos días, lo que no la hace su hija por ningún lado.
─ ¿Te parece poco? ─ preguntó contrariada la inspectora, aspirando su cigarrillo y viéndola seriamente.
─ Sólo son doce años y eso no dice nada ─ rebatió Valeria, encendiendo otro cigarrillo ─ Y no tiene sentido lo que has dicho porque la edad aquí no está en cuestionamiento. A menos que estuvieras hablando de una relación sentimental y no laboral como es lo que sucede con nuestra compañera. Además, si ese fuese el caso ¿en qué te molestaría a ti que Ariza, fuese del otro equipo y le gustará a Bianca?
─ ¿De parte de quién estás? ─ Contra preguntó con fastidio Marcela.
─ Tuya, por supuesto ─ contestó al instante Valeria. ─ Y de la empresa por supuesto.
─ ¿Entonces? ─ inquirió la rubia inspectora.
─ Amiga, sabes muy bien que soy muy francota para mis cosas ─ explicó la enfermera, cruzando sus piernas. ─ Y cuando me has pedido consejos, te los he dado sin guardarme mis impresiones. Tú sabes, al pan- pan; vino – vino conmigo y no me ando con vueltas por la vida.  Y no veo por donde la edad de Ariza Pedrales con Bianca.

La inspectora, quedo unos segundos meditando en ello, haciendo una mueca de disgusto al comprender los hechos.

─ Fue un comentario sin sentido ─ admitió Marcela, pasando su mano izquierda por sus cabellos, acto típico de llamar la atención. ─ Pero…
─ ¿Pero qué? ─ instó con suma curiosidad Valeria.
─ Ella es mayor ─ confesó la inspectora. ─ Y debería darle vergüenza pretender seducir a una niña.
─ ¡Ah! ─ exclamó complacida Valeria, cuyos ojos se empequeñecieron bastante al observar el semblante de su amiga, colega y compañera de casa. ─ ¡Um!

Entre ambas se guardó silencio y solo la estela delgada de humo, era lo único que hacia algo de barullo o movimiento en esa sala…

─ Unos 30 podrían ser un obstáculo también ─ interrumpió capciosamente Valeria, sin perder detalle en los ojos verdes de la inspectora.
─ ¡Eh! ─ exclamó Marcela sin comprender. ─ ¿de qué hablas?
─ ¡Um!.. Nada, olvida lo que dije ─ se excuso la enfermera. ─ será mejor abocarse de lleno en Bianca y ver que no haga nada tonto.
─ Es que yo no dejaré que haga nada estúpido con esa imbécil ─ contradijo Marcela, cuyos ojos lanzaban chipas por doquier con la sola mención de ello.
─ ¡Ups! ─ balbuceó Valeria, sacando deducciones rápidamente de todo. ─ Creo mi querida Marcela, que no deberías inmiscuirte tanto que no sea profesionalmente hablando.
─ ¡Y eso precisamente lo que hago! ─ contestó enérgica Marcela. ─ No dejaré que maltraten a una de mis trabajadores.
─ ¿Y qué vas hacer para impedirlo? ─ se atrevió a preguntar Valeria, provocando de algún modo a la inspectora. ─ Bianca, no es propiedad de nadie y no dejará que la traten como un juguete.
─ Nadie está hablando que ella es un juguete y menos que le pertenece a tal o cual persona. ─ respondió sulfurada Marcela. ─ Lo que sí, es una empleada de Enap y ella, tiene normas que acatar y responsabilidades que cumplir y me encargaré personalmente que las cumpla. Además, es mi obligación velar que nada le suceda a mi personal y para ello, estoy dispuesta a pasar por encima de la propia Ariza con tal  de velar por ella y aunque eso me significa irme contra el mismo demonio de las pampas.
─ ¡Zchis! ─ fue el silbido agudo que brotó de los labios de la enfermera, pues dedujo que se iba a desatar una tempestad de proporciones mayúsculas.

Ni bien acabado el silbido, se escuchó un estruendo seco y brutal en el pasillo que conducía hacia los dormitorios.

─ ¿Pero qué demonios fue eso? ─ se preguntó Marcela, viendo la cara de su compañera.

No falto responder la pregunta, cuando ambas ya estaban de pie y se dirigían hacia el corredor. Al asomar, vieron la silueta de una mujer desnuda apoyada contra la puerta de la habitación de la joven ingeniero.

─ ¡Bianca! ─ fue la exclamación de ambas mujeres al observarla, desnuda, pálida como la misma muerte y temblorosa, aferrándose a la manilla de la puerta como si su vida dependiera de ello.

En un dos por tres, ambas estaban a su lado…

─ ¿Qué sucede Bianca? ─ inquirió con desconcierto Marcela. ─ pensé que no estabas en casa al no responder cuando te llamaba. Dime ¿por qué estás así?
─ Cariño ¿estás bien? ─ fue la pregunta gentil de Valeria, procurando calmarla, sin pensarlo dos veces, cogió su abrigo de la percha y cubrió el cuerpo de la joven.

La joven Rangel, no respondió ninguna de las preguntas y se limitó en permanecer clavada en el lugar, sujetando fieramente la manecilla de la puerta.

Tanto Marcela como Valeria, se quedaron viendo una a la otra y observaron la desesperación en la mirada la muchacha.

─ Bianca ¿Quién está ahí? ─ preguntó de frentón Marcela. ─ ¡Respóndeme!

Al no tener respuesta, la inspectora zafó de golpe las manos de la muchacha de la manilla y la apartó bruscamente y se dispuso a entrar a la habitación….

─ ¡Detente! ─ imploró Bianca, sujetando su brazo. ─ No entres ahí, por favor.
─ ¿Por qué no? ─ inquirió Marcela, que se detuvo en seco y volteó a verla.
─ No debes hacerlo ─ respondió escuetamente la joven.
─ Lo siento, pero no es suficiente para mí ─ contravino la inspectora. ─ Si tú no eres capaz de decirme. Entonces yo misma lo averiguaré de una vez por todas.

No se supo si fue el eco del trueno que se dejo sentir en el mismo instante o fue otro ruido lo que se sintió dentro del cuarto de la joven Rangel.

Lo que sí, estremeció por completo a Bianca como Valeria y provocó el impulso innato de Marcela, que apartó la mano de su subalterna y abrió de golpe la puerta. Y al ser abierta, una corriente fría de viento helado las confrontó de inmediato al estar abierta la ventana de la habitación. Mejor dicho…

─ ¡Pero qué mierda! ─ fue la exclamación desconcertada de Marcela, que se lanzo de plano al sitio y constató que fue rota y podía ver rastros de sangre en sus bordes y en eso un destello peligrosísimo se apoderó de la inspectora y añadió. ─ No te escaparás de mí.

Salió como alma que lleva el diablo, de un golpe abrió la puerta de la cocina que conducía al patio trasero y con su linterna alumbró en dirección de la ventana y vio varios destellos de vidrios rotos y una pedazo de tela ensangrentada que estaba en un arbusto llamó su atención, la sacó y estaba viéndola cuando una sombra se movió más allá, lo que hizo que de inmediato sus pies se pusiera en marcha en una loca carrera que la llevó a saltar los cercos de varias casas adyacentes.

Entre tanta oscuridad no podía distinguir bien la figura de quién iba delante suyo, salvo que le llevaba mucha ventaja y por más que ponía empeñó en aumentar la velocidad no conseguía darle alcance.

─ ¡Maldita desgraciada! ─ mascullaba con ira la inspectora, entre los rasguños de los arbustos calafates que estaban presentes por doquier y dificultaban más su camino.

Sin darse cuenta, cayó en una pequeña zanja que no pudo percibir y su tobillo sufrió las consecuencias al doblarse de golpe. Sacándole un aullido de dolor y que se escuchó en todo el alrededor...

─ Lo que me faltaba ─ se lamentó Marcela y que se puso de pie. Buscó rápidamente con la vista y pudo ver en la lejanía la silueta avanzar.

Aún con el coraje encendido, decidió seguirlo a como diera lugar y se olvido por completo de su lesión y volvió a correr e imprimió más velocidad a la persecución. Y para colmo de males, los destellos y ruidos de relámpagos y truenos, era más que el anuncio que se acercaba una tormenta eléctrica sin precedentes y de lleno, un aguacero se dejo sentir en toda la Patagonia como si las puertas del mismo cielo se hubiesen abierto y la lluvia hizo su entrada en forma estruendosa y vertiginosa.

En cosa de segundos la ropa de la inspectora estaba siendo cubierta por el manto de lluvia y aún así, no fue impedimento para detener la carrera que aún proseguía en el campamento.

Entre agua y lodazal, la inspectora se abrió camino motivada por el coraje y deseo de atrapar al desalmado que huía como si nada.

─ No escaparás de mí ─ rugió Marcela, que viendo hacia donde se dirigía esa silueta, tomó un atajo que la llevó a cruzar un cerco más alto de ligustrinos que había en una casa de la jefatura y que al saltarla, llevó a que su pierna se resintiera más y trastabilló en el proceso, chocando con un arbusto de coirón que la hizo caer de bruces al suelo.

Agua lodosa fue lo que tragó por accidente y escupida de inmediato, encendiendo aún más el encono en la Enapina. Pasó su mano por la boca y de este modo la limpió enseguida para ponerse de pie una vez.

No fueron ni cinco segundos los que le tomó estar erguida y ya estaba rodando otra vez, sabía muy bien dónde se dirigía, por lo que esta vez tuvo más cuidado de no tropezar con nada más y cuando salió al camino, llegó directo al estacionamiento principal del gimnasio y estaba girando sobre sí misma en busca de un vehículo extraño…. Cuando en eso…. Un rugido de un motor y llantas rechinar contra las piedrecillas; le advirtieron que unos metros más adelante un vehículo estaba a punto de salir.

Sin pensarlo se echó a correr de nuevo…Pero ya era demasiado tarde. Ante sus ojos se vio asomar la carcasa de una camioneta negra todo terreno, que salió marcha atrás y sin más giró volante y puso enseguida la primera marcha para salir. Un charco de agua y lodo saltó sobre la inspectora y la cubrió toda, dándole la empapada del siglo.

Nada pudo hacer para impedir la fuga y tuvo que limitarse en observar como la camioneta un poco más allá se detuvo por unos segundos y el alza vidrio del conductor se bajo despacio y observó la silueta  de la inspectora por el espejo lateral.

Fueron unos escasos segundos y aunque no había palabras de por medio. Consiguió que la inspectora alzara su ante brazo derecho por medio del otro y lo doblará hacia su pecho, en un claro gesto obsceno de su parte hacia el ocupante del vehículo.

─ ¡Prepárate Paredes! ─ masculló el  ocupante que seguía observándole por el espejo lateral. Sin más subió su ventanilla y arrancó a toda velocidad.

Lentamente, la Enapina, dejo caer su brazo y a los segundos después; empuñar ambas manos con una potencia indescriptible y cuya mandíbula era el reflejo de sus emociones mas internas. Estaba rígida y los dientes tan apretados que hubiese cortado hasta el aire de lo tensa que estaba.

Sin más, se dio la media vuelta y dirigió sus pasos de regreso a la casa I. Salvo que en esta ocasión, todo el esfuerzo hecho cobró su precio y una fuerte punzada sintió clavarle en su tobillo.

─ ¡Maldición! ─ murmuró Marcela, agachándose un poco para constatar qué sucedía.

Con la lluvia cayéndole de lleno sobre su cuerpo, levanto su pantalón y bajo su media para constatar para su desgracia que su tobillo estaba algo inflamado. Como pudo acomodó sus ropas y retomó su caminata, pero esta vez, rengueaba con su pierna al no aguantar el dolor que le conllevaba caminar en ese estado.

─ Estoy segura que era ella ─ murmuró Marcela, rengueando todo el camino y más cuando debía subir unas pequeñas escalerillas; que insignificantes y todo, le hacían dolor como madre.

Una caminata que no le tomaba de 5 minutos llegar a casa le tomo casi 15 a causa de la molestia en su tobillo.

Al llegar a la casa I y cruzar el umbral, la estaban esperando en la sala de estar Fernanda (profesora de Educación Física), Isabel (Doctora) Valeria y Bianca (ya vestida con su pijama) Sus compañeras de hogar.

─ ¡Mi Dios, Marce! ─ exclamó espantada la enfermera, que se apresuró en recibirla y darle apoyo con su brazo en forma de muleta. ─ ¿Qué fue lo que te sucedió?
─ Después te contaré todo ─ respondió Marcela, y de inmediato clavo sus ojos en la joven Rangel, añadió. ─ En cuanto a ti, dormirás con Fernanda de ahora en adelante y vas a darme una buena explicación de quién estaba en tu habitación, en cuanto regrese.
─ Pero… ─ fue la protesta de la joven, que no continúo por que fue interrumpida por la enfermera.
─ ¿Estás pensando salir con esta lluvia y en tu estado? ─ preguntó sin rodeos Valeria.
─ Voy a ponerle fin a todo esto ─ contestó seca Marcela.
─ ¡Estás loca? ─ rebatió la enfermera. ─ ¿Qué no te das cuenta que está lloviendo como si el mundo se fuera acabar?
─ El mal tiempo nunca ha sido un impedimento para nosotros, los Enapinos ─ afirmó la inspectora.
─ ¿Así? ─ volvió al ataque Valeria. ─ Estás siendo demasiado irresponsable esta vez. ¡Mírate Marcela cómo vienes! Estás empapada y vienes cojeando.
─ No voy a discutir contigo, Valeria ─ refutó molesta ésta. ─ No me hagas recordarte que soy yo, la que está a cargo de todos ustedes y velar por los intereses de Enap, en este campamento.

No solo fue la enfermera quién guardo silencio, sino que las otras tres quedaron de una pieza al comprobar el enojo de la segunda a bordo en Posesión. Siendo la joven Rangel, la que más se estremeció al ver la furia presente en la mirada de su jefa y tuvo la premonición de que algo malo iba a pasar.

─ Feña, no dejes que nadie entre a la casa y cuiden de Bianca, hasta que yo esté de vuelta ─ ordenó Marcela. ─ mañana pondré al tanto a Punta Arenas de lo que sucedió aquí.
─ Cuenta con ello, Marce ─ secundó la profesora.
─ Voy a darme un baño y salgo de inmediato ─ expuso la inspectora.

Con la ayuda de la enfermera, Marcela, entró al lugar y siendo la enfermera que la acompañó para revisar su tobillo.
Después de una reconfortante ducha. La inspectora en contra de su voluntad, fue revisada y asistida por Valeria, quién le vendó el tobillo, tras breve friega y darle unas pastillas para el dolor.

Se vistió con ropa más abrigadora e impermeable. Tomo unos sorbos de café y recogió las llaves de su camioneta, sin antes advertir…

─ Ruega para que regrese bien,  porque de lo contrario sobre ti recaerá toda la culpa de tus errores, novata ─ sentenció duramente Marcela, levantándole la barbilla. ─ Asume las consecuencias de tus actos y toma ya una decisión, por el bien de todos.

La gélida mirada como sus palabras, sobrecogieron el corazón de la joven Rangel y solo enmudeció ante el advertencia y ultimátum de su jefa.

Por su parte, las otras tres mujeres, guardaron silencio ante los dichos de la inspectora y sintieron algo de compasión por la joven.

─ Ya calenté el motor de tu camioneta, Marce ─ mencionó Isabel ─ Por favor conduce con cuidado. Pero no dejes de llamarnos en caso de que las cosas se pongan feas.
─ Descuida, Isa. ─ señaló ésta, dándole un beso en la mejilla a modo de consuelo. ─ Es hora de ponerle un alto a esta forajida.

Sin esperar más comentarios, la inspectora volvió a salir a la lluvia que caía a cantaros y rauda, se subió a su coche. Prendió las luces altas para ayudarse a ver mejor y se fue en dirección sur.

Mientras en casa…

─ Será mejor que vayas a descansar Bianca ─ instó Fernanda. ─ ya sacamos todas sus pertenencias y tu cuarto quedará bloqueado hasta que lleguen a reparar la ventana.
─ Fernanda, no puedo ─ susurró Bianca. ─ Es imposible que pueda dormir con lo que está pasando.
─ Pues deberías haberlo pensado dos veces antes de mandarte a cambiar a Dunguenes y exponer a Marcela de esta forma ─ acusó seca Valeria. ─ Debes pensar las consecuencias que tus actos acarrean y como dijo ella, actúa por una vez en tu vida sin ser egoísta.
─ ¡Vale! ─ reclamó Feña.
─ Yo…Yo ─ balbuceó Bianca, totalmente avergonzada y dolida. ─ Lo…Lo…Siento.
─ ¿Cómo dijiste que no te oí? ─ molestó Valeria, colocando su mano en su oreja para oír. ─ No te escucho. Saca la voz niñita como lo haces para encarar a tu jefa.
─ ¡Lo siento mucho! ─ gritó Bianca y apretó sus puños de la impotencia.
─ Así está mejor. ─ repuso con sarcasmo Valeria. ─ ¡Vez que puedes hacerte oír!
─ ¡Ya basta, Valeria! ─ amonestó Feña. ─ ya se disculpo, no tienes para que ser irónica.
─ No sigas Feña ─ contra vino Bianca. ─ Ella tiene razón, ha sido mi culpa. Pero quiero que sepan una cosa, no me duele sufrir las consecuencias de mis actos, pero que se me juzgue sin darme la chance a defenderme es lo que más me duele y es decepcionante ver que tus compañeros de trabajo no les importa un bledo si me llevan  como cordero al matadero, lo único que cuenta para todos ustedes es su bendito trabajo y su posición dentro de la empresa. Y es así como me tildan de ser egoísta ¿Qué son ustedes entonces?

Aquel descargo hecho desde el fondo de un corazón herido, dejo sin palabras a las otras chicas y solo bajaron la cabeza avergonzadas de su propia gavilla.

─ ¡Que tengan una buena noche! ─ se despidió Bianca, viéndolas por el rabillo de sus ojos y se fue rumbo al nuevo dormitorio en que debería descansar de ahora en adelante.

Ninguna fue capaz de responder nada enfrente a los dichos de la muchacha y quedaron solo con el pesar dentro de sus corazones.
─ Ella tiene razón. ─ esgrimió Isabel. ─ Hemos sido muy injustos con Bianca. Todo este tiempo la hemos culpado por las represalias de la estanciera y cuando es ella, la que más tiene que perder en esta historia. Realmente no quisiera estar en sus zapatos.
─ Está entra la espada y la pared ─ concordó Feña, sobando su barbilla.
─ Bianca, está a punto de ser devorada por las llamas del mismo infierno ─ agregó Valeria, al meditar que ese fuego era…Marcela y Ariza Pedrales. ─ Y no se podrá librar de ello.

Tanto Fernanda como Isabel, quedaron con cara de signo de interrogación sin saber a lo que se refería su compañera.

Por otro lado…

La lluvia era mucho más que eso, era una ventisca de agua, viento y granizo por momentos, que se dejaban sentir a lo largo de todo la zona y se convirtió en una de esas noches negras y  más oscuras que se hayan visto.

Por más que las plumillas estaban trabajando a full sobre el parabrisas de la camioneta, era casi nulo la visibilidad de permitían.

Las descargas de los relámpagos sobre el horizonte venían a darle un aspecto siniestro e interminable al camino de ripio, que a esas alturas eran profusas pozas de agua que complicaban más el transitar por aquella angosta senda.

Que decir que el estruendoso ir y venir de los truenos podían hacer que una persona sufriera de un colapso nervioso, ya que se sentía como desafinada melodía de órganos parroquiales, anunciando un desenlace siniestro o invitando a una desgracia.

No sabía si sus palpitaciones estaban por sobre las 130 por minuto o su cabeza le estaba dando señales erróneas de aquello, puesto que sentía su pulso  cardiaco ensordecedoramente en sus oídos….o…Simplemente su presión se disparó producto del café, el frío, la angustia, los miedos y….la rabia, por no decir algo más.

El velocímetro marcada los 100Km/h, aunque con esa lluvia o temporal, se dudaba que algún personal estuviese pendiente de la chicharra, puesto que otras cosas les preocupaban más que monitorear una alarma de camioneta.

Las ruedas de la camioneta rodaban por los caminos de la parte más despoblada de todo el continente y solo agua salpicando por los costados era lo que a grandes rasgos de podía decir.

Solo un pequeño saltó seco, le vino a indicar al conductor de la camioneta que había pasado a llevar algo. Detuvo su coche y se bajo a ver. La lluvia se dejaba sentir como agujas afiladas en su rostro y al revisar la parte delantera de su camioneta, comprobó que había pasado llevar la puerta de uno de los pasos.

Con cuidado, saco los palos como el alambre enredado en el parachoques y al ver el número con amarillo, vio el 14 característico de la entrada a los dominios de la reina de las pampas.

─ ¡Así que tomaste resguardos para que no te siguiera! ─ Marcela, arrastrando éstos a un costado.

Después de limpiar el camino. Entró a su camioneta y antes de ponerse en marcha, seco un poco sus ensortijados cabellos rubios con una toalla que se trajo consigo. Luego de ello, reanudó su marcha.

Sin embargo, muchas sorpresas le depararían camino a la estancia los pozos y es que al momento de pasar el primer puesto (que era la primera casa de uno de los cuidadores y vigías de la estanciera) Una luz comenzó a brillar notoriamente y fue la señal para los demás.

Los ojos verdes de la inspectora, veían como se iban encendiendo luces a lo largo del camino como si fueran hogueras colosales en medio de la copiosa lluvia y supuso que no le facilitarían las cosas antes de llegar con su patrona.

Por lo que decidió presionar más el acelerador y  la aguja del velocímetro se disparo enseguida a 190, algo muy irresponsable para una situación tan peligrosa y adversa con factores climáticos detonantes que podrían desatar una tragedia irreversible.

Una apuesta demasiado arriesgada para un ser humano, pero que lamentablemente cuando se oscurece la razón y predomina la ira, puede ser más grave aún.

Entre saltos, y esquivar charcos y zanjones de talud en los costados, la camioneta se abría paso en la ruta, hasta que a poco de llegar a la zona de curvas y descenso empinado. Unas luces altas se plantaron de lleno sobre el espejo retrovisor de la camioneta y por poco sega a la inspectora.

Cuando su vista se volvió acostumbrar, se percató de que era seguida por otros dos vehículos que salieron de la nada y trataban de sacarla del camino.

─ ¡Grandísimos idiotas! ─ exclamó sulfurada Marcela. ─ ¿Qué creen que están haciendo?

Aferró sus manos fuertemente al volante y comenzó a jugar con la dirección tratando de bloquearles el paso y no pudieran hacerle una encerrona.

Fueron varios los empellones que le dieron en la parte del costado como en la trasera para lograrla desestabilizarla o infundirle temor y abandonará sus planes.

Marcela, maniobró su camioneta en forma zigzagueante y cuando ya enfrentaban la bajada sinuosa, dejo que uno de los vehículos se acercará más a ella y fue que giró bruscamente su volante a su izquierda y consiguió  impactar de lleno el costado del otro vehículo y lo sacó del camino incrustándolo con la pared de ripio y pastizal.

No obstante, el otro coche, aprovechando que le dejaron despejada la pista, le dio alcance y fue haciéndole la encerrona hacia el mismo costado y llevándola directo casi al borde del barranco, pero para su desgracia, la joven inspectora, frenó en seco su camioneta y fue que el otro vehículo paso de largo hacia el vacio, pero alcanzó a saltar justo antes que cayese su jeep.

Marcela, tras asegurarse visualmente que nada le sucediera al sujeto, bajo su ventanilla y le advirtió…

─ Anda buscándote un buen abogado porque te voy acusar a ti y a tu patrona de intento de homicidio ─ amenazó Marcela y subió su vidrio, arrancando más a prisa aún.

La camioneta descendió esa bajada llena de curvas a una velocidad tal que solo un manto de agua se dejaba caer a sus costados.

─ No has dudado en ponerme en peligro y como una forajida voy a tratarte. ─ murmuró para sí Marcela.

Y fue más que fiel y consecuente con sus pensamientos que cuando ya estaba por llegar al paso 24 en que se hallaba la entrada principal de la estancia los pozos. Marcela, giró todo su volante a la derecha y entro de sopetón por el camino que comunicaba con el hogar de la estanciera. Haciendo que la cola de su camioneta comenzara  a inclinarse a la izquierda peligrosamente y casi estaba por girar en trompo.  Y tuvo que maniobrar su dirección hábilmente para estabilizarlo y volvió a presionar el acelerador e hizo caso omiso a todas las señales que le hicieron los guardas que estaban apostados en el portón con escopeta y todo. Tuvieron que saltar más que raudos a un costado, ya que la camioneta cruzó por delante de sus narices llevándose consigo todo lo que pudiera.

Fue una sonajera de fierros que se sentían a medida que avanzaba la camioneta por aquel sendero que al cabo de unos minutos todas las luces de la casa patronal se encendieron de golpe.

La camioneta era conducida al máximo de su velocidad y en un santiamén llegó a las puertas de la casona y la inspectora descendió raudamente sin darle opción a los peones que la detuviesen en el intertanto.

No tuvo necesidad de golpear a la puerta cuando está se abrió de golpe y sus ojos verdes quedaron de lleno frente una escopeta de dos calibres que el apuntaba de lleno en la frente de la Enapina.

Y como si esto fuese poco, fue rodeada de varios hombres que también le apuntaban de lleno con sus armas…

─ Te dije que no dudaría en matarte si volvías a pisar mi casa. ─ Masculló la propia Ariza Pedrales, que hizo sonar el gatillo (seguro) de su escopeta para dispararla de un momento a otro.
─ ¡No eres más que una maldita forajida! ─ siseó Marcela, colocando su mano derecha sobre el cañón del arma y la empujo más hacia su sien. ─ No dejaré que te quedes con…mi…NOVIA.

Aquello fue el golpe de gracia que hizo que los verdes ojos de la estanciera se volvieran un volcán ardiente a punto de estallar.

Dos mujeres estaban nuevamente en escena una frente a frente y en esta ocasión cada una de ellas presentaba no solo heridas del corazón sino que heridas en sus cuerpos. Una presentaba rastros de sangre en sus brazos que no dejaban de bullir a pesar de sus vendajes como rasguños en su cuello. Mientras que la otra, tenía su pierna lastimada y ramillones en su rostro por las cortadas de las púas del árbol de calafate.

La ira no solo era palpable sino que el aura que se desprendía de ellas dos, era tan densa y pesada que asustaron hasta los sirvientes de la casa.

En eso…

Un ensordecedor estallido se sintió seco dentro de la casa patronal, siendo tan abismal como el mismo trueno que sacudió al mismo tiempo en todas las pampas de Posesión.

Y un mito cobraba justicia y se hacía realidad… La reina de las pampas.


─ ¡Ariza! ─ exclamó con pavor Bianca, pegada a la ventana de su habitación.











































3 comentarios:

elisiem dijo...

waaahh!!! o.o o.o emocionanteee!!! ahora me quede con intriga total sobre estas chicas, jejeje, te felicito, siempre haces mi día con tus grandes historias, saludos.

Unknown dijo...

Emocionante capítulo!!! la historia se pone cada vez más intensa entre ellas o.o espero ansiosa la siguiente actualización, sigue así!!

Anrhia dijo...

Hola, un gusto en saludarte y deben esperarme un poco para actualizar y que tengo mi pc en el doctor, les ruego que me entiendan, jejeje.
A veces motivos no faltan como dice el dicho uno propone y el padre dispone, jajajaja no tiene nada que ver solo se enfermo mi compu.
Un saludo desde mi amada tierra.
Anrhia

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