Tempestad,
capítulo 9
─
¿Bianca, estás aquí? ─ fue la voz de una mujer llamar a medida que se acercaba
hacia la habitación de la joven Rangel.
A
la par de ello, en el firmamento de la zona más austral del continente. Un gran
rayo, en forma de racimo, se dejo sentir o vislumbrar en todo el horizonte,
provocando alarmada en los animales como en los lugareños.
¿Coincidencias
o confabulación de los elementos con? Lo que sucedía dentro de la casa de
mujeres y que por cierto, era un fenómeno poco usual contando las lluvias ya
habían ocurrido en los días anteriores.
La
sombra de un cuerpo se vislumbró en la pared contigua a la puerta de la joven
Rangel y sin mencionar que la pregunta no tuvo respuestas.
─
¿Bianca? ─ volvió a insistir la voz de mujer, que ya dejaba sentir su mano
sobre el pomo de la puerta.
Mientras
que en la habitación de la joven…
El
llamado causó pavor en la joven ingeniero que fue acallada por una mano de piel
morena, que evitó que respondiese enseguida…
─
¡Guarda silencio! ─ susurró demandante la morena.
La
muchacha movió negativamente su cabeza y sus ojos estaban suplicantes de que le
permitiese contestar y evitar una desgracia, pues sabía de quién se trataba y a
como diera lugar tenía que evitar un enfrentamiento entre ellas.
─
No dejaré que me prive de este momento ─ murmuró a dientes apretados Ariza,
colocándose sobre el cuerpo de la joven. ─ ¡Quédate tranquila y deja que se
vaya!
Bianca,
no hizo caso a la demanda de la estanciera y quiso liberarse de ella, tratando
de zafarse de la mano que le impedía hablar.
─
¡No te muevas! ─ exigió Ariza, ejerciendo más presión sobre ella. ─ No me
obligues hacer algo que no quiero.
Los
ojos grises de la muchacha se abrieron desmesuradamente al oír la amenaza que
el estaban haciendo y tragó saliva un poco movida por el pavor.
─
¡Buena chica! ─ agregó algo burlona Ariza, de conseguir imponerse por la fuerza
a la joven.
En
eso, se oyó al otro lado…
─
¡Bianca responde! ─ volvió a insistir al otro lado de la habitación.
Una
vez más no bubo respuesta a la pregunta, por lo que otra vez la mano delgada y
blanquecina, se poso sobre el pomo de la puerta y se disponía abrirla, cuando…
─
¡Hola, Marce! ─ fue el saludo de la una de las enfermeras que se alojaba junto
a otras en la casa I. ─ ¿Qué haces?, ¿sucede algo con Bianca?
─
Valeria ─ fue la respuesta de la jefa de inspectores ─ Por lo visto te tocó
turno antes.
─
Sí ─ respondió la enfermera ─ tuve que reemplazar a Claudia que tuvo que viajar
a Santiago por una capacitación. Y… ¿Tú qué haces?
─
¡Um!... ─ exclamó con incomodidad Marcela, retirando su mano de la manilla. ─
quería ver si Bianca, se encontraba.
─
Marce… Marce ─ señaló Valeria, moviendo su cabeza en forma reprobatoria. ─ Creo
que debes darle cierta libertad a la chica, ya suficiente castigo ha recibido
de parte de todos por lo que sucedió con la estanciera como para que le prives
de su poca privacidad que tiene en su cuarto. ¿No crees que sea mucho?
─
No pensarías igual si supieras que Bianca, se paso las órdenes por el real
trasero y se fue a Dunguenes a la misma boca del lobo y de lleno con la idiota
de Ariza Pedrales, siguiéndole los talones ─ rebatió con suma molestia Marcela.
─
¡¿Qué?! ─ exclamó Valeria con los ojos saltones del asombro. ─ ¡Dios mío!...
¿se volvió loca o qué?
─
¡Vez! ─ acotó Marcela, dando unos cuantos pasos más allá de la habitación. ─ Bianca,
no escucha a nadie y nos pone contra la pared y le facilita las cosas a esa
imbécil que lo único que quiere es llevársela consigo con no sé qué pretexto de
que están unidas o qué sé yo.
─
¡Ya veo! ─ convino la enfermera. ─ Ahora entiendo qué estés preocupada por ella
y dime, ¿qué sucedió en Dunguenes?
─
Realmente no lo sé ─ aclaró frustrada la inspectora. ─ llegué cuando esa bendita
estanciera venía de vuelta y me encaró con una cachetada que casi me tuerce el
cuello, la muy infeliz.
─
¿La dueña de los pozos, se atrevió a abofetearte? ─ preguntó Valeria, que casi
se ahoga ante el comentario y tosió un
tanto de la impresión.
─
Sí ─ respondió Marce ─ Y no se detuvo ahí no más, sino que como es su costumbre
forajida, me amenazó con hacerme pedazos si me interponía entre Bianca y ella.
O si la empresa hacia algo estúpido en contra de Rangel.
─
¡Válgame el cielo! ─ exclamó pasmada la enfermera y arrastró a la inspectora
hasta el living y saco de su chaqueta, una cajetilla de cigarrillos,
ofreciéndole una a su compañera. ─ Las cosas se están volviendo muy feas y por
lo visto, esa mujer no se detendrá hasta conseguir sus objetivos. ¿Qué será lo
que se traerá con Bianca? Cuando jamás le ha importado o interesado en un
empleado de Enap, que no sea Héctor.
─
Ese es el problema ─ concordó Marcela, encendiendo el cigarrillo y aspirando su
nicotina. ─ Ella jamás ha pisado este campamento desde que compró la hacienda
cuando era una chiquilla y estamos hablando de varios años ya. Salvo algunas
excepciones que ha estado en la casa del intendente para reuniones con él y
Héctor, con fines de cobrar más dinero por algún animal muerto en el camino.
─
Es lo que hacen todos los estancieros de aquí ─ apoyó Valeria.
─
Sí, pero Ariza Pedrales, no se rebaja a buscar un simple empleado para acosarlo
como animal y llevarse a una empresa por delante por un caprichito suyo. ─
mencionó enojada Marcela. ─ Esa mujercita debe tener un motivo muy poderoso
para estar actuando de esa forma y es que en 20 años que lleva viviendo en
estas tierras jamás le ha importado un comino algún Enapino y ahora, resulta
que es toda dedicación y motivación por una muchacha que puede ser su hija.
La
enfermera, tras oír aquellos descargos, esta vez sí se ahogó y tuvo que
golpearse fuerte el pecho porque le costó para volver a respirar. Se le
dificultó ver a su compañera de casa y por más que la veía una y otra vez, le
costaba asimilar sus palabras; pues esa no era Marcela Paredes, a la que ella
conocía y llevaban compartiendo hace 12 años en el campamento.
─
¡Por Dios Marce! ─ adujo Valeria, recuperando el aliento que se escuchaba con
dificultad por la carraspera. ─ Creo que exageras las cosas. Admito eso sí, que
la estanciera está actuando fuera de la normal, pero de ahí, a que acorrale a
Bianca como un animal, lo dudo. Y eso de
que puede ser su hija, ¡Simplemente te pasaste! Solo tiene 36 años nada más. No
es una anciana ni que Bianca fuese un bebé, acaba de cumplir 24 años hace unos
días, lo que no la hace su hija por ningún lado.
─
¿Te parece poco? ─ preguntó contrariada la inspectora, aspirando su cigarrillo
y viéndola seriamente.
─
Sólo son doce años y eso no dice nada ─ rebatió Valeria, encendiendo otro
cigarrillo ─ Y no tiene sentido lo que has dicho porque la edad aquí no está en
cuestionamiento. A menos que estuvieras hablando de una relación sentimental y
no laboral como es lo que sucede con nuestra compañera. Además, si ese fuese el
caso ¿en qué te molestaría a ti que Ariza, fuese del otro equipo y le gustará a
Bianca?
─
¿De parte de quién estás? ─ Contra preguntó con fastidio Marcela.
─
Tuya, por supuesto ─ contestó al instante Valeria. ─ Y de la empresa por
supuesto.
─
¿Entonces? ─ inquirió la rubia inspectora.
─
Amiga, sabes muy bien que soy muy francota para mis cosas ─ explicó la
enfermera, cruzando sus piernas. ─ Y cuando me has pedido consejos, te los he
dado sin guardarme mis impresiones. Tú sabes, al pan- pan; vino – vino conmigo
y no me ando con vueltas por la vida. Y
no veo por donde la edad de Ariza Pedrales con Bianca.
La
inspectora, quedo unos segundos meditando en ello, haciendo una mueca de
disgusto al comprender los hechos.
─
Fue un comentario sin sentido ─ admitió Marcela, pasando su mano izquierda por
sus cabellos, acto típico de llamar la atención. ─ Pero…
─
¿Pero qué? ─ instó con suma curiosidad Valeria.
─
Ella es mayor ─ confesó la inspectora. ─ Y debería darle vergüenza pretender
seducir a una niña.
─
¡Ah! ─ exclamó complacida Valeria, cuyos ojos se empequeñecieron bastante al
observar el semblante de su amiga, colega y compañera de casa. ─ ¡Um!
Entre
ambas se guardó silencio y solo la estela delgada de humo, era lo único que
hacia algo de barullo o movimiento en esa sala…
─
Unos 30 podrían ser un obstáculo también ─ interrumpió capciosamente Valeria,
sin perder detalle en los ojos verdes de la inspectora.
─
¡Eh! ─ exclamó Marcela sin comprender. ─ ¿de qué hablas?
─
¡Um!.. Nada, olvida lo que dije ─ se excuso la enfermera. ─ será mejor abocarse
de lleno en Bianca y ver que no haga nada tonto.
─
Es que yo no dejaré que haga nada estúpido con esa imbécil ─ contradijo
Marcela, cuyos ojos lanzaban chipas por doquier con la sola mención de ello.
─
¡Ups! ─ balbuceó Valeria, sacando deducciones rápidamente de todo. ─ Creo mi
querida Marcela, que no deberías inmiscuirte tanto que no sea profesionalmente
hablando.
─
¡Y eso precisamente lo que hago! ─ contestó enérgica Marcela. ─ No dejaré que
maltraten a una de mis trabajadores.
─
¿Y qué vas hacer para impedirlo? ─ se atrevió a preguntar Valeria, provocando
de algún modo a la inspectora. ─ Bianca, no es propiedad de nadie y no dejará
que la traten como un juguete.
─
Nadie está hablando que ella es un juguete y menos que le pertenece a tal o
cual persona. ─ respondió sulfurada Marcela. ─ Lo que sí, es una empleada de
Enap y ella, tiene normas que acatar y responsabilidades que cumplir y me
encargaré personalmente que las cumpla. Además, es mi obligación velar que nada
le suceda a mi personal y para ello, estoy dispuesta a pasar por encima de la
propia Ariza con tal de velar por ella y
aunque eso me significa irme contra el mismo demonio de las pampas.
─
¡Zchis! ─ fue el silbido agudo que brotó de los labios de la enfermera, pues
dedujo que se iba a desatar una tempestad de proporciones mayúsculas.
Ni
bien acabado el silbido, se escuchó un estruendo seco y brutal en el pasillo
que conducía hacia los dormitorios.
─
¿Pero qué demonios fue eso? ─ se preguntó Marcela, viendo la cara de su
compañera.
No
falto responder la pregunta, cuando ambas ya estaban de pie y se dirigían hacia
el corredor. Al asomar, vieron la silueta de una mujer desnuda apoyada contra
la puerta de la habitación de la joven ingeniero.
─
¡Bianca! ─ fue la exclamación de ambas mujeres al observarla, desnuda, pálida
como la misma muerte y temblorosa, aferrándose a la manilla de la puerta como
si su vida dependiera de ello.
En
un dos por tres, ambas estaban a su lado…
─
¿Qué sucede Bianca? ─ inquirió con desconcierto Marcela. ─ pensé que no estabas
en casa al no responder cuando te llamaba. Dime ¿por qué estás así?
─
Cariño ¿estás bien? ─ fue la pregunta gentil de Valeria, procurando calmarla,
sin pensarlo dos veces, cogió su abrigo de la percha y cubrió el cuerpo de la
joven.
La
joven Rangel, no respondió ninguna de las preguntas y se limitó en permanecer
clavada en el lugar, sujetando fieramente la manecilla de la puerta.
Tanto
Marcela como Valeria, se quedaron viendo una a la otra y observaron la
desesperación en la mirada la muchacha.
─
Bianca ¿Quién está ahí? ─ preguntó de frentón Marcela. ─ ¡Respóndeme!
Al
no tener respuesta, la inspectora zafó de golpe las manos de la muchacha de la
manilla y la apartó bruscamente y se dispuso a entrar a la habitación….
─
¡Detente! ─ imploró Bianca, sujetando su brazo. ─ No entres ahí, por favor.
─
¿Por qué no? ─ inquirió Marcela, que se detuvo en seco y volteó a verla.
─
No debes hacerlo ─ respondió escuetamente la joven.
─
Lo siento, pero no es suficiente para mí ─ contravino la inspectora. ─ Si tú no
eres capaz de decirme. Entonces yo misma lo averiguaré de una vez por todas.
No
se supo si fue el eco del trueno que se dejo sentir en el mismo instante o fue
otro ruido lo que se sintió dentro del cuarto de la joven Rangel.
Lo
que sí, estremeció por completo a Bianca como Valeria y provocó el impulso
innato de Marcela, que apartó la mano de su subalterna y abrió de golpe la
puerta. Y al ser abierta, una corriente fría de viento helado las confrontó de
inmediato al estar abierta la ventana de la habitación. Mejor dicho…
─
¡Pero qué mierda! ─ fue la exclamación desconcertada de Marcela, que se lanzo
de plano al sitio y constató que fue rota y podía ver rastros de sangre en sus
bordes y en eso un destello peligrosísimo se apoderó de la inspectora y añadió.
─ No te escaparás de mí.
Salió
como alma que lleva el diablo, de un golpe abrió la puerta de la cocina que
conducía al patio trasero y con su linterna alumbró en dirección de la ventana
y vio varios destellos de vidrios rotos y una pedazo de tela ensangrentada que
estaba en un arbusto llamó su atención, la sacó y estaba viéndola cuando una
sombra se movió más allá, lo que hizo que de inmediato sus pies se pusiera en
marcha en una loca carrera que la llevó a saltar los cercos de varias casas
adyacentes.
Entre
tanta oscuridad no podía distinguir bien la figura de quién iba delante suyo,
salvo que le llevaba mucha ventaja y por más que ponía empeñó en aumentar la
velocidad no conseguía darle alcance.
─
¡Maldita desgraciada! ─ mascullaba con ira la inspectora, entre los rasguños de
los arbustos calafates que estaban presentes por doquier y dificultaban más su
camino.
Sin
darse cuenta, cayó en una pequeña zanja que no pudo percibir y su tobillo
sufrió las consecuencias al doblarse de golpe. Sacándole un aullido de dolor y
que se escuchó en todo el alrededor...
─
Lo que me faltaba ─ se lamentó Marcela y que se puso de pie. Buscó rápidamente
con la vista y pudo ver en la lejanía la silueta avanzar.
Aún
con el coraje encendido, decidió seguirlo a como diera lugar y se olvido por
completo de su lesión y volvió a correr e imprimió más velocidad a la
persecución. Y para colmo de males, los destellos y ruidos de relámpagos y
truenos, era más que el anuncio que se acercaba una tormenta eléctrica sin
precedentes y de lleno, un aguacero se dejo sentir en toda la Patagonia como si
las puertas del mismo cielo se hubiesen abierto y la lluvia hizo su entrada en
forma estruendosa y vertiginosa.
En
cosa de segundos la ropa de la inspectora estaba siendo cubierta por el manto
de lluvia y aún así, no fue impedimento para detener la carrera que aún
proseguía en el campamento.
Entre
agua y lodazal, la inspectora se abrió camino motivada por el coraje y deseo de
atrapar al desalmado que huía como si nada.
─
No escaparás de mí ─ rugió Marcela, que viendo hacia donde se dirigía esa
silueta, tomó un atajo que la llevó a cruzar un cerco más alto de ligustrinos
que había en una casa de la jefatura y que al saltarla, llevó a que su pierna
se resintiera más y trastabilló en el proceso, chocando con un arbusto de
coirón que la hizo caer de bruces al suelo.
Agua
lodosa fue lo que tragó por accidente y escupida de inmediato, encendiendo aún
más el encono en la Enapina. Pasó su mano por la boca y de este modo la limpió
enseguida para ponerse de pie una vez.
No
fueron ni cinco segundos los que le tomó estar erguida y ya estaba rodando otra
vez, sabía muy bien dónde se dirigía, por lo que esta vez tuvo más cuidado de
no tropezar con nada más y cuando salió al camino, llegó directo al
estacionamiento principal del gimnasio y estaba girando sobre sí misma en busca
de un vehículo extraño…. Cuando en eso…. Un rugido de un motor y llantas
rechinar contra las piedrecillas; le advirtieron que unos metros más adelante
un vehículo estaba a punto de salir.
Sin
pensarlo se echó a correr de nuevo…Pero ya era demasiado tarde. Ante sus ojos
se vio asomar la carcasa de una camioneta negra todo terreno, que salió marcha
atrás y sin más giró volante y puso enseguida la primera marcha para salir. Un
charco de agua y lodo saltó sobre la inspectora y la cubrió toda, dándole la
empapada del siglo.
Nada
pudo hacer para impedir la fuga y tuvo que limitarse en observar como la
camioneta un poco más allá se detuvo por unos segundos y el alza vidrio del
conductor se bajo despacio y observó la silueta
de la inspectora por el espejo lateral.
Fueron
unos escasos segundos y aunque no había palabras de por medio. Consiguió que la
inspectora alzara su ante brazo derecho por medio del otro y lo doblará hacia
su pecho, en un claro gesto obsceno de su parte hacia el ocupante del vehículo.
─
¡Prepárate Paredes! ─ masculló el
ocupante que seguía observándole por el espejo lateral. Sin más subió su
ventanilla y arrancó a toda velocidad.
Lentamente,
la Enapina, dejo caer su brazo y a los segundos después; empuñar ambas manos
con una potencia indescriptible y cuya mandíbula era el reflejo de sus
emociones mas internas. Estaba rígida y los dientes tan apretados que hubiese
cortado hasta el aire de lo tensa que estaba.
Sin
más, se dio la media vuelta y dirigió sus pasos de regreso a la casa I. Salvo
que en esta ocasión, todo el esfuerzo hecho cobró su precio y una fuerte
punzada sintió clavarle en su tobillo.
─
¡Maldición! ─ murmuró Marcela, agachándose un poco para constatar qué sucedía.
Con
la lluvia cayéndole de lleno sobre su cuerpo, levanto su pantalón y bajo su
media para constatar para su desgracia que su tobillo estaba algo inflamado.
Como pudo acomodó sus ropas y retomó su caminata, pero esta vez, rengueaba con
su pierna al no aguantar el dolor que le conllevaba caminar en ese estado.
─
Estoy segura que era ella ─ murmuró Marcela, rengueando todo el camino y más
cuando debía subir unas pequeñas escalerillas; que insignificantes y todo, le
hacían dolor como madre.
Una
caminata que no le tomaba de 5 minutos llegar a casa le tomo casi 15 a causa de
la molestia en su tobillo.
Al
llegar a la casa I y cruzar el umbral, la estaban esperando en la sala de estar
Fernanda (profesora de Educación Física), Isabel (Doctora) Valeria y Bianca (ya
vestida con su pijama) Sus compañeras de hogar.
─
¡Mi Dios, Marce! ─ exclamó espantada la enfermera, que se apresuró en recibirla
y darle apoyo con su brazo en forma de muleta. ─ ¿Qué fue lo que te sucedió?
─
Después te contaré todo ─ respondió Marcela, y de inmediato clavo sus ojos en
la joven Rangel, añadió. ─ En cuanto a ti, dormirás con Fernanda de ahora en
adelante y vas a darme una buena explicación de quién estaba en tu habitación,
en cuanto regrese.
─
Pero… ─ fue la protesta de la joven, que no continúo por que fue interrumpida
por la enfermera.
─
¿Estás pensando salir con esta lluvia y en tu estado? ─ preguntó sin rodeos
Valeria.
─
Voy a ponerle fin a todo esto ─ contestó seca Marcela.
─
¡Estás loca? ─ rebatió la enfermera. ─ ¿Qué no te das cuenta que está lloviendo
como si el mundo se fuera acabar?
─
El mal tiempo nunca ha sido un impedimento para nosotros, los Enapinos ─ afirmó
la inspectora.
─
¿Así? ─ volvió al ataque Valeria. ─ Estás siendo demasiado irresponsable esta
vez. ¡Mírate Marcela cómo vienes! Estás empapada y vienes cojeando.
─
No voy a discutir contigo, Valeria ─ refutó molesta ésta. ─ No me hagas
recordarte que soy yo, la que está a cargo de todos ustedes y velar por los
intereses de Enap, en este campamento.
No
solo fue la enfermera quién guardo silencio, sino que las otras tres quedaron
de una pieza al comprobar el enojo de la segunda a bordo en Posesión. Siendo la
joven Rangel, la que más se estremeció al ver la furia presente en la mirada de
su jefa y tuvo la premonición de que algo malo iba a pasar.
─
Feña, no dejes que nadie entre a la casa y cuiden de Bianca, hasta que yo esté
de vuelta ─ ordenó Marcela. ─ mañana pondré al tanto a Punta Arenas de lo que
sucedió aquí.
─
Cuenta con ello, Marce ─ secundó la profesora.
─
Voy a darme un baño y salgo de inmediato ─ expuso la inspectora.
Con
la ayuda de la enfermera, Marcela, entró al lugar y siendo la enfermera que la
acompañó para revisar su tobillo.
Después
de una reconfortante ducha. La inspectora en contra de su voluntad, fue
revisada y asistida por Valeria, quién le vendó el tobillo, tras breve friega y
darle unas pastillas para el dolor.
Se
vistió con ropa más abrigadora e impermeable. Tomo unos sorbos de café y
recogió las llaves de su camioneta, sin antes advertir…
─
Ruega para que regrese bien, porque de
lo contrario sobre ti recaerá toda la culpa de tus errores, novata ─ sentenció
duramente Marcela, levantándole la barbilla. ─ Asume las consecuencias de tus
actos y toma ya una decisión, por el bien de todos.
La
gélida mirada como sus palabras, sobrecogieron el corazón de la joven Rangel y
solo enmudeció ante el advertencia y ultimátum de su jefa.
Por
su parte, las otras tres mujeres, guardaron silencio ante los dichos de la
inspectora y sintieron algo de compasión por la joven.
─
Ya calenté el motor de tu camioneta, Marce ─ mencionó Isabel ─ Por favor
conduce con cuidado. Pero no dejes de llamarnos en caso de que las cosas se
pongan feas.
─
Descuida, Isa. ─ señaló ésta, dándole un beso en la mejilla a modo de consuelo.
─ Es hora de ponerle un alto a esta forajida.
Sin
esperar más comentarios, la inspectora volvió a salir a la lluvia que caía a
cantaros y rauda, se subió a su coche. Prendió las luces altas para ayudarse a
ver mejor y se fue en dirección sur.
Mientras
en casa…
─
Será mejor que vayas a descansar Bianca ─ instó Fernanda. ─ ya sacamos todas
sus pertenencias y tu cuarto quedará bloqueado hasta que lleguen a reparar la
ventana.
─
Fernanda, no puedo ─ susurró Bianca. ─ Es imposible que pueda dormir con lo que
está pasando.
─
Pues deberías haberlo pensado dos veces antes de mandarte a cambiar a Dunguenes
y exponer a Marcela de esta forma ─ acusó seca Valeria. ─ Debes pensar las
consecuencias que tus actos acarrean y como dijo ella, actúa por una vez en tu
vida sin ser egoísta.
─
¡Vale! ─ reclamó Feña.
─
Yo…Yo ─ balbuceó Bianca, totalmente avergonzada y dolida. ─ Lo…Lo…Siento.
─
¿Cómo dijiste que no te oí? ─ molestó Valeria, colocando su mano en su oreja
para oír. ─ No te escucho. Saca la voz niñita como lo haces para encarar a tu
jefa.
─
¡Lo siento mucho! ─ gritó Bianca y apretó sus puños de la impotencia.
─
Así está mejor. ─ repuso con sarcasmo Valeria. ─ ¡Vez que puedes hacerte oír!
─
¡Ya basta, Valeria! ─ amonestó Feña. ─ ya se disculpo, no tienes para que ser
irónica.
─
No sigas Feña ─ contra vino Bianca. ─ Ella tiene razón, ha sido mi culpa. Pero
quiero que sepan una cosa, no me duele sufrir las consecuencias de mis actos,
pero que se me juzgue sin darme la chance a defenderme es lo que más me duele y
es decepcionante ver que tus compañeros de trabajo no les importa un bledo si
me llevan como cordero al matadero, lo
único que cuenta para todos ustedes es su bendito trabajo y su posición dentro
de la empresa. Y es así como me tildan de ser egoísta ¿Qué son ustedes
entonces?
Aquel
descargo hecho desde el fondo de un corazón herido, dejo sin palabras a las
otras chicas y solo bajaron la cabeza avergonzadas de su propia gavilla.
─
¡Que tengan una buena noche! ─ se despidió Bianca, viéndolas por el rabillo de
sus ojos y se fue rumbo al nuevo dormitorio en que debería descansar de ahora
en adelante.
Ninguna
fue capaz de responder nada enfrente a los dichos de la muchacha y quedaron
solo con el pesar dentro de sus corazones.
─
Ella tiene razón. ─ esgrimió Isabel. ─ Hemos sido muy injustos con Bianca. Todo
este tiempo la hemos culpado por las represalias de la estanciera y cuando es
ella, la que más tiene que perder en esta historia. Realmente no quisiera estar
en sus zapatos.
─
Está entra la espada y la pared ─ concordó Feña, sobando su barbilla.
─
Bianca, está a punto de ser devorada por las llamas del mismo infierno ─ agregó
Valeria, al meditar que ese fuego era…Marcela y Ariza Pedrales. ─ Y no se podrá
librar de ello.
Tanto
Fernanda como Isabel, quedaron con cara de signo de interrogación sin saber a
lo que se refería su compañera.
Por
otro lado…
La
lluvia era mucho más que eso, era una ventisca de agua, viento y granizo por
momentos, que se dejaban sentir a lo largo de todo la zona y se convirtió en
una de esas noches negras y más oscuras
que se hayan visto.
Por
más que las plumillas estaban trabajando a full sobre el parabrisas de la
camioneta, era casi nulo la visibilidad de permitían.
Las
descargas de los relámpagos sobre el horizonte venían a darle un aspecto
siniestro e interminable al camino de ripio, que a esas alturas eran profusas
pozas de agua que complicaban más el transitar por aquella angosta senda.
Que
decir que el estruendoso ir y venir de los truenos podían hacer que una persona
sufriera de un colapso nervioso, ya que se sentía como desafinada melodía de
órganos parroquiales, anunciando un desenlace siniestro o invitando a una
desgracia.
No
sabía si sus palpitaciones estaban por sobre las 130 por minuto o su cabeza le
estaba dando señales erróneas de aquello, puesto que sentía su pulso cardiaco ensordecedoramente en sus
oídos….o…Simplemente su presión se disparó producto del café, el frío, la
angustia, los miedos y….la rabia, por no decir algo más.
El
velocímetro marcada los 100Km/h, aunque con esa lluvia o temporal, se dudaba
que algún personal estuviese pendiente de la chicharra, puesto que otras cosas
les preocupaban más que monitorear una alarma de camioneta.
Las
ruedas de la camioneta rodaban por los caminos de la parte más despoblada de
todo el continente y solo agua salpicando por los costados era lo que a grandes
rasgos de podía decir.
Solo
un pequeño saltó seco, le vino a indicar al conductor de la camioneta que había
pasado a llevar algo. Detuvo su coche y se bajo a ver. La lluvia se dejaba
sentir como agujas afiladas en su rostro y al revisar la parte delantera de su
camioneta, comprobó que había pasado llevar la puerta de uno de los pasos.
Con
cuidado, saco los palos como el alambre enredado en el parachoques y al ver el número
con amarillo, vio el 14 característico de la entrada a los dominios de la reina
de las pampas.
─
¡Así que tomaste resguardos para que no te siguiera! ─ Marcela, arrastrando
éstos a un costado.
Después
de limpiar el camino. Entró a su camioneta y antes de ponerse en marcha, seco
un poco sus ensortijados cabellos rubios con una toalla que se trajo consigo.
Luego de ello, reanudó su marcha.
Sin
embargo, muchas sorpresas le depararían camino a la estancia los pozos y es que
al momento de pasar el primer puesto (que era la primera casa de uno de los cuidadores
y vigías de la estanciera) Una luz comenzó a brillar notoriamente y fue la
señal para los demás.
Los
ojos verdes de la inspectora, veían como se iban encendiendo luces a lo largo
del camino como si fueran hogueras colosales en medio de la copiosa lluvia y
supuso que no le facilitarían las cosas antes de llegar con su patrona.
Por
lo que decidió presionar más el acelerador y
la aguja del velocímetro se disparo enseguida a 190, algo muy
irresponsable para una situación tan peligrosa y adversa con factores
climáticos detonantes que podrían desatar una tragedia irreversible.
Una
apuesta demasiado arriesgada para un ser humano, pero que lamentablemente
cuando se oscurece la razón y predomina la ira, puede ser más grave aún.
Entre
saltos, y esquivar charcos y zanjones de talud en los costados, la camioneta se
abría paso en la ruta, hasta que a poco de llegar a la zona de curvas y
descenso empinado. Unas luces altas se plantaron de lleno sobre el espejo
retrovisor de la camioneta y por poco sega a la inspectora.
Cuando
su vista se volvió acostumbrar, se percató de que era seguida por otros dos
vehículos que salieron de la nada y trataban de sacarla del camino.
─
¡Grandísimos idiotas! ─ exclamó sulfurada Marcela. ─ ¿Qué creen que están
haciendo?
Aferró
sus manos fuertemente al volante y comenzó a jugar con la dirección tratando de
bloquearles el paso y no pudieran hacerle una encerrona.
Fueron
varios los empellones que le dieron en la parte del costado como en la trasera
para lograrla desestabilizarla o infundirle temor y abandonará sus planes.
Marcela,
maniobró su camioneta en forma zigzagueante y cuando ya enfrentaban la bajada
sinuosa, dejo que uno de los vehículos se acercará más a ella y fue que giró
bruscamente su volante a su izquierda y consiguió impactar de lleno el costado del otro vehículo
y lo sacó del camino incrustándolo con la pared de ripio y pastizal.
No
obstante, el otro coche, aprovechando que le dejaron despejada la pista, le dio
alcance y fue haciéndole la encerrona hacia el mismo costado y llevándola
directo casi al borde del barranco, pero para su desgracia, la joven
inspectora, frenó en seco su camioneta y fue que el otro vehículo paso de largo
hacia el vacio, pero alcanzó a saltar justo antes que cayese su jeep.
Marcela,
tras asegurarse visualmente que nada le sucediera al sujeto, bajo su ventanilla
y le advirtió…
─
Anda buscándote un buen abogado porque te voy acusar a ti y a tu patrona de
intento de homicidio ─ amenazó Marcela y subió su vidrio, arrancando más a
prisa aún.
La
camioneta descendió esa bajada llena de curvas a una velocidad tal que solo un
manto de agua se dejaba caer a sus costados.
─
No has dudado en ponerme en peligro y como una forajida voy a tratarte. ─
murmuró para sí Marcela.
Y
fue más que fiel y consecuente con sus pensamientos que cuando ya estaba por
llegar al paso 24 en que se hallaba la entrada principal de la estancia los
pozos. Marcela, giró todo su volante a la derecha y entro de sopetón por el
camino que comunicaba con el hogar de la estanciera. Haciendo que la cola de su
camioneta comenzara a inclinarse a la
izquierda peligrosamente y casi estaba por girar en trompo. Y tuvo que maniobrar su dirección hábilmente
para estabilizarlo y volvió a presionar el acelerador e hizo caso omiso a todas
las señales que le hicieron los guardas que estaban apostados en el portón con
escopeta y todo. Tuvieron que saltar más que raudos a un costado, ya que la
camioneta cruzó por delante de sus narices llevándose consigo todo lo que
pudiera.
Fue
una sonajera de fierros que se sentían a medida que avanzaba la camioneta por
aquel sendero que al cabo de unos minutos todas las luces de la casa patronal
se encendieron de golpe.
La
camioneta era conducida al máximo de su velocidad y en un santiamén llegó a las
puertas de la casona y la inspectora descendió raudamente sin darle opción a
los peones que la detuviesen en el intertanto.
No
tuvo necesidad de golpear a la puerta cuando está se abrió de golpe y sus ojos
verdes quedaron de lleno frente una escopeta de dos calibres que el apuntaba de
lleno en la frente de la Enapina.
Y
como si esto fuese poco, fue rodeada de varios hombres que también le apuntaban
de lleno con sus armas…
─
Te dije que no dudaría en matarte si volvías a pisar mi casa. ─ Masculló la
propia Ariza Pedrales, que hizo sonar el gatillo (seguro) de su escopeta para
dispararla de un momento a otro.
─
¡No eres más que una maldita forajida! ─ siseó Marcela, colocando su mano
derecha sobre el cañón del arma y la empujo más hacia su sien. ─ No dejaré que
te quedes con…mi…NOVIA.
Aquello
fue el golpe de gracia que hizo que los verdes ojos de la estanciera se
volvieran un volcán ardiente a punto de estallar.
Dos
mujeres estaban nuevamente en escena una frente a frente y en esta ocasión cada
una de ellas presentaba no solo heridas del corazón sino que heridas en sus
cuerpos. Una presentaba rastros de sangre en sus brazos que no dejaban de
bullir a pesar de sus vendajes como rasguños en su cuello. Mientras que la
otra, tenía su pierna lastimada y ramillones en su rostro por las cortadas de
las púas del árbol de calafate.
La
ira no solo era palpable sino que el aura que se desprendía de ellas dos, era
tan densa y pesada que asustaron hasta los sirvientes de la casa.
En
eso…
Un
ensordecedor estallido se sintió seco dentro de la casa patronal, siendo tan
abismal como el mismo trueno que sacudió al mismo tiempo en todas las pampas de
Posesión.
Y
un mito cobraba justicia y se hacía realidad… La reina de las pampas.
─
¡Ariza! ─ exclamó con pavor Bianca, pegada a la ventana de su habitación.
3 comentarios:
waaahh!!! o.o o.o emocionanteee!!! ahora me quede con intriga total sobre estas chicas, jejeje, te felicito, siempre haces mi día con tus grandes historias, saludos.
Emocionante capítulo!!! la historia se pone cada vez más intensa entre ellas o.o espero ansiosa la siguiente actualización, sigue así!!
Hola, un gusto en saludarte y deben esperarme un poco para actualizar y que tengo mi pc en el doctor, les ruego que me entiendan, jejeje.
A veces motivos no faltan como dice el dicho uno propone y el padre dispone, jajajaja no tiene nada que ver solo se enfermo mi compu.
Un saludo desde mi amada tierra.
Anrhia
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