En Aras del pasado, capítulo 45.
Después de escuchar aquel grito todos los presentes se
volvieron a ver en dirección de la joven pareja para encontrarse con una escena
que les cortó más que el aliento, les dejo con escalofríos, ya que no podían
entender de cómo era posible que Anabelle, estuviese inconsciente.
─ ¡Has regresado! ─ fue lo que se oyó decir a la madre de la
Duquesa de Calguiere al momento de observar a su hija desvanecida en los brazos
de su prometida.
Aunque para Anette Calguiere, no era precisamente a la joven
Larson a quién observaba en ese momento, ya que en el preciso momento en que su
corazón se contrajo; aprecio con sus propios ojos que frente a ella pudo
apreciar a una muchacha ataviada con ropajes de épocas pasadas y si por ironías
de la vida, tuvo la misma visión que tuviese su antecesora cuando, la misma
joven rescató a la que fuera Anabelle XVII de una caída de caballo. Y es que la
imagen de la que fuera la hija de Enios Mcraune, afectó no solo a la actual
Duquesa sino también a su madre, que quedo estupefacta y desesperadamente trató
de convencerse de que era su imaginación, pero no fue tan así, ya que la mirada
presente en aquello ojos esmeraldas le hacían recordar que el pasado se hacía
presente en aquella sala.
─ Madre ¿Qué has dicho? ─ preguntó Francis, tratando de
encontrar sentido a sus dichos.
Sin embargó, Anette, no respondió a la pregunta sino que se
apresuró en llegar al lado de su hija mayor y comprobar que sucedió.
─ Dime Raniel ¿qué sucedió? ─ preguntó sin rodeos Anette,
indicándole que la recostará sobre un sofá y comprobando el pulso de su hija.
─ Anette, por el momento pospondré la respuesta hasta que
Anabelle recobre el conocimiento ─ explicó ella.
─ Al menos puedes aclararme si estuvieron discutiendo ─
indagó Anette, sin darse por vencida y posando sus ojos en los esmeraldas de su
futura nuera.
─ Puedes estar tranquila que no discutíamos ─ aclaró la
joven.
─ ¿Entonces? ─ insistió Anette.
─ Veo que no podré eludirte por lo visto ─ confrontó
resignada Raniel ante la insistencia de la madre de su novia ─ Quise indagar al
respecto de un hecho en particular y acabó afectando más de la cuenta a
Anabelle.
─ Ese hecho en particular ─ mencionó Anette, buscando el
modo que la joven dejase sus reservas y pudiese revelar información ─ ¿Tiene
relación a tu pasado?
─ Siempre vas directo al grano al
igual que Alesia ¿no es así? ─ Contra preguntó Raniel sin rodeos.
─ En el poco tiempo que has compartido con nuestra familia,
has aprendido a conocernos muy bien ─ respondió Anette sin dejar de verle a los
ojos ─ y sí, Raniel, soy una mujer muy directa al momento de preguntar.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Raniel al tiempo que sus manos jugaban
entre sí, gesto que sopesaba las palabras de su inter locutora y que era un
sello muy propio de Rowine en su vida anterior.
─ ¿Qué vez? ─ preguntó confundida Anette.
─ De seguro que también has de ser totalmente sincera cuando
alguna persona te pregunta una determinada cosa ─ fue la respuesta de Raniel
sin amilanarse un ápice.
─ ¿Qué sucede contigo niña? ─ inquirió Anette totalmente
pasmada ─ Te estás comportando en una forma muy extraña ultimadamente y no te
atrevas en decir lo contrario, pues hasta tu mirada es diferente. Es como si
reflejase molestia con todos nosotros.
En ese momento, fueron interrumpidas por Fabiola que se
acercó con paños fríos para la joven Duquesa.
─ Esto te ayudará en reanimarla más pronto ─ explicó la
madre de la joven Larson ─ Raniel, prepara tu cuarto para que tu prometida
pueda estar más cómoda.
─ Enseguida, madre ─ respondió la joven y antes de irse,
fijó su mirada sobre el cuerpo de su prometida y sin decir nada, se giró para
obedecer las órdenes de su madre.
Mientras la joven se dirigía a la planta del segundo piso.
Anette, quedo meditando más de la cuenta sobre el comportamiento de la muchacha
e hizo saber sus impresiones de inmediato.
─ Fabiola, ¿Has notado algo entraño en tu hija? ─ preguntó
de lleno Anette.
─ ¿A qué te refieres? ─ Contra preguntó ésta.
─ Te habrás dado cuenta que a nuestra llegada Raniel, se
está comportando muy extraño. ─ mencionó Anette. ─ ¿Has apreciado su mirada?
─ No te voy a negar los hechos Anette ─ expuso Fabiola y se
sentó junto a su consuegra y procuró hablar más bajito para no llamar la
atención de los demás ─ Al momento en que fuimos a recogerlas noté algo extraño
en mi hija, su mirada estaba cargada de dolor y sin mencionarte qué no sé que
habrá sucedido en el cementerio, puesto que al regresar Raniel, no quiso mencionar
nada al respecto y alcance a oírle decir entre dientes que el tiempo de las
verdades llegaría muy pronto. Desde ese momento, mi hija evita cualquier
conversación conmigo.
─ ¿De tas cuenta? ─ inquirió Anette ─ Ella no es la misma
desde que visitó la tumba de Vivian y mucho me temo que si no le ayudamos a
desahogar lo que sea que esté guardando su corazón. Traerá serios problemas a
mi hija como al resto. Raniel antes de venirnos a Chile, me solicitó que le
diese una dirección que tiene relación con la antigua familia de su antepasado
y eso me indica que la visita a esa tumba, consiguió despertar muchos de sus
recuerdos, pero ella se niega a hablar del tema.
─ Anette, ¿Me estás diciendo que mi hija ya sabe de Rowine
Mcraune? ─ preguntó preocupada Fabiola. ─ Eso es imposible dado a que su médico
fue bien claro en señalar que eso sucedería con el correr de los años, que
sería algo paulatino y jamás de golpe. A
menos que fuese…
─ ¿A menos qué? ─ indagó Anette ─ Habla Fabiola por favor.
─ Que un hecho muy fuerte consiguiera conmocionarlo tanto al
punto de que sus recuerdos pudiesen aflorar del todo ─ explicó la madre de la
joven Larson ─ Y si ello llegase a ocurrir deberíamos llevarla con él, ya que
los sentimientos que pudiesen despertar en ella, podrían provocarle un
desequilibrio emocional y detonar una conducta opuesta a su forma de ser.
─ Fabiola, ¡Debemos hablar con tu hija ya! ─ demandó Anette,
cuya expresión indicaba que no debía ser contrariada, pues la antigua Duquesa,
aparte de ser una mujer muy dulce, era muy severa y estricta en los asuntos
concernientes a su familia. ─ No sabemos qué sucedió con Anabelle para que se
haya desmayado así, pero te aseguro que la actual conducta de Raniel, es la
causante de que mi hija esté de este modo.
Fabiola, no necesitó que se dijese más al respecto y en el
acto hizo señas a su esposo, poniéndolo al tanto de lo que estaba sucediendo y
fue él mismo, quién se comprometió ante Anette, de solucionar las cosas de
inmediato. Para ello, ordenó a su Helemiah, que llevase a la joven Duquesa al
cuarto de su hija, ya que aún no se recobraba de la impresión de las palabras
de su novia.
Sin duda que todo lo sucedido, dejo un mal sabor de boca en
la mayoría de los presentes y que en cierta forma, bajo el perfil del
compromiso de Francis con Sara. Siendo ésta última, la más preocupada, ya que
fue puesta al tanto por la propia Raniel de los hechos y sabía de ante mano lo
que aquello implicaba.
Gracias a lo largo de los años compartidos, conocía de sobra
la forma de pensar y comportarse de su mejor amiga y más cuando había hechos
que causaban molestias en su persona. Para Raniel, había una sola cosa que no
transaba…La mentira y el engaño. Era un asunto que no dejaba pasar como tampoco
volvía atrás una vez que tomaba una decisión. En su vida ya había dejado de
dirigirle la palabra a unos compañeros de universidad a causa de lo mencionado
y por más esfuerzos que hicieron éstos en corregir los hechos, nada consiguieron
pues el daño ya estaba hecho y su confianza no volvería a ser la misma. Podría
decirse que los sucesos acaecidos en su anterior vida, la marcaron de una forma
muy profunda y esa herida la llevaba grabada en su corazón a fuego. Simplemente
no soportaba la mentira en que las acciones de su antigua enemiga provocaron
que se alejase en el exilio de su antiguo amor.
Sara, estaba muy inquieta, dado a que lo que le revelase
Raniel, indicaba que había descubierto mucho más de lo que se suponía en esas cartas
que estaban guardadas bajo siete llaves y eso significaban…Problemas para la
familia Larson como para los de Anabelle.
─ ¿Qué sucede tesoro? ─ preguntó una preocupada Francis ─
Tienes un semblante pálido amor. ¿Es por lo de mi hermana?
─ En parte ─ respondió Sara y tomando la mano de su novia,
la arrastró hasta la otra habitación y la sentó en uno de los sofás.
─ Sara ¿Qué sucede? ─ volvió a preguntar Francis ─ me
preocupas, ¿Por qué me has traído aquí?
─ Francis. Escúchame muy bien lo que voy a decirte ─ comenzó
por hablar Sara, que jugaba con sus manos en forma nerviosa ─ Debes prevenir a
tu hermana cuanto antes acerca de Raniel.
─ ¿Prevenir a mi hermana? ─ inquirió Francis interrumpiendo
a su novia y no dejándole continuar.
─ Francis, por favor ─ amonestó seria Sara.
─ Disculpa tesoro ─ dijo ésta ─ prosigue.
─ Necesitamos hablar con Anabelle sobre su prometida ─
continuó Sara y lanzando una fuerte exhalación para armarse de valor, agregó ─
No me gusta tener que traicionar a mi mejor amiga y mucho menos inmiscuirme en
sus asuntos, pero si no lo hago, estaré viendo como destruye su relación con tu
hermana a causa de la mentira o los engaños. Por ello, necesito que hables con
Anabelle.
─ Sara ─ exclamó Francis, tomando entre sus manos la de su
pareja ─ Puedes contar conmigo para lo que sea. Yo te ayudaré en todo y apoyaré
cada una de tus decisiones. Sólo dime qué sucede con mi cuñada.
─ Amor, Raniel, ya sabe todo ─ respondió Sara, expulsando un
fuerte suspiro con ello.
─ ¿Saber todo? ─ preguntó confundida Francis ─ Tesoro,
puedes explicarte. No te estoy entendiendo mucho que digamos.
La joven Taffra, volvió a dejar salir otro suspiro, pues le
afectaba mucho tener que revelar un hecho que no le concernía a ella, pero que
por el bien de su mejor amiga y su relación con la Duquesa, debía tomar cartas
en el asunto, le gustase o no.
─ Francis, te lo diré así para que lo comprendas mejor: Mi
mejor amiga ya sabe quién fue en su otra vida y está al tanto de que la han
estado engañando al no decirle la verdad ─ reveló por completo Sara y cuyos
ojos grises bajaron al piso de la vergüenza que la embargaba.
La joven Calguiere, abrió desmesuradamente sus ojos azules
al oír lo expuesto por su novia y es que no podía dar crédito como digerir de
buenas a primeras la información proporcionada. Varias veces intentó articular
palabra, pero éstas morían en sus labios abiertos y es que le costaba una
enormidad asimilar los hechos. Realmente Francis, estaba conmocionada de
enterarse que su cuñada ya recordaba hechos de su pasado, que la familia
presumía que no sucederían hasta un buen tiempo.
─ Sara ─ murmuró Francis, tras unos minutos de completo
silencio entre ambas.
─ Dime ─ respondió ésta, sin alzar sus ojos del piso.
─ Entonces, Raniel…Ya sabe que ella fue ─ Francis no se
atrevió a continuar.
─ Rowine Mcraune ─ terminó por decirlo Sara ─ Sí. Fue la
propia Raniel, quién me confirmó hace un rato.
─ ¡Mi Dios, bendito! ─ exclamó estupefacta, Francis,
llevando sus manos sobre su rostro ─ Debo hablar cuanto antes con Anabelle. De
lo contrario esto puede empeorar si llega a descubrir que le hemos ocultado la
existencia de los descendientes de Rowine.
─ Yo… yo… ─ balbuceó a penas Sara, que sentía morir por sus
acciones ─ No hubiese querido traicionar a Rani de este modo, pero si no lo
hacía, iba a destruir la hermosa relación que tiene con Anabelle.
─ Tesoro mío. ─ confortó Francis, envolviendo en sus brazos
a su pareja y depositando besos sobre sus cabellos. ─ Un buen amigo, hace lo
que muchos no harían y es velar por el bienestar de ese ser querido. Incluso
protegerlo de sí mismo. Y lo que tú has hecho, habla de lo mucho que amas a
Raniel y has sido capaz de velar por ella más allá de su amistad. Este acto
tuyo, yo lo aprecio mucho, mi dulce Sara y estoy segura que en su momento, ella
sabrá apreciarlo tanto como yo. Eres una mujer excepcional, Sara.
─ Francis ─ susurró la joven Taffra en su tristeza ─ Solo
espero que Raniel, pueda perdonarme algún día.
─ Tesoro ─ consoló tiernamente Francis ─ Mi cuñada sabe de
sobra lo valiosa que eres y creo son temor a equivocarme, que Raniel, apreciará
tu decisión más de lo que te puedes imaginar en este minuto, ya que tú misma
has dicho que ella, detesta la mentira y tú, mi hermosa Sara, has sido la mujer
más sincera y valiente que yo haya visto en mi vida. Por lo tanto, te sugiero que seas paciente y esperes a que
las cosas se den entre ustedes y puedan hablar del tema.
─ Tienes razón, Francis ─ concordó un poco más aliviada
Sara, que alzó su rostro humedecido por algunas lágrimas ─ Hablaré con ella y
le diré por qué de mi decisión.
─ Lo haremos juntas, tesoro ─ convino la joven Calguiere ─
Tú no estás sola en esto. Es un asunto familiar y es deber nuestro apoyarnos
unos a otros.
─ Comprendo ─ asintió Sara y se abrazó aún más al cuerpo
cálido de su novia.
Mientras todo ello ocurría en la primera planta en el
dormitorio de la joven Larson, tras depositar el cuerpo de la Duquesa sobre el
lecho de su hermana. Helemiah, se llevó consigo a su hermana y dejaron solo a
Anette con su hija.
─ Papá quiere hablar contigo ahora ─ demandó serio Helemiah.
─ Está bien ─ respondió seria Raniel.
─ Hermanita, yo no sé que puede estar pensando tu cabecita
en estos momentos, pero lo que sea debemos sopesar las cosas de un modo justo e
imparcial para que las cosas no te perjudiquen ─ señaló Helemiah sin dejar de
ver por el rabillo de sus ojos a la menor de sus hermanos.
─ ¿Qué tratas de decirme Helemiah? ─ preguntó de frentón
Raniel, sin dejar de avanzar por el pasillo.
─ Que todo lo que te ha tocado vivir en Inglaterra no
termine por lastimarte y cambié tu forma de ser ─ explicó Helemiah, que conocía
muy bien a su hermana ─ Has recibido un hermoso regalo que es la vida y lo
único que te debe importar ahora es vivir tu presente de la mejor manera.
Nuestro abuelo solía decir: Que el futuro es incierto y que el pasado no
podrías cambiarlo porque ya estaba pisado, que lo único seguro era tu presente
y construir los mejores momentos para recordar en el futuro. Raniel, no puedes
ni podrás cambiar ese pasado, sólo déjalo ir y vive lo que te corresponde hoy.
Y verás que plasmarás el mejor lienzo de tu vida. No dejes de ser la niña que
amo por su forma de ser.
─ Hermano ─ murmuró Raniel, que detuvo sus pasos al oír el
consejo del joven, que estaba cargado de sabiduría y sin quererlo, una parte
dentro de su corazón se contrajo de inmediato.
─ Rani ─ susurró Helemiah y envolvió a la muchacha como
cuando era una niña y se veía frágil a causa de lo tormentoso que resultaban
esos recuerdos. ─ Vuelve a ser tú, hermanita y no dejes que el pasado te haga
sufrir nuevamente.
─ No dejaré que eso pase, hermanito ─ murmuró emocionada
Raniel y cuyos ojos esmeraldas, resplandecían como nunca ─ Te lo prometo.
─ Me da gusto oírlo de tus labios ─ convino Helemiah ─ ahora
vamos con papá y hables con él con toda sinceridad.
─ Vamos ─ afirmó Raniel.
Ambos jóvenes reanudaron sus pasos y se dirigieron escaleras
abajo hasta dónde se hallaban sus padres.
Mientras los muchachos, iban camino hablar con sus
progenitores. En la habitación, una joven se debatía entre lo profundo de sus
pensamientos o mejor dicho…Recuerdos.
─ ¡Acéptalo de una vez Anabelle! ─ ordenó una mujer ─ Ella
se marchó y nunca más volverá porque tú no le interesas. Ya han pasado diez años
desde que partiera y sigues llorando su partida. Eres una necia al no asumir
los hechos como son.
─ ¡Cállate Vivian! ─ rugió Anabelle y jaló del brazo a la
mujer para sacarla de sus aposentos ─ Es asunto mío si lloro una vida a Rowine.
¡Metete en tus asuntos! Eres como una víbora ponzoñosa tratando de inyectarme
tu veneno. ¿Qué clase de amiga eres? Dímelo.
─ Una amiga que siempre te ha querido de verdad y no como la
estúpida de Rowine que a la primera y se largó con un pobre diablo con tal de
alejarse de ti. Solo fue una mujerzuela después de todo.
Antes de que terminase de largar todo, una mano azotó el
rostro de Vivian Brigston en el acto, golpeando con todas sus fuerzas la mejilla
de la mujer, ya que ambas contaban con treinta años a su haber y su fisonomía
ya no era el de unas adolecentes sino mujeres hechas y derechas.
─ ¡Cómo te atreves a insultarla! ─ bramó con total enconó la
Duquesa Anabelle XVII ─ Eres una maldita al hablar de ese modo de Rowine, en su
ausencia. No tienes pruebas y nunca las has tenido como para levantarle
semejante calumnia. Has tratado año tras año de enlodar su reputación a cuanto
infeliz quiere prestarte atención y no has conseguido nada. Hasta tu familia te
repudia. Jamás imaginé que la amiga de infancia, se convirtiera en una mujer
desalmada como lo eres hoy. Llena de rabia, vengativa y has albergado tanto
odio en tu corazón hacia Rowine y nunca he comprendido el porqué de tales
sentimientos, cuando crecimos juntas y ella nunca te hizo mal alguno. Por más
que me esfuerce, no logro entender tu comportamiento aún ahora, sigues con tal
resentimiento hacia ella, como si de una enemiga se tratase.
Aquello fue más de lo que pudo soportar Vivian y sus ojos
brillaban de un modo casi asesino al escuchar tantas alabanzas a la que
consideraba su desgracia y el que la Duquesa le prodigase amor aún con su partida,
simplemente la desquiciaba y terminó por colapsar definitivamente.
─ ¿En verdad quieres saber la verdad? ─ preguntó con
alevosía Vivian ─ Duquesa…
─ Sí. ─ afirmó Anabelle ─ Creo que sería algo digno de tu
parte, aunque fuese lo único que has hecho en tu vida, ultimadamente. Porque
todos tus actos hablan pésimo de ti y la prueba de ello es mi madre, que no
deseaba verte más.
─ Jajaja ─ explotó Vivian al final al recordar a la antigua
Duquesa ─ Será porque el peso de la conciencia terminó por matarla y no pudo
limpiar su buen nombre.
─ ¿De qué diantres hablas Vivian? ─ preguntó con asombro
Anabelle y tomó fuerte del brazo a la que fue por muchos años su mejor amiga ─
Te exijo que aclares tus palabras sobre mi madre.
─ Si ese es tu deseo Anabelle ─ refutó Vivian complacida
demostrar su verdad ─ de una vez por todas voy a bajar de tu pedestal a tu
querida madrecita y su vergonzosa conducta.
─ Ten mucho cuidado de lo que vas a decir de mi madre,
Vivian ─ amenazó Anabelle ─ Ella siempre fue una mujer ejemplar y no voy a
permitir que enlodes tu reputación como lo has hecho todos estos años con
Rowine.
─ Anabelle…Anabelle ─ se mofó sarcásticamente Vivian y
llevando una mano a su pecho, añadió ─ Tú crees que me tiene cuidado enlodar la
imagen de Henrietta como de la infeliz de Rowine. Perdona si me rió en tu cara
por tu ingenuidad, porque desde que eras una niña te manejó a su antojo e hizo
contigo lo que se le dio la gana. Y para dejarte las cosas muy claras, ¿Quién
crees que está tras la partida de tu adorada Rowine?
─ ¿Estás insinuando que mi madre tuvo que ver con su
alejamiento? ─ preguntó sumamente confundida Anabelle ─ Perdona, pero no te
creo Vivian.
─ Ese es tu problema, querida mía ─ reprochó con saña
Bringston ─ siempre has estado ciega ante la realidad. Fue tu propia madre, La
excelentísima Duquesa de Calguiere, quién extorsionó a la idiota de Mcraune
para que se marchase de tu lado porque de lo contrario perdería su fortuna a
manos de prominente comerciante.
─ ¿Qué estás diciendo? ─ inquirió Anabelle ─ Que mi madre
fue la responsable de que Rowine se fuese del condado. Tus mentiras no tienen
límites, Vivian. Te exijo que te retractes ante la memoria de mi madre.
─ ¡¿Yo retractarme ante ti?! ─ preguntó contrariada Vivian,
que soltó del agarre de la Duquesa y se paseó por la habitación ─ Jamás,
querida Anabelle. Puede que en un tiempo atrás me hubiese puesto hasta de
rodillas por ti, pero ¡Créeme! Ese tiempo ya paso y no voy hacer tal cosa,
simplemente porque tu madre, no fue la inmaculada mujer que tú piensas.
La joven Bringston, sacó su lado más perverso y siniestro. Y
estaba dispuesta a pisotear lo más querido por la actual Duquesa de Calguiere y
para ello, iba a destrozar la imagen de su madre y luego, acabaría con su dicha
de una buena vez.
─ Han sido años de acallar lo que he sentido ─ hablaba
Vivian, gesticulando con sus manos para darle más realce a la situación y dar
un certero golpe a su víctima ─ Nunca tuviste un gesto dulce para conmigo como
mucho menos lo tuvo tu reverenda madre de la que tanto alabas. ¡Sabes Anabelle!
El gusto que me daría tener a Henrietta en este momento y frente a ti desenmascararla
y ver como se le cae el rostro ante la verdad de los hechos.
Ella, la mujer más perfecta del condado, con una imagen
envidiable por toda la corte, cuando resultó ser la embustera más grande de
todas. Que se valió de todo para engañar a su hija mayor y hacer que se casara
con mi primo para no perder el título nobiliario que ostentaba. ¡Imagínate qué
hubiesen dichos todos en Londres! Henrietta Calguiere, la Duquesa de Calguiere
a punto de perder su fortuna por malos negocios que tuvo que vender a su hija
para mantener su riqueza como su buen
nombre.
Y esto no para ahí, hizo tratos con Enios Mcraune para poder
pagar sus deudas con los demás. ¡Una mujer admirable, sin duda! ¿Puedes creerlo
que hizo tratos con el padre de Rowine? ¡Y todo para qué!... Terminó
traicionándolo como lo hizo contigo.
Henrietta, engaño a todos y la mejor parte fue mandar al
exilio a nuestra querida Rowine. ¡¿No lo sabías Anabelle?! Tú madre, la mandó
fuera de Inglaterra y no a otra ciudad como te dijo en un principio y si no me
crees, pregúntale a Jonathan. Él no puede desmentir mis dichos. Estaba al tanto
de que Rowine Mcraune, dejo el país para irse a Italia en una primera instancia
y de ahí, con rumbo desconocido.
¿Vez que no es tan santa tu madre, Duquesa? La ejemplar
madre, resultó ser nada más que una timadora de lo peor. A sabiendas de cuanto
sufrías injustificadamente por tu amiga de infancia, ya que tú estabas casada
querida mía con mí primo. Por lo tanto, no puedo entender tanta congoja por una
amiga.
Además, puedo acompañar mis palabras con unas cartas que te
dejo guardadas para pedir tu perdón… ¡La muy falsa! Si lo deseas puedo ser yo
misma, quién te las traiga y te las lea ante la presencia de tu esposo y te
demuestre que la mentirosa no soy yo. Sino que toda la gente que te rodea.
Mi único pecado fue quererte como nadie en este mundo
Anabelle, más de lo que te merecías. Mucho más que tu «amor enfermizo» por
Rowine. O ¿Crees que no me di cuenta de cómo la mirabas? Con los mismos ojos
que un hombre mira a una mujer. ¡Deseo! Anabelle así era como tú mirabas a la
que era tu amiga de infancia.
¿Podrá acaso la intachable Duquesa de Calguiere, negarme los
hechos? ¡Claro que no! Si fui yo misma quién las descubrió aquel día en el río,
mientras ustedes se revolcaban como mujerzuelas con su sucio amor.
Por eso te ha dolido tanto su partida, como te dolió verla
casarse con Octavio al punto de raptarla en su noche de bodas. Mientras el
pobre diablo, lloraba desconsolado en mi casa ante mi adre, pidiendo ayuda para
encontrar a su joven esposa.
¿Te gusto ser la que se quedo con el premio de la noche de
bodas? Dímelo Anabelle. ¿Fue placentero para ti, despojar de sus derechos a
Octavio, todo porque según tú, Rowine no debía estar con nadie más que no
fueses tú.
¡Años acallando mi sentir! Mientras contemplaba como
idolatras a esa basura y a mí me daba lo peor de ti. ¡Malditas migajas! ¿Sabes
qué!...Ya no las quiero y saber porqué….Me canse de tu limosna Anabelle y no
hay nada que me complazca más en esta vida, de ver cómo sufres al no tener a
Rowine contigo. Ahora puedes comprender mi dolor, mi decepción y frustración de
amar a una mujer que no te merece. ¡Ríete Anabelle! Disfruta como yo lo hice
todos estos años en los que a ti no te importó un comino, mi sentir. Mi corazón
no existía para ti, solo tenías ojos parar esa maldita infeliz.
Pues ahora, vive, respira, mi dolor y húndete en el tuyo,
porque nunca ¡Óyeme bien! Podrás estar con ella. Se fue para siempre y jamás
vendrá a ti y ese será mi recompensa a tanto dolor. Ahora seré yo, quién te vea
morir lentamente de tristeza de no tener a quién tanto amas y compartiremos el
mismo sufrimiento y nos unirás hasta nuestra propia muerte.
¿Puedes creerlo?...Unidas por el dolor, desposadas por el
sufrimiento…
Jajajaja ¡Bendito dolor! ¡Cuán feliz me haces Anabelle! ─
exclamó hilarante, Vivian, riendo como una verdadera desquiciada. ─ Lo que no
unió el amor, lo unió el dolor. ¡Al fin! Seremos una las dos y nadie se
interpondrá, porque ya acabe con todos aquellos que se interponían en nuestro
camino. Tú y yo juntas como debió ser siempre desde un principio.
Al mismo tiempo que aquella mujer enferma de celos, envidia
y maldad, se paseaba riendo como loca, extendiendo sus brazos en forma
frenética como si quisiera abrazar un fantasma o a un ser que sólo estaba en su
imaginación. Porque lejos de provocar compasión, congoja en quién descargó toda
su amargura y frustración; terminó por condenarla a una herida sin igual que
dio paso a un enojo tan exacerbado que sus ojos se volvieron opacos de la ira
que embargo a la Duquesa Anabelle Calguiere XVII, ya que se levantó como alma
que lleva al diablo al saberse no solo traicionada por su madre sino que
comprobó quién fuera el gestor intelectual de su desgracia.
Y es que a medida que Bringston hablaba sin medir las
consecuencias de sus dichos, fue abriendo una herida colosal en el corazón de
la joven al punto que sintió como se rompiese en dos productos de serle
develada la verdad de lo acaecido con su gran amor.
No había un solo ser que pudiese calmarla o templar el dolor
que oprimía su pecho como el enojo que la devoró por completo. Como tampoco
existía una sola alma u ángel custodio que fuese capaz de defender lo
indefendible o que intercediera por quién causó el mayor de los males.
Con una fuerza inusitada, jaló a Vivian hasta dejarla a
escasos centímetros de su rostro y de sus ojos se desprendían una llama de odio
vivo que por primera vez, consiguió estremecer a la mujer más temeraria de toda
Inglaterra en cuanto a fechorías se tratase.
─ ¡¿Así que has disfrutado verme sufrir por la partida de
Rowine?! ─ masculló con furia Anabelle y agarrando su cabeza con sus dos manos,
ejerciendo tal presión que parecía que le iba a destrozar el cráneo con la
presión que ejercía en dicho momento ─ Déjame felicitarte porqué ahora vas
atenerte a las consecuencias de haberte entrometido entre Rowine y yo. Y haber
involucrado a mi madre en tus asquerosos planes. ¡Te van a faltar días para
suplicar misericordia, Vivian!
─ ¿Crees que te temo? ─ murmuró Vivian, que se las arregló
para decirlo, ya que sus músculos estaban siendo salvajemente maltratados.
─ ¡Claro que vas hacerlo! ─ vociferó Anabelle, arrastrando a
la joven y estrellando su cabeza contra la pared, en un golpe que dejo algo
contusa a Bringston ─ vas a comenzar a temerme porque voy a gastar todo mi
tiempo y fortuna en destruirte, maldita.
La Duquesa, levantó con brusquedad del piso a la que fuese
su amiga de infancia y le propinó tal paliza que los gritos y golpes de objetos
romperse, se escucharon en todo el castillo. Consiguiendo que los sirvientes
avisaran al Duque consorte y éste llegase más que corriendo al lugar, sin antes
apartar a sus pequeños hijos de ver una escena desagradable de su madre con su
prima.
─ Por favor, Clarice. Llévese a los niños a sus aposentos y
no los deje salir hasta que yo se lo indiqué ─ ordenó Jonathan.
─ Como usted mande Milord ─ respondió ésta y en el acto se
llevó a los pequeños.
En el momento en que el esposo de la Duquesa, abrió las
puertas de la habitación, vio con horror como su esposa golpeaba con una
banqueta rota, la espalda de su prima Vivian.
─ ¡Detente Anabelle! ─ ordenó Jonathan, que corrió para
impedir que la golpiza continuase ─ ¿Qué sucede contigo para que actúes como un
energúmeno? ¿Acaso no te das cuenta que estás golpeando a un ser humano?
─ ¡¿Ser humano has dicho?! ─ bramó fuera de sí, la Duquesa,
apuntando con el dedo a la susodicha. ─ Esa bruja no puede llamarse ser humano,
cuando es la maldad hecha mujer y no tiene un ápice de misericordia con nadie.
─ Pero eso no te da derecho a darle semejante paliza ─
protestó Jonathan, quitándole la banqueta ─ ¿Acaso olvidas que la justicia no te
pertenece?
─ Claro que lo sé ─ rabió con más enojo Anabelle y fue el
turno de su esposo para ser señalado con la mano por la Duquesa ─ Me olvidaba
que corre la misma sangre de ella por tus venas y que no puedo esperar nada
bueno proviniendo de ti o de tu familia. Porque me vas a negar en mi cara que
tú, Jonathan Bringston; estabas al tanto del exilio al que sometieron a Rowine
y que fuiste parte de todo este burdo engaño.
─ Anabelle…Yo ─ Jonathan, luchaba por articular las palabras
correctas para defenderse y de paso templar la ira de su esposa.
─ ¿Tú qué? ─ preguntó con encono Anabelle ─ habla de una vez
y niégame que no sabias nada al respecto. ¿Niégamelo Jonathan?
─ Sabes muy bien que no puedo mentirte ─ refutó éste ─ No
sería honesto de mi parte darte la respuesta que esperas oír y de paso salvar
nuestro matrimonio. Jamás podría acallar mi conciencia con semejante mentira.
─ ¡Entonces! ─inquirió Anabelle. ─ de tus palabras debo
entender que todos estos años sabías que Rowine, se fue lejos de Inglaterra y
nunca hiciste el intento de decirme la verdad para que de una vez por todas, no
siguiese llorando su partida.
─ En su minuto creí que era lo mejor para nuestro matrimonio
─ explicó Jonathan, que levantó el cuerpo inconsciente de su prima para
acomodarlo en uno de los divanes ─ Siempre he sabido de tus sentimientos por la
hija de Enios y lo que para muchos hubiese sido aberrante y te hubiese costado
el título de Duquesa y la pérdida de tus tierras. Por eso cuando Henrietta, me
mencionó que no podía ayudar a la familia Mcraune a encontrarla, porque de ello
dependía tu bienestar económico y la integridad de los Calguiere. Comprendí que
era mí deber respaldarla y velar por tu bienestar; aunque con ello supiese que
nunca llegarías amarme como lo hiciste con Rowine.
─ A sabiendas que era a ella a quién amaba, ¿te arriesgaste
a desposarte conmigo? ─ inquirió Anabelle, confundida.
─ Siempre te he amado desde que éramos unos mozuelos y a
pesar de tus sentimientos por la hija de Enios, me propuse firmemente que
podría conseguir que me amaras y te pudieses olvidar de ella ─ respondió con
pesar Jonathan ─ ¡cuán equivocado estaba! Nunca vas amarme Anabelle y eso lo he
comprendido a lo largo de estos diez años. Y aunque tengamos unos hermosos
hijos, tu corazón nunca ha dejado de amar a Rowine y eso será así hasta tu
muerte.
─ En un principio no deseaba casarme contigo por el mismo
motivo de que amaba a Rowine, pero no tuve más alternativa que seguir las
órdenes de mi madre ─ refirió Anabelle, que se acercó a un ventanal y quedo
viendo el horizonte ─ Al final de cuentas Vivian, no mintió. Siempre me han
manipulado a su antojo. Y es algo que jamás les voy a perdonar, ya que por su
egoísmo de pensar solo en ustedes, consiguieron desgraciar aún más mi vida. De
ahora en adelante las cosas van a cambiar entre nosotros.
─ ¿A qué te refieres? ─ preguntó Jonathan confundido.
─ A partir de hoy, vivirás en el ala este de este castillo,
en un cuarto y sala para ti que mandaré acondicionar para tus negocios ─
explicó sin emoción Anabelle y con desprecio ─ Para todos los demás en la
corte; seguiremos siendo un matrimonio en todas las celebraciones que requiera
la Reina. Guardaremos las apariencias ante nuestros hijos y para la servidumbre
en la vida cotidiana. Sin la presencia de ellos, no quiero que te me acerques
ni oses dirigirme la palabra. Ya que tanto te esforzaste en guardar el buen
nombre, vas a pagar el precio que te mereces. Por lo tanto, ninguna onza de mi
fortuna te será dada a menos que cumplas con mis requisitos.
─ ¿Te has vuelto loca, Anabelle? ─ protestó en el acto
Jonathan ─ soy tu esposo y tengo el derecho a exigir mis privilegios como el
consorte de la Duquesa de Calguiere y reclamar mis derechos como hombre.
─ ¿Derechos has dicho? ─ exclamó Anabelle sin voltear a
verlo y siendo muy irónica ─ Déjame recordarte una cláusula de las actas de
unión para refrescar tu memoria Jonathan: Si llegase a encontrar fraude, engaño
o mentira de tu parte que perjudicasen expresamente mi vida como mis intereses.
Se me otorgara plenas facultades para disponer de inmediato de mi fortuna y expropiarte
de todos tus beneficios y que además, deberás abandonar de inmediato el hogar,
privándote inclusive de ver a tus hijos. Por lo tanto querido mío, no veo
pertinente reclamar nada de tu parte y agradece que te consienta permanecer al
lado de nuestros hijos y no exponerte a ser llevado ante su majestad y acusarte
de complot contra Enios en la desaparición de Rowine Mcraune.
─ ¿Serías capaz de una cosa así? ─ se atrevió a preguntar
Jonathan tan estupefacto del tenor de las amenazas de su esposa.
─ ¿Acaso tú no fuiste capaz de algo mucho peor esposo mío? ─
Contra preguntó Anabelle, volteando a verlo y caminando hasta dónde éste se
encontraba ─ ¿Tuviste compasión de nosotras a sabiendas de la verdad? O ¿Solo
te preocupaste de tu propio bienestar e interés? Respóndeme.
─ Todo lo que hice fue por amor ─ rebatió éste.
─ ¿Qué clase de amor es ese, Jonathan? ─ indagó Anabelle ─
que antepone sus propios deseos ante la felicidad del ser amado y que no ser
por Vivian, jamás te habrías atrevido en decirme la verdad de lo sucedido con
Rowine. Por tanto, hazme el favor de sacar a esta mujer de mi sala antes de que
yo la saque a patadas del castillo y esfuérzate por mantenerla alejada de mis
propiedades o serás tú, quién pague las consecuencias. Además, no quiero que
vuelvas a tocarme el tema nunca más en lo que me reste de vida ¿Has entendido?
A pesar de lo mucho que Jonathan amaba a su esposa, no pudo
objetar sus deseos porque sabía que había cometido un error imperdonable de
alejarla de la persona que más ha amado en su vida y confabularse con Henrietta
a guardar silencio. Incluso en lecho de muerte de ésta última, sintió compasión
por la carga que llevó en su corazón por ver sufrir a su hija con el correr del
tiempo; que no fue capaz de revertir la situación y justificarla con Anabelle
para que la perdonase por ser responsable de la partida de Rowine. Sin duda,
que esta sería con el tiempo la gran deuda de la familia Calguiere con la
familia de la muchacha.
─ Será como tú digas, Anabelle ─ respondió asumido Jonathan.
─ Ahora salgan los dos de mi vista ─ ordenó seca la Duquesa.
Jonathan, procedió en llevarse en brazos a su prima,
mientras la congoja lo inundaba irremediablemente, ya que nada de lo que
hiciera o dijera de ahora en adelante, podría mejorar su matrimonio como el
respeto de su esposa y del mismo modo que asumió el apoyar la voluntad de
Henrietta a pesar de perjudicaría a muchos, era el turno de asumir las
consecuencias de haber lastimado a su esposa de una forma irreversible y que
debido a ello, tendría que convivir con el castigo por sus actos egoístas
aunque de amor se hubiese tratado; porque siempre estuvo consciente de la
realidad y aún así, trato de truncarle la mano al destino, pero lamentablemente
se equivoco rotundamente.
Un amor no se fuerza, no se vende como tampoco se pone un
precio, porque de lo contrario el pago es muy elevado para el responsable y
deberá asumir que nunca podrá tener un cariño sincero y puro del ser amado por
haberle privado de sus derechos de escoger libremente a quién amar.
Una vez que su esposo se retirase de la sala. La joven
Duquesa dio rienda suelta a su desconsuelo y cayó de bruces al piso al saber
traicionada por su madre al alejarla de la única persona que ha amado en la
vida y que su lejanía es una muerte lenta e implacable, quitándole el placer de
reír, de ser feliz.
─ ¿Porqué madre? ─ murmuró entre lágrimas Anabelle,
golpeando con sus puños el piso hasta hacerle doler, aunque nunca tanto como le
dolía su corazón en ese instante.
Fue tanto su dolor que rasgos sus ropas de la frustración e
impotencia y nada podía mitigar ese dolor que la estaba matando aún más de lo
que ya lo había hecho la separación de su gran amor.
─ ¡Maldita sea! ─ gritó Anabelle, llevándose sus manos al
rostro sin contener su llanto.
Fueron horas, las que estuvo sumida en su dolor y llanto que
cuando ya no quedaba una sola lágrima por derramar, alzó sus ojos azules hacia
el retrato de la que fue la Duquesa Henrietta Calguiere.
─ ¿Cómo pudiste madre? ─ enrostró su rabia a la figura de la
mujer que por tanto tiempo veneró y respetó.
Alzó un objeto de los que estaban esparcidos en el suelo y
lo lanzó en contra del retrato de su progenitora.
─ ¡Háblame madre! ─ vociferó Anabelle. ─ ¡Madreeeee!
En eso se escuchó una voz llamarle en la lejanía…
─ Anabelle ─ susurró la voz.
─ Anabelle ─ volvió escucharse ─ ¡Despierta por favor!
De sobre salto la joven Calguiere, se enderezó de la cama en
la que yacía…
─ Madre ─ Balbuceó Anabelle, visiblemente afectada.
─ ¿Qué sucede hija mía? ─ preguntó Anette, tomando las manos
de su hija ─ estabas gritando por mí y no conseguía despertarte.
─ Fue horrible, madre ─ respondió Anabelle, llevando una de
sus manos hasta su corazón.
─ Anabelle ¿Qué fue lo soñaste para que digas que fue
horrible? ─ indagó Anette.
La joven Duquesa, se acercó hasta el borde la cama y se
sentó muy junto a su madre y la quedo viendo de un modo especial y a la vez,
inquisitivo.
─ Lo sé todo, madre ─ reveló Anabelle ─ sé porque nuestra
familia tiene una deuda con los Mcraune y quién fue el responsable de la
desgracia de la Duquesa Anabelle XVII.
─ ¡Hija mía! ─ murmuró Anette, tapando su boca con la palma
de su mano, producto de la impresión de escucharle decir una verdad guardada
hace muchos años. ─ Dime Anabelle, ¿Has podido ver de quién se trata?
─ Vivian Bringston ─ respondió escuetamente ésta.
─ ¿Qué más has logrado recordar? ─ inquirió Anette.
─ Unas cartas que dejase Henrietta a su hija ─ contestó
Anabelle ─ en dónde le pedía perdón por haber sido responsable de la partida de
Rowine.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Anette, asumiendo que era la hora de
reivindicar a la familia ante sus protagonistas y reparar el daño causado. ─
¿Deseas saber sobre su contenido?
─ Por supuesto que sí ─ afirmó Anabelle ─ ¿Las tienes
contigo o están en casa?
─ Por lo general están en casa ─ mencionó Anette ─ pero dado
a que vendríamos a casa de tu prometida y que sería factible visitar la tumba
de Rowine, quise traerlas conmigo por una corazonada. Dado que estoy convencida
que están a punto de rectificar el gran error que se cometió en el pasado y que
es hora de unir todos los eslabones para que puedan concretar su sueño de estar
juntas en esta vida.
─ Agradezco muchísimo tu respaldo. No sabes lo que significa
que en esta vida pueda contar con el apoyo de mis padres en mi relación con
Raniel ─ confesó Anabelle y tomando las manos de su madre entre las suyas ─
Necesito que nos entregues esas cartas frente a Raniel y así, leerlas juntas,
dado a que ella piensa que la olvidé.
─ ¿Porqué Raniel piensa que tú la olvidaste? ─ preguntó
sorprendida Anette.
─ Madre así como yo pude recordar hechos de mi vida pasada ─
explicó Anabelle ─ del mismo modo lo ha hecho Raniel al punto de mencionarme
acerca de una promesa que hiciera y que solo la antigua Duquesa y Rowine
sabían. Y detonó que perdiera la conciencia al ver en sus ojos los de mi
antiguo amor y cayese en trance. Provocando que todos mis recuerdos afloraran.
─ ¡Entonces Raniel ya despertó! ─ indagó Anette.
─ Así es madre. Por eso ha estado actuando extraño y nos
veía con molestia ─ mencionó algo dolida Anabelle ─ creyó que la olvide por
completo y es que no podía percatarme de su presencia, dado a que mis memorias
no afloraron hasta ahora. Debo hablar con ella cuanto antes y pedirle que me
lleve hasta la tumba donde descansas sus restos y pedir perdón a la memoria de
Rowine por obligarla a exiliarse.
─ No fue tu culpa, Anabelle ─ replicó Anette ─ fuiste
engañada como muchos por la pérfida de Vivian.
─ Aún así, fui responsable de que se alejase de mí por no
perjudicarme ─ corrigió Anabelle ─ Para concretar una sólida relación con
Raniel, debo reparar el daño que le causé en el pasado y dejar que las heridas
se cierren por completo y forjar un futuro mejor.
─ Comprendo hija mía ─ aceptó Anette ─ respetaré tu
voluntad. Más es mi deber ponerte al tanto de que la responsable de su
desgracia, también se encuentra presente en este tiempo y deberás cuidarte de
ella como nunca antes.
─ ¿Vivian ha reencarnado? ─ preguntó estupefacta Anabelle,
casi palideciendo en el acto.
─ Así es Anabelle ─ confirmó Anette ─ y está más cerca de ti
de lo crees.
─ ¿Quién es madre? ─ inquirió la Duquesa.
─ No podrás reconocerla tan fácilmente sino buscas las
marcas del pasado en ella, ya que su apariencia es muy distinta de la que fuese
Vivian Bringston ─ repuso Anette. ─ Y vas a necesitar la ayuda de la propia
Raniel, para reconocer aquellos rastros y créeme hija mía. Esa mujer es aún
peor que su antepasado. Tienes que compenetrarte mucho con tu prometida y
vencerla antes de que ella actúe y consiga nuevamente su objetivo de separarla.
─ Eso no lo conseguirá en esta oportunidad ─ refutó enérgica
Anabelle, apretando sus puños ─ ya una vez lo consentí que me apartará del lado
de Rowine, pero ahora es muy distinto. De hecho Raniel y yo no somos las mismas
del pasado y eso te lo puedo asegurar, porque vi en los ojos de mi prometida
que busca venganza y presiento que no dejará pasar la ocasión de cobrarse
revancha con la vieja Vivian y por mi parte, ajustaré cuentas con ella de un
modo que lamentará haber venido a esta vida.
─ ¡Así se habla hija mía! ─ alabó Anette ─ más se prudente
en tus actos, ya que estás por enfrentarte a una mujer desalmada.
─ Tendré cuidado, madre ─ concordó Anabelle ─ y voy a
proteger a la mujer que amo esta vez. No podrá esa sombra del pasado, ensuciar
con su maldad mi presente al lado de Raniel.
Anette, solo se dignó asentir con la cabeza y abrazar a su
hija para confortarla de cierto modo, ya que su vida pasada fue muy dolorosa y
estaba en sus propias manos revertir que en el presente se volviesen a repetir
los mismos hechos.
Mientras se desarrollaba aquellas acciones en esa habitación
entre madre e hija. Una joven escuchaba atenta los planteamientos de su padre
sin dejar de divagar en un asunto que debía resolver muy pronto.
« No hay plazo que no se cumpla ni deuda que quede sin pagar…Vivian»
fueron los pensamientos hostiles de unos hermosos ojos esmeraldas, cargados de
encono.
4 comentarios:
Madre mia!!!!...que puedo decir, vale la pena la espera para un gran capítulo.Ahora solo espero que Raniel perdone a Anabelle cuando descubra toda la maldad que hizo en el pasado y espera hacer en el presente la malosa de malosas Vivian...Bien estare a la espera del siguiente capítulo...Nos vemos y que estes bien....
Tús obras son maravillosas, activan la imaginación que hacen vivir la historia; sere paciente en la espera del siguiente capítulo, gracias tú imaginación, cuidate mucho un fuerte abrazo desde Perú.
Delfi, un gusto saber que aún a pesar de mi demora, te siguen atrayendo mis historias.
En cuanto a lo que se viene con Raniel, es algo que se ve venir...Revanchas que todo ser humano tiene derecho.
Gracias por tus deseos y que todo vaya bien en tu vida.
Un saludo de tu amiga entre líneas...
Anrhia
Lisbet. Para mí es un honor recibir sus comentarios como críticas a mi arte que me apasiona.
Como lo he dicho hace mucho, escribir es maravilloso, tanto que me asusta saber que mi mente vuela a lugares distantes de todo y siento que ni siquiera estoy al 100 %.
Tengo esa certeza de que no he explotado toda mi capacidad y quisiera que mi mente se desatará para plasmar entre líneas mis mundos, escenarios e historias que solo mi corazón sabe de lo que soy capaz de crear y que gracias a Dios, libera mi alma.
Dese Chile un abrazo a ti y mucho éxito en tu vida...
Anrhia
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